viernes, 5 de septiembre de 2014

Mil gracias.

Querido/a lector/a:

Como bien sabemos, todo el mundo tiene al menos un gran sueño.
El mío, siempre ha estado aquí, entre letras: publicar un libro.
Con Forever Young tengo la oportunidad de cumplirlo gracias a una pequeña editorial, y sobretodo a los que habéis leído mi historia y me habéis apoyado en todo momento. Los que todavía no habéis leído nada, aquí tenéis los diez primeros capítulos, que espero sean suficientemente agradables para que queráis leer más.
Os quiero dar las gracias y pediros, como siempre pero con más necesidad que nunca, que difundais esta historia.
Siempre es bonito compartir lo que nos gusta y hacer feliz a la gente.
Gracias una vez más.

martes, 26 de agosto de 2014

IMPORTANTE

Buenaaas :)

Dije que estaba desaparecida por una buena causa, y poco a poco va llegando sus frutos.
Seguramente PUBLIQUEN EL LIBRO DE FOREVER YOUNG!!
Ya he estado en contacto con una editorial y antes de publicarlo queríamos saber qué demanda tendría el libro, así que, pidiendo perdón de ante mano, me gustaría que me dierais todo el apoyo que me habéis estado dando todo el tiempo, y pongáis un comentario a favor de comprar el libro.
Lo que no habéis leído todavía el libro, os animo a que lo hagáis (los capítulos que están públicos: www.libroforeveryoung.blogspot.com  ) porque es un libro que no os va a decepcionar, y que, palabras de seguidores "es un libro cercano, que te llega".
Además, regalar un libro siempre ha sido una de las cosas más bonitas.

Gracias por todo, espero respuestas.

lunes, 6 de enero de 2014

Capítulo 32

06 de Abril de 2011:

-No sé qué hacer, Adrián, lo he intentado todo. De hecho ahora mismo se supone que estoy en huelga de hambre, lógicamente como a escondidas, y que no les dirijo la palabra. Es más, ya sabes que he pasado unos cuantos días sin aparecer por casa...
-¿Y dónde has estado?
-En casa de David.
Adrián la miró tensamente. Ka sonrió y torció la cabeza:
-No te preocupes, sólo es mi mejor amigo.
-Está bien.
-No sé qué más hacer, incluso ahora que hemos vuelto al instituto la he amenazado con no estudiar, ya que me voy a ir en mitad del curso a Londres...- retomó la conversación.
Adrián suspiró.
-Pero, cariño, ¿has intentado hablarlo por las buenas?
-¡Pues claro! ¡Fue mi primera opción!
-¿Y qué pasó?
-Pues...

Hace unos días, en casa de Ka...

Ka no sabía hacer ese tipo de cosas con su madre: hablar de buena forma, sin discutir. Pero a pesar de todo lo que tenía que perder era mucho mayor a su orgullo y esfuerzo. Entró en el salón aprovechando que estaba su madre sola.
-Mamá, ¿podemos hablar?
A su madre se le iluminó la cara. Se movió y rápidamente le dejó un sitio a Ka en el sofá.
-Claro cariño, dime.
Ka se sentó de mala gana al lado de su madre, pero lo disimuló con una sonrisa.
-Verás, mamá, quizás deberíamos hablar lo de mudarnos a Londres, ya que se acerca la fecha...
-Sí, el día diez nos vamos.
Ka tuvo un escalofrío.
-He estado pensando y es una locura. Mamá ya hemos intentado vivir juntas en Londres y no salió bien. Ni yo estaba bien, ni tú estabas bien... Y al final me fui.
-Si, cielo, pero porque estaba tu abuela para cuidarte, que en paz descanse.
-Si, estaba mi abuela. Y ahora sólo quedas tú. También entiendo que no puedo vivir sola porque soy menor de edad y bla bla bla...- Ka empezó a alterarse, asi que paró un momento para respirar y volver a hablar con calma-. Mamá, lo que no entiendo es por qué no puedes pasar un año aquí en España, tu tierra. En la casa dónde te has criado, con tu hija, a la que habrás visto dos veces al año. Sé que tenemos nuestras diferencias, que entre tú y yo existe un rencor muy grande...
-Ka...
-Déjame terminar. Tengo diecisiete años. Y tú... ¿treinta y trés? Creo que somos dos mujeres suficientemente maduras para empezar a solucionar las cosas del pasado. Y sé muy bien, mamá, que llevándome a Londres no vamos a mejorar, si no a empeorar. ¿Tú marido tiene que trabajar? Bien, que se vaya a Londres, tú puedes quedarte aquí conmigo e intentar recuperar la relación made-hija que en verdad nunca tuvimos.
Su madre la miró muy seriamente.
-¿Me pides que abandone a mi marido sólo porque tú no quieres abandonar tu novio?
Ka rechinó los dientes. No entendía nada. Adrián no era un novio, era su único apoyo.
-Te pido que por una vez pienses antes en tu hija que en ti misma.
-Hija, esto ya está hablado. Ves empaquetando tus cosas que nos mudamos en seis días. Sabes que en Londres tendrás todo lo que quieras, irás a un instituto maravilloso y aprenderás un idioma que es básico en el ámbito laboral. Conocerás gente nueva, que siempre viene bien para librarse del pasado, ¿no?
Ka golpeó fuertemente en reposabrazos del sofá varias veces mientras chillaba:
-¡Es que no has entendido nada! ¡No me voy a ir!
Se levantó y se marchó de casa dando un portazo.

En el presente...

-Y entonces fue cuando fui a tu casa y te dije que no había manera de convencerla.
-Ka, no tienes nada de paciencia con tu madre.
-Porque me saca de quicio. Es una desconocida que quiere hacer de madre jodiéndome la vida.
-La verdad es que no entiendo por...
Ambos escucharon el ruido de la sirena del instituto.
-Será mejor que me vaya, tengo clase de biología y el profesor cierra la puerta, además, tengo que ir al otro edificio- Adrián le da un beso en los labios a Ka.
-Que tengas un buen día, nos vemos en el recreo.
Ka entró en su clase y se sentó al lado de David. Se saludaron con un abrazo como habían acostumbrado. A veces estaban tanto tiempo juntos que los demás se habían acostumbrado y ya nadie amenazaba o miraba mal a Ka por haber abandonado a las personas adecuadas.
David sacó un papel, escribió algo y se lo pasó a Ka. Con la profesora de Lengua no se podía hablar en clase sin que te mandara al despacho del director. Ka leyó la nota:

"¿Qué tal, guapa? ¿Dormirás hoy en mi casa también?"

Ka sonrió. David se estaba portando con ella como la mejor de las personas.

"Creo que no, Dav... Por mucha huelga de hambre que haga o por mucho que desaparezca de casa, mi madre sigue en sus trece. Es capaz de atarme y llevarme a rastras a Londres..."

Le devolvió el papel a David que contestó rápidamente.

"La verdad es que tu madre es dura de roer. Yo tampoco podría vivir con una persona como ella, y por eso no pienso dejar que te vayas. Si ella es capaz de secuestrarte, yo lo haré primero ;) "

Ka intentó disimular su risita para que no le regañaran. Miro a David y le sonrió.

"Ojalá lo hicieras. Sabes que sería buena rehén".

"Y tú sabes que me encanta vivir contigo. Echaré de menos esas tardes de cerveza y música a todo volumen".

Si, era cierto. Ka también las echaría de menos. Y echaría de menos pedir perdón a Helena por desconfiar de ella, y hacerse amiga suya, y echaría de menos llamar a la puerta de Adrián cuando necesitaba hablar o simplemente permanecer en silencio, fuera la hora que fuera, y echaría de menos a su abuela y el recuerdo que había de ella en la casa que tendría que abandonar en apenas cuatro días... El cuerpo de Ka se llenó de rabia. ¿Por qué las personas eran tan egoístas?

"Yo también, ¿tienes planes para esta tarde?"

"No, no tengo nada, ¿por?"

"Hace mucho que no fumo un porro, ¿te apetece?"

David la miró sorprendido.

"Pues claro"

"Pero sólo uno, ¿eh? Para recordar viejos pero buenos momentos"

"Ýo invito. Te vendrá bien para relajarte"

"Lo sé..."

Las siguientes horas pasaron rápidas. La sirena del recreo sonó. Ka se despidió de David y se coló en el edificio "de los mayores" para ver a Adrián y a Helena en el recreo. Se encontró un buen conjunto de gente.
-Vaya, gente nueva... ¿Hay una fiesta y no me he enterado?
Adrián la saludó con un beso intenso. Hasta que les interrumpieron.
-No, son unas amigos míos, quería que las conocierais- explicó Helena.
Ka la saludó y fue dando dos besos a las cuatro chicas y dos chicos que había mientras Helenas les presentaba.
-Encantada de conoceros, yo soy Ka.
-¿Te llamas Ka de verdad o es un apodo?- preguntó un chico rubio.
Ka sonrió.
-Es un apodo a partir del acortamiento de mi nombre. Y no pidas más información que ya sabes mucho más de mi que otros- le guiñó un ojo.
Adrián la abrazó por detrás y la susurró en el oído.
-¿Y a mi no me vas a decir como te llamas?
Ka se giró, se inclinó para susurrarle:
-Me llamo Ka. Todo el mundo me llama Ka.
Adrián entendió que esa información era algo que nadie sabía ni sabría, nadie e incluso él. Se puso a pensar de qué nombre podría derivar "Ka" y se dio cuenta de que no sabía prácticamente nada de su novia. La miró justo cuando se estaba riendo con Helena del chiste que había contado uno de los nuevos. Era preciosa cuando se reía. Y no soportaba saber que en cuestión de días perdería esa sonrisa si no hacían nada. La agarró de la mano y la apartó un poco del grupo.
-¿Estás bien Adrián? - preguntó ella.
-Si, es sólo que no quiero perderte... Ka tenemos que hacer lo que sea para que no te vayas.
Ella suspiró y agachó la cabeza.
-Lo sé, Adrián, pero me quedo sin recursos... Y cada día que pasa también pierdo más fuerzas.
-Habla de nuevo con ella, inténtalo cada día, cada noche.
-Adrián, no servirá de nada. Siempre acabos igual, discutiendo. Mi madre no es como mi abuela, que siempre acababa convenciéndola de cualquier cosa. Mi madre y yo no nos llevamos bien y por ello nunca estaremos de acuerdo...
Adrián frunció el ceño.
-Ka... espero que no te siente mal pero... ¿me puedes explicar exactamente por qué te llevas tan mal con tu madre?
Ka se sorprendió ante esa pregunta. Era cierto que Adrián no sabía nada.
-Es una historia larga, pero se resume en lo siguiente... Me parece recordar, pero no estoy segura, que te conté que mi madre me tuvo con dieciseis años más o menos, sin padre, ya que el chico que la dejó embarazada desapareció. A mi madre le entró el miedo y conoció en un viaje a su actual marido, por lo que, apenas meses después de tenerme, le dio mi custodia a mi abuela y me abandonó para irse a Londres a vivir con su novio. Me visitaba cada equis tiempo, muy de vez en cuando. Y hace casi dos años, sucedió algo horrible que no quiero contar. Pero en ese momento mi madre debería haber estado ahí, y no estuvo. Desde entonces rechazaba cada regalo que me enviaba, quemaba cada carta y desviaba cada llamada suya. No quería saber nada de ella porque la guardaba un rencor terrible... y aún, le sigo guardando gran parte de él.
Adrián se quedó bocabierta. Su novia era una caja de sorpresas y de misterios. Su vida parecía sacada de una novela de intriga dónde los personajes vivían muriendo constantemente. Y tenía clara la labor del personaje que interpretaba él.
-Joder... Cariño, si tan mal te llevas con ella, sin tanto rencor hay, ¿nunca has intentando superarlo, perdonar?
-Jamás se me ha pasado por la cabeza...
-Quizás es lo que necesitais ambas, perdonaros y vivir un nuevo futuro.
-Eso es muy difícil, Adrián, y más cuando mi madre me obliga a abandonar mi vida.
-Ka, sigo insistiendo, habla con tu madre. Pero esta vez di calmadamente todo lo que piensas de ella, todo lo que se te pasó por la cabeza y te callaste alguna vez. Dilo todo.
Ka se lo pensó durante un buen momento. Sonó la sirena que anunciaba el regreso a las clases.
-Piensalo, cariño, tienes cuatro días todavía para seguir luchando.
-Lo sé, amor, lo sé...
-¿Quieres que vaya a verte esta tarde?
-No, tranquilo, he quedado con David para recordar viejos tiempos. Nos vemos a la salida y mañana, ¿vale?
Adrián no dijo nada, pues sabía que estaba meditando qué hacer con su madre y que para ello también precisaba del apoyo de sus amigos, y no únicamente el suyo como había tenido hasta hace poco. No se acostumbraba a tratar con David, ni a que Ka tratara con Helena, pero era consciente de que era lo mejor que podía pasarle al grupo entero que parecía, estaba naciendo.
-Vale, preciosa. Luego te veo. Suerte.

Final Alternativo 2

Finales de Julio 2012:

Ka había cambiado, una vez más. Nadie estaba seguro de qué precio tuvo que pagar por ello. Simplemente veían a una chica joven, bonita y fuerte, pero con la mirada algo perdida. No podían leer sus pensamientos, pero sabían de sobra el dolor que se guardaba en el rincón de los recuerdos. A pesar de todo sonreía más de lo que solía hacerlo antes. Sabía que era joven, y la vida impredecible. Aquello podía ser eterno o simplemente durar unos instantes.
Aquella chica de dieciocho años había necesitado dos meses de terapia psicológica desde que el último accidente con Carlos. No había querido ver a nadie durante aquellas largas ocho semanas, sólo a su grupo de terapia contra el maltrato de género, sus dos psicólogas y por supuesto, su familia. 
En la terapia había conocido a Judith, la chica que sin saberlo le había salvado la vida. Ella también había sido engañada y por el mismo hombre. Al principio pensaban que las unía el odio hacia la misma persona, más tarde se dieron cuenta de que sus experiencias eran su apoyo incondicional, y que tras tantos errores, por fin habían conocido a la amiga que necesitaban a su lado. Cuando Judith acabó la terapia y fue ingresada de nuevo al centro de menores, Ka la visitaba dos veces por semana.
Poco a poco Ka fue asimilando aquella mala experiencia, y la anterior. Fue asumiendo sus errores, y admirando sus victorias. Pensaba que había sido una chica muy débil por haberse equivocado tanto, pero aquellos meses entendió que cada mal paso la llevaba al buen camino, y necesitaba aprender, aprender a cualquier precio. En casa su madre vio como poco a poco su sonrisa era más pura, como Ka iba cogiendo aspiraciones en la vida, e iba deshaciéndose del miedo a amar a las personas. Y esto la hacía sonreír, y a la vez llorar. Ahora eran una familia de verdad, pero, ¿cómo alegrarse de la finalidad de la unión entre ella y su hija, si la causa era desbordante para la última? Ka le pidió que hicieran terapia juntas. Al principio fueron, luego, abandonó.
Ka visitaba cada día a su abuela. Llevaba los deberes de la terapia del día anterior y los guardaba en una carta, junto con una reflexión. No se le ocurría otra forma de explicarle que estaba bien, que no se sintiera culpable por no poder estar a su lado como la primera vez. Y que la quería cada día más, aunque su presencia cada vez iba a menos.
Recordaba el día que le dieron el alta. Judith obtuvo un permiso para despedirse de ella en la clínica, y lloraba como una magdalena.

-Me alegro tanto, Ka...
-Kairi, llámame por mi nombre, Judith, por favor, tú has sido mi fiel compañera en uno de los caminos más difíciles que he tenido que cruzar, y sabes que me has salvado la vida.
-Sólo he sido tu amiga, como no podía ser de otra forma. ¡No me puedo creer que termines ya la terapia! ¿Qué tienes pensado hacer con todo? ¿Seguirás visitándome?
-Claro, no lo dudes, los miércoles y los domingos, como siempre. Te iré contando, tranquila, sabrás todo.
Judith la abrazó fuerte y enterró sus lágrimas en el  hombro de su amiga. Las terapeutas pidieron un poco de atención con unas risas.
-Por dios, esto no es un adiós definitivo, ¿verdad, Kairi?- dijo una.
-Claro que no- la abrazó la otra- Recuerda pasarte a contarnos todo lo que quieras, ¿si?
-Gracias, doctoras, les debo mucho.
-Señorita, trátanos de tú, nos hemos contado nuestras intimidades. No somos tus doctoras, somos tus amigas.
Kairi sonrió.
-Gracias una vez más. Tengo que irme, mi madre me espera...

Ka sonrió al recordar como se despedían de ella a través de la ventanilla del coche. Reconoció que aquella noche lloró bastante, por miedo, por alegría y por nostalgia a la vez. Al día siguiente empezó su nueva vida y tenía claro qué debía y quería hacer: ver a Adrián.
Había estado llamándola constantemente, y al final tomó la rutina de hablar con su madre a escondidas. Necesitaba saber qué tal estaba, si la terapia iba bien. De vez en cuando se atrevió a preguntar si Kairi le echaba de menos. Pero su corazón se paraba cuando su madre tardaba en contestar. Al final, siempre soltaba un "Todavía no hemos hablado de eso, supongo que cuando se recupere querrá verte". 
Adrián se había arrepentido tantas noches de haberla abandonado... Ni si quiera pudo salvarla de su propio primo si no fuera por Judith y la policía. En aquellos momentos se sentía más solo que nunca. En cuanto metieron a su padre y a su primo en la cárcel, pasó a vivir durante un mes en un reformatorio hasta que cumplió dieciocho años, ya que toda su familia le dio la espalda. Ninguno de sus tíos entendía como alguien tan simpático como ellos dos podían maltratar. No querían creerlo y así lo hicieron.
Entonces, vivía solo, trabajaba solo. A veces le visitaban Helena y David, y el resto del grupo. Pero nada era lo mismo sin Kairi. Si alguien preguntaba por ella, Adrián se derrumbaba, y la tarde se volvía una rutina negra y amarga.
Hasta que un día, exactamente el anterior, recibió una llamada:

-¿Si?
-Hola... siento no dar señales de vida, estaba un poco ocupada y...
-Ka... ¿Kairi?
-Hola, Adrián.
-Kairi... ¿estás bien? ¿Qué tal la terapia?
-Bien, ha ido todo estupendamente bien, gracias. Me preguntaba si podíamos vernos mañana por la tarde.
-¿Nos vemos hoy?
-Oh, lo siento, es que hoy he terminado la terapia y bueno, estoy bastante cansada...
-Si, cierto, me lo dijo tu madre. Lo siento, Dios, soy imbécil...
-¿Mañana...?
-Si, claro, cuando quieras Ka, estoy deseando verte.
-Vale, a las seis en el puente de tu casa.
-¿Seguro que quieres volver por esa zona...?
-Tranquilo, todo está bien. Hasta mañana entonces.

Ahora mismo llevaba esperándola tres horas sentado en aquel puente, donde se conocieron y donde pasaron tantas cosas que marcaron su vida. Ka no llegaba tarde, simplemente él no soportaba la idea de esperarla en casa, solo, tan solo como siempre o incluso más. Necesitaba salir, visualizar el lugar donde se iban a encontrar y rezar para que todo fuese como él deseaba, a pesar de que aquello era imposible. Cada minuto que se acercaba más a la hora era terriblemente cruel. Pero llegó.
Ka vestía un bonito vestido azul marino, y su melena corta caía hasta sus hombros rizada. Adrián se avergonzó de no haberse arreglado suficiente. Fue a levantarse para saludarla pero ella se lo impidió y se sentó a su lado. Adrián tuvo bien claro qué decir:
-Ka, yo... siento decir todo lo que dije aquel día. Me arrepiento de cada una de mis palabras, estaba furioso, frustrado, no entendía la situación y...
-Tranquilo, Adrián, sé que sabes que sólo intentaba ayudarte, y sé que me lo agradeces.
Adrián la sintió más fría de lo normal.
-Por mi parte,-prosiguió ella- siento no haberte contestado a las llamadas. En realidad no contesté ninguna, necesitaba espacio, olvidar un poco a los demás y centrarme en mi misma.
-Por su puesto, no pasa nada. De todas formas hablé con tu madre casi todos los días, ella me iba informando de cómo estabas.
-Gracias por preocuparte tanto, Adrián...
-¿Sabes? Me despertaba cada día escuchando nuestra canción, Forever Young, para recordar que alguna vez te tuve, y que quizás...
-Qué recuerdos...- interrumpió ella señalando el puente.
-Sí, aquí nos conocimos por primera vez.
Ka le miró a los ojos y sonrió.
-¿Qué tal estás desde entonces?
-Me hiciste cambiar de opinión sobre quitarme la vida. Creo que contigo estoy demasiado bien.
Esta vez la sonrisa de ella fue amarga. Adrián notó la tensión en sus hombros y supo que quizás el amor era un tema que ella no podía zanjar todavía. Sin embargo ella prosiguió:
-Adrián, te he echado tanto de menos...
-Y yo Ka...
Ka miró al suelo. Respiró hondo. En el rostro se le veía confusión.
-Si, pero, lo nuestro empezó, se tambaleó y cayó.
-Kairi, no...
-Entiendo que tomaras la decisión que tomaste, pero ahora mismo la mía es esta. Seguir, pero cada uno con su camino.
-No me hagas esto, por favor...
Adrián intentó cogerla la mano, pero ella la apartó, y miró al horizonte.
-Adrián, te quiero. Te he querido como a nadie, y he intentado hacer lo mejor por ti, como tú por mi. Pero no estoy preparada para un "nosotros". Desde que me dijiste adiós entendí que siempre estaré "yo" y sólo "yo". No puedo arriesgarme a tener más despedidas...
Adrián no supo como reaccionar, en su cabeza se atropellaban un sin fin de pensamientos suplicando que Ka no le dejara.
-Kairi, quiero pasar el resto de mi vida contigo.
Ella pareció convencida, pero finalmente negó la cabeza, y le acarició una mejilla mientras dijo:
-No, Adrián, tu vida no puede depender de nadie, y menos de mi. Necesito alejarme de ti, curar heridas. Nadie sabe lo que nos deparará el futuro, quizás algún día volvamos a vernos de imprevisto, o quizás esto es un adiós definitivo.
Por las mejillas de Ka empezaron a caer las lágrimas. Adrián no daba crédito a lo que su suerte le estaba haciendo. Ka no podía irse, no podía dejarlo...
-No estoy preparado...
-Ya lo hicimos una vez, ¿no, Adrián? Ya nos dijimos adiós. Hoy sólo quiero darte las gracias por todo lo que me has dado, y decirte que te quiero a pesar de todo.
-Ka si me dijes que me quieres, no te marches, por favor...
-Adrián, ya cometí el error de querer a alguien por encima de mi. Te quiero, pero debo quererme más a mi. Entiende que lo mejor para mi, y seguramente para ambos, es que esto termine.
Ka se levantó y le tendió la mano una vez más para que pudiera levantarse él también. Y una vez después, lo abrazó con la mayor ternura que le quedaba en su corazón.
-No te imaginas lo que significas para mi- le susurró.
Y secando sus lágrimas en un pañuelo, volvió por donde vino la primera vez, para ser esta, la última.





Con los meses David y Ka estrecharon su amistad, a la par que Adrián y Helena. Esto terminó por separar el nuevo grupo que habían formado. Lo poco que supieron Ka y Adrián, el uno del otro, fue gracias a la relación que David y Helena siguieron manteniendo. Pero poco a poco entendieron que la vida no les iba a dar una nueva oportunidad, y que lo mejor era olvidar.
Adrián consiguió un trabajo dónde más o menos no le explotaban, pues consiguió sacarse el Bachillerato. Vendió su casa y se alquiló un piso más pequeño y barato en la ciudad. Ahorró durante unos años y consiguió pagarse una carrera: medicina. Al mes de entrar en el hospital tuvo un romance con una enfermera. Acabó al año.
Ka por otra parte consiguió mantener sus nuevos amigos, además de Judith y David. Terminó la carrera de psicología especializada en maltrato de género y encontró un trabajo en Londres, donde se fue a vivir con veintiséis años. Allí se enamoró de Clark, un joven fotógrafo. Exactamente el hijo del fotógrafo que años atrás pidió posar a ella y Adrián. 
La vida, una vez más, la había sorprendido.

Final Alternativo 1

Finales de Julio de 2012:

Ka había cambiado, una vez más. Nadie estaba seguro de qué precio tuvo que pagar por ello. Simplemente veían a una chica joven, bonita y fuerte, pero con la mirada algo perdida. No podían leer sus pensamientos, pero sabían de sobra el dolor que se guardaba en el rincón de los recuerdos. A pesar de todo sonreía más de lo que solía hacerlo antes. Sabía que era joven, y la vida impredecible. Aquello podía ser eterno o simplemente durar unos instantes.
Aquella chica de dieciocho años había necesitado dos meses de terapia psicológica desde que el último accidente con Carlos. No había querido ver a nadie durante aquellas largas ocho semanas, sólo a su grupo de terapia contra el maltrato de género, sus dos psicólogas y por supuesto, su familia. 
En la terapia había conocido a Judith, la chica que sin saberlo le había salvado la vida. Ella también había sido engañada y por el mismo hombre. Al principio pensaban que las unía el odio hacia la misma persona, más tarde se dieron cuenta de que sus experiencias eran su apoyo incondicional, y que tras tantos errores, por fin habían conocido a la amiga que necesitaban a su lado. Cuando Judith acabó la terapia y fue ingresada de nuevo al centro de menores, Ka la visitaba dos veces por semana.
Poco a poco Ka fue asimilando aquella mala experiencia, y la anterior. Fue asumiendo sus errores, y admirando sus victorias. Pensaba que había sido una chica muy débil por haberse equivocado tanto, pero aquellos meses entendió que cada mal paso la llevaba al buen camino, y necesitaba aprender, aprender a cualquier precio. En casa su madre vio como poco a poco su sonrisa era más pura, como Ka iba cogiendo aspiraciones en la vida, e iba deshaciéndose del miedo a amar a las personas. Y esto la hacía sonreír, y a la vez llorar. Ahora eran una familia de verdad, pero, ¿cómo alegrarse de la finalidad de la unión entre ella y su hija, si la causa era desbordante para la última? Ka le pidió que hicieran terapia juntas. Al principio fueron, luego, abandonó.
Ka visitaba cada día a su abuela. Llevaba los deberes de la terapia del día anterior y los guardaba en una carta, junto con una reflexión. No se le ocurría otra forma de explicarle que estaba bien, que no se sintiera culpable por no poder estar a su lado como la primera vez. Y que la quería cada día más, aunque su presencia cada vez iba a menos.
Recordaba el día que le dieron el alta. Judith obtuvo un permiso para despedirse de ella en la clínica, y lloraba como una magdalena.

-Me alegro tanto, Ka...
-Kairi, llámame por mi nombre, Judith, por favor, tú has sido mi fiel compañera en uno de los caminos más difíciles que he tenido que cruzar, y sabes que me has salvado la vida.
-Sólo he sido tu amiga, como no podía ser de otra forma. ¡No me puedo creer que termines ya la terapia! ¿Qué tienes pensado hacer con todo? ¿Seguirás visitándome?
-Claro, no lo dudes, los miércoles y los domingos, como siempre. Te iré contando, tranquila, sabrás todo.
Judith la abrazó fuerte y enterró sus lágrimas en el  hombro de su amiga. Las terapeutas pidieron un poco de atención con unas risas.
-Por dios, esto no es un adiós definitivo, ¿verdad, Kairi?- dijo una.
-Claro que no- la abrazó la otra- Recuerda pasarte a contarnos todo lo que quieras, ¿si?
-Gracias, doctoras, les debo mucho.
-Señorita, trátanos de tú, nos hemos contado nuestras intimidades. No somos tus doctoras, somos tus amigas.
Kairi sonrió.
-Gracias una vez más. Tengo que irme, mi madre me espera...

Ka sonrió al recordar como se despedían de ella a través de la ventanilla del coche. Reconoció que aquella noche lloró bastante, por miedo, por alegría y por nostalgia a la vez. Al día siguiente empezó su nueva vida y tenía claro qué debía y quería hacer: ver a Adrián.
Había estado llamándola constantemente, y al final tomó la rutina de hablar con su madre a escondidas. Necesitaba saber qué tal estaba, si la terapia iba bien. De vez en cuando se atrevió a preguntar si Kairi le echaba de menos. Pero su corazón se paraba cuando su madre tardaba en contestar. Al final, siempre soltaba un "Todavía no hemos hablado de eso, supongo que cuando se recupere querrá verte". 
Adrián se había arrepentido tantas noches de haberla abandonado... Ni si quiera pudo salvarla de su propio primo si no fuera por Judith y la policía. En aquellos momentos se sentía más solo que nunca. En cuanto metieron a su padre y a su primo en la cárcel, pasó a vivir durante un mes en un reformatorio hasta que cumplió dieciocho años, ya que toda su familia le dio la espalda. Ninguno de sus tíos entendía como alguien tan simpático como ellos dos podían maltratar. No querían creerlo y así lo hicieron.
Entonces, vivía solo, trabajaba solo. A veces le visitaban Helena y David, y el resto del grupo. Pero nada era lo mismo sin Kairi. Si alguien preguntaba por ella, Adrián se derrumbaba, y la tarde se volvía una rutina negra y amarga.
Hasta que un día, exactamente el anterior, recibió una llamada:

-¿Si?
-Hola... siento no dar señales de vida, estaba un poco ocupada y...
-Ka... ¿Kairi?
-Hola, Adrián.
-Kairi... ¿estás bien? ¿Qué tal la terapia?
-Bien, ha ido todo estupendamente bien, gracias. Me preguntaba si podíamos vernos mañana por la tarde.
-¿Nos vemos hoy?
-Oh, lo siento, es que hoy he terminado la terapia y bueno, estoy bastante cansada...
-Si, cierto, me lo dijo tu madre. Lo siento, Dios, soy imbécil...
-¿Mañana...?
-Si, claro, cuando quieras Ka, estoy deseando verte.
-Vale, a las seis en el puente de tu casa.
-¿Seguro que quieres volver por esa zona...?
-Tranquilo, todo está bien. Hasta mañana entonces.

Ahora mismo llevaba esperándola tres horas sentado en aquel puente, donde se conocieron y donde pasaron tantas cosas que marcaron su vida. Ka no llegaba tarde, simplemente él no soportaba la idea de esperarla en casa, solo, tan solo como siempre o incluso más. Necesitaba salir, visualizar el lugar donde se iban a encontrar y rezar para que todo fuese como él deseaba, a pesar de que aquello era imposible. Cada minuto que se acercaba más a la hora era terriblemente cruel. Pero llegó.
Ka vestía un bonito vestido azul marino, y su melena corta caía hasta sus hombros rizada. Adrián se avergonzó de no haberse arreglado suficiente. Fue a levantarse para saludarla pero ella se lo impidió y se sentó a su lado. Adrián no sabía bien que decir.
-Estás preciosa...
-Gracias...
Hubo un silencio incómodo. Ambos se miraban de reojo sin apenas atreverse a mirarse directamente.
-Me ha dicho mi madre que has estado preguntando por mi todos los días- dijo ella.
-Si, necesitaba hablar contigo, pero me dijo que no podías...
-Si... No podía, lo siento...
-Kairi, está bien, tranquila. Me bastaba con saber que todo estaba yendo bien, y tu madre se encargó de hacérmelo saber.
-Gracias, Adrián. He conocido personas maravillosas en la terapia.
A Adrián se le puso los pelos de punta. ¿Habría conocido otro hombre?
-Muchas chicas que han pasado cosas parecidas a lo mío con tu... bueno, con Carlos...
El cuerpo de Adrián tuvo dos reacciones: alivio por saber que no había conocido a ningún hombre y rabia por saber que aquella terapia la necesitó por culpa de su primo.
-Si lo hubiese sabido antes, te juro que le hubiera matado...
Ka le acarició la mano.
-Tranquilo, ya está pagando por lo que hizo.
-Lo que hizo no tiene condena suficiente.
Ka tembló por un instante.
-Estoy bien... Ya estoy superando todo, lo de Carlos, lo nuestro...
-Ka, yo... siento decir todo lo que dije aquel día. Me arrepiento de cada una de mis palabras, estaba furioso, frustrado, no entendía la situación y...
Ka empezó a llorar. Enterró su cara en sus  manos y Adrián se sintió impotente. Sabía que gran parte de esas lágrimas eran por su culpa.
-Soy gilipollas- dijo resignado.
Ka levantó la mirada interrogativa. Adrián negó con la cabeza.
-¿Cómo puedo hacer llorar a la persona que tanto me ha dado durante todo este tiempo? A veces pienso que me merezco todo lo que me pasa...
-¿Por qué la vida es tan dura? ¿Crees de verdad que todo el mundo tiene lo que se merece?
-Cuando te veo llorar sé que no es así. También sé que hago todo lo que puedo por ser justo y que la vida aprenda de mi.
Ka se secó las lágrimas con un pañuelo.
-Adrián, ¿me sigues queriendo?
Él se quedó perplejo ante esa pregunta. No supo como explicarle que la amaba más que a su propia vida. Se acercó lentamente a su mejilla y le dio un beso. A pocos centímetros vio la sonrisa de Kairi, y supo que podía hacer eso que tanto anhelaba: besarla.
-Te quiero más que nunca, preciosa. Jamás podré encontrar una chica que haga todo lo posible y más por verme feliz. Una chica bonita, inteligente, madura y sincera. Kairi, te quiero, y me arrepiento de todo lo que dije aquella vez. No puedo perderte, necesito que seas mi chica, mi vida.
Ka sonrió mientras la última lágrima se resbalaba de su ojo.
-Te he echado tanto de menos...-susurró.
Adrián la acercó hacia él y la abrazó. Ka se agarró a su cintura. Sabía que aquella era la persona que necesitaba. El uno para el otro, la utopía del amor. La unión. 
-¿Cómo podemos ser tan jóvenes y sufrir tanto? Sólo tengo diecisiete años...
-Supongo que en la juventud está la fuerza, y por ello los palos de la vida.
-La juventud... La quiero contigo, Adrián. Quiero ser joven a tu lado.
-Siempre contigo, Kairi. Siempre jóvenes.



A los pocos meses Kairi recibió un valioso regalo: una parte de la herencia que le correspondería cuando murieran sus padres, para poder alquilar un apartamento junto a Adrián en Madrid. Ambos pudieron ir a la Universidad gracias a ello. Adrián se licenció en medicina, Kairi en psicología especializada al maltrato de género. Al poco tiempo de empezar a trabajar, Kairi y Adrián sufrieron un accidente con veintisiete años: estaba embarazada. Fue una niña, la llamaron Delia. Ka y Adrián se casaron, y cuidaron de su hija con todo el amor, la protección y la confianza que ellos apenas tuvieron.

Capítulo 41

29 de Mayo de 2012:

Kairi.

Mi madre había retrasado su vuelo una vez más para acompañarme ese día. Me había ayudado a calmarme cuando anunció que era hora de prepararse. Me preparó la ropa más formal que había encontrado y me había peinado ella misma con un moño alto.
-Eres una chica muy buena, hija, tienes un gran corazón- me dijo al oído.
Por el camino en coche me pregunté una y otra vez si había merecido la pena ser una buena chica. Dormía y comía poco, sufría ataques de ansiedad, había cometido locuras contra mi cuerpo... Miré las marcas de los cortes en mi muñeca. Apenas eran dos, finos, cortos... En este mundo la bondad se pagaba con maldad.
Mi madre intentó mantener de nuevo una charla sobre mi y Adrián pero la detuve. No podía escucharlo más, no había asumido aquel final. Además, íbamos camino a los juzgados y no estaba suficientemente calmada para asumir aquella conversación.
Cuando entramos dentro de los juzgados me di cuenta de que daba menos miedo del que aparentaba el exterior. Mi madre preguntó por la sala dónde debíamos entrar. Aún quedaba media hora.
Me senté en un banco de un largo pasillo, con las manos cerradas una sobre otra, moviendo una pierna por puro nerviosismo. Había visto escenas en muchas películas, pero jamás estaría preparada para algo así, para condenar a un hombre a pesar de que se lo mereciera.
Me vino a la cabeza la última vez que vi a Adrián. Necesitaba verle una vez más, necesitaba que me devolviera un poco de la fuerza que se había llevado con él, y que él mismo me dio una vez. ¡Estaba ahí por él, tenía que ayudarme una vez más!
Me levanté y busqué entre la gente que entraba y salía de un sin fin de salas. Aquello era demasiado grande, pero sabía de sobra que si le veía, todos los demás desaparecerían. Y así fue.
Mi corazón empezó a latir aceleradamente, y mis pies cogieron su ritmo. Corrí detrás de él, tropecé un par de veces y me tembló la mano cuando la apoyé sobre su hombro, para hacer notar mi presencia.
-Adrián.
Él se giró lentamente. Tenía en sus ojos una mezcla de tristeza y enfado y sabía que era por mi culpa.
-Lo siento mucho, es necesario...
-No voy a perdonarte que me dejes sin padre. Ahora me tengo que ir para declarar ante el juez.
Se giró y se metió en la misma sala que sabía tenía que meterme yo también. Así lo hice, pues vi que mi madre ya estaba dentro. Me indicaron donde sentarme: en primera fila para poder salir a testificar.
El juicio pasó lento. Sentía todas las miradas de la sala ante mi cuando me hicieron levantarme. Sentí el dolor de Adrián en mi piel cuando describí con detalle la escena. Juré decir la verdad, y aunque él no se diera cuenta, era lo mejor, era por él. Sentí la mirada asesina de su padre y como se me entrecortaba la respiración de miedo.
Pero todo eso pasó por fin. Cuando terminó sólo quería beber una botella de agua, irme a casa y ponerme a llorar en la cama. Habían condenado al padre de Adrián. No me enteré exactamente cuántos años, estaba pendiente de la reacción de Adrián. Se marchó enfadado cuando levantaron la sensión y apenas pude ir detrás de él. Me quedé mirando como se marchaba por el pasillo.
-No me enteré de que mi primo tenía novia hasta cuando dieron la noticia de que encarcelarían a mi tío. Admito que jamás le habría visto con una chica, pero aún menos me imaginaba a mi primo con una chica como tú, Kairi...- una voz conocida me asaltó por detrás.
Me daba miedo darme la vuelta. Me tembló todo el cuerpo cuando le vi. Carlos, el chico que me violó, el... ¿primo de Adrián?
-No puede ser...- solté aterrorizada.
-Ya ves, las vueltas que da la vida. Te vi hace un año y algo en una fiesta, ibas muy guapa, aunque no tanto como hoy- me acarició la mejilla.
Yo aparté la cara con asco.
-No te acerques.
-¿O qué? ¿También me vas a denunciar?
-Déjame, me marcho.
-¿No me das un beso de despedida?
Me agarró de la cintura y me atrajo hacia él. Yo le di una bofetada y me fui, sabiendo que no me iba sola.

Adrián.

Quizás me había pasado. Pero Kairi no entendía que me había dejado sin la poca familia que tenía. Mis tíos apenas me dirigieron la palabra aquella tarde, pensaban que yo también había colaborado en la denuncia. Por un momento, cuando me llamaron a testificar, estuve a punto de decir la verdad. Estuve a punto de decirle al juez y a mi familia que mi madre se suicidó por culpa de sus maltratos constantes, maltratos que yo había heredado.
Retrocedí un par de pasos con la duda en el cuerpo sobre si debería perdonarla. La había echado mucho de menos aquellos días y me sentía completamente vacío sin ella.
Pero la duda se me disipó cuando me sorprendí viéndola arrimada a mi primo Carlos. Cabrón, siempre se llevaba a todas las chicas, y ahora pretendía llevarse a la mía. Me quedé bocabierto cuando Ka, enfadada, le soltó una bofetada e intentó irse. Seguramente mi primo la habría dicho alguna guarrada, y Ka no era así. Sin embargo, él parecía estar especialmente interesado en ella: la perseguía. Ka pasó enfrente mía. Me miró con ojos suplicantes y me susurró algo, pero no supe leerle bien los labios.
Me cabreó bastante. No entendía que estaba pasando.
Decidí irme a la cafetería del Tribunal y pedirme una tila. Estaba con los nervios a flor de piel, necesitaba pegar a alguien por extraño que pareciese. Yo no era así pero... pero ella me hacía perder los papeles.
-Adrián- me llamó una voz, pasado un buen tiempo.
Me encontré a la madre de la que había sido mi novia durante este tiempo sentándose enfrente de mi. Aquella mujer me había pagado comida, viajes... Se había comportado conmigo como una madre de verdad, y por ello no podía negarle una conversación, aunque esta fuera seguramente sobre lo mal que lo estaba pasando su hija, y lo mal que la había tratado yo.
-Adrián, ¿has visto a Kairi?
Torcí el gesto.
-No... Osea, sí... La vi saliendo del Tribunal.
-No me puedo creer que se haya ido sin mi... Temo que haga alguna locura.
Se me tensó el cuerpo. ¿Locuras?
-Me ha llamado como unas diez veces y ahora no me coge el móvil...- prosiguió ella.
Se la veía preocupada de verdad, y eso hacía que yo también estuviera así.
Hice memoria. La última vez la había visto con Carlos, le había dado un bofetón y él la había perseguido... Pero... ¿hasta su casa?
-Verás, Adrián... He visto por aquí cerca al chico que la hizo daño... ya sabes...
Se cayó el alma a los pies. ¿Estaba el chico que la forzó? ¿Aquí?
-Si la hubiera visto... No sé si llamar a la policía...
En mi cabeza empezó a montarse una macabra película sobre qué podía haber pasado con Ka, y extrañamente todo coincidía. El violador estaba aquí, Ka se veía alterada cuando estaba hablando con mi primo, y éste la estaba persiguiendo... Y Ka había pasado por delante de mí y me había susurrado...
-Ayuda...
-¿Cómo?- dijo Ana.
-¡Joder, Ana, coge el bolso y vámonos!
Ana se asustó muchísimo, pero no había tiempo para explicaciones. La llevé agarrada del brazo hasta su coche y la hice volver a nuestra ciudad. Mientras la presionaba para que acelerara, pensé en qué lugar podía  haber ido Ka. Se me ocurrió que podía haber ido al puente, dirección a la casa abandonada, nuestra casa como solíamos decir. No tenía ningún sentido que hubiera  ido allí, pero tenía un pálpito y mis nervios sólo me dejaban reaccionar, no pensar.
-¡Dirección a mi casa!

Kairi.

No sé por qué le pedí ayuda a una persona que me odiaba, ni por qué había ido al puente sabiendo que él no vendría a ayudarme. Ya sólo me quedaba correr y esconderme como pudiera.
En el metro no le había visto entre la gente, pero notaba su presencia, su mirada, analizándome... Cuando salí de él intenté andar lo más rápido posible. Notaba sus pasos detrás de mi, e incluso me había parecido escuchar su risa.
-¿Sabes?, siempre me quedé con ganas de más, pero es curioso que ahora también quiera matarte por lo que le has hecho a mi familia.
Aquella fue mi señal. Eché a correr en dirección a la casa abandonada. El aire entraba y salía de mis pulmones deprisa, y forzaba más de lo que podía a mis piernas para huír. No podía alcanzarme o esta vez no podría contar lo hijo de puta que se portaba conmigo Carlos. Pero desgraciadamente un tobillo me tembló, y me hizo caer al suelo.
Sentí mi cuerpo temblar. Creía que conocía el miedo, pero en aquel momento me di cuenta de que era algo que pocas veces había sentido en mis entrañas.
No sabía si era a causa de la caída, o de los golpes que Carlos había empezado a darme tras alcanzarme, pero  no conseguía mover ninguna parte de mi cuerpo. Tampoco quería. Asumí que había llegado mi final y quería aprovechar mis últimos momentos nombrando en mi mente a las pocas personas que me habían hecho feliz.
El corazón me latía con fuerza, como si no quisiera presenciar aquella escena, como si fuera a irse, huir para no morir...
Huir.
Sólo una persona encuentra toda su fuerza cuando encuenra su deseo de vivir.
No me podía estar pasando esto. Otra vez no. Reuní todo el calor que pude para removerme debajo de él, necesitaba huir. Se lo debía a mi madre, se lo debía a Adrián. No iba a permitir que me perdieran tan pronto.
Y debía hacerlo por mi. No recordaba de qué color era el cielo cuando amanecía. No me había despedido de la salada y suave brisa del mar. Jamás me había bañado en el frío agua de un río. ¡Por Dios, era muy joven!
La rabia se hizo hueco entre mi suma tristeza. Volví a temblar, pero esta vez fue diferente.
Un grito desgarrador salió de mi garganta, acompañado de un brazo que subía y aterrizaba en la cabeza de Carlos.
Él contestó con algún insulto que yo no pude escuchar. Mi sentido común se había apagado: en mi cuerpo reinaba una ciega sed de venganza.
Carlos me propició un tortazo que me hizo girar la cabeza. Sentí lágrimas caer por mis mejillas. Él reía, proclamando su victoria.
Ese era el momento: huír.
Sin embargo no me alejé de él ni un centímetro, si no que me acerqué con los puños apretados. Quería ver sufrir a la persona que tanto me había condicionado la mía, que había destrozado mi persona.
Me agarró de la muñeca cuyo puño intento derribarle. Me hizo daño pero supe lo que tenía que hacer; le di una patada en la entrepierna. Aproveché que se retorció para darle un directo en la nariz.
Empezó a sangrar. Me la devolvió: empezó a sangrarne la boca a mi. Le miré a los ojos: había dejado de ser un juego para él, podía ver la rabia y el odio inyectados en ellos. Aquel día era diferente a la última vez, era o él, o yo.
Al parecer ninguno de los dos se lo tomó a broma. Yo intenté herirle con una piedra y él consiguió tirarme al suelo de nuevo, poniéndose encima mía.
-No sé si violarte primero, o matarte.
-¡Calla, hijo de puta!
Le di un cabezazo. Él empezó a pegarme puñetazos, uno tras otro. Me estaba despidiendo ya de este mundo cuando alguien vino corriendo a detener su próximo ataque.
-¡Suéltala!- escuché a Adrián.
Apenas podía ver ya. Intenté levantarme pero no pude. Estaba casi insconsciente, lo único que me mantenía despierta era la incertidumbre de saber si Adrián iba a salir mal parado de aquella pelea. Su primo era fuerte y él apenas se había pegado con nadie.
Pero no sabía el dolor y la rabia que llevaba Adrián dentro por lo que su primo me había hecho, y eso fue suficiente para darle fuerza y valor. Se enzarzaron en una pelea que yo apenas pude ver. Sólo escuchaba gritos, quejidos e insultos. Amenazas de muerte.
Y de pronto, la salvación.
-¡Alto, policía!
Los golpes dejaron de oírse. Escuché como dos personas se arrodillaban. Seguramente estaba deteniendo a los dos.
-¡Quedáis detenidos! Tú, Carlos, quedas acusado de agresión y tráfico, entre otros delitos. Te va a caer una buena.
-No sé de qué me estan hablando- dijo de forma arrogante.
-Sí lo sabes- apareció la figura de una chica no mucho más pequeña que yo.
-Judith...- dijo Carlos.
-Lo siento, pero tienes que pagar por lo que has hecho. La policía lleva siguiendo tus pasos desde hace varios meses gracias a toda la información que yo les di. Ahora vas a pagar todo el daño que le has hecho a todo el mundo.
Alguien me cogió y me tumbó en algún sitio. Supuse que era una camilla, pues había escuchado las sirenas de la ambulancia. También empecé a sentir el llanto de mi madre a mi lado. No sé cuánto tiempo llevaba en aquella escena.
Después, no sentí nada más.

sábado, 4 de enero de 2014

Capítulo 40

8 de Mayo de 2012:

Habían pasado dos días.
Dos días desde que Adrián había salido del hospital. Dos días desde que él no respondía a las llamadas de ella. Dos días desde que Ka tomó la decisión de aparecer por comisaría.
Supo que por su bien tenía que ir a ver a Adrián en ese mismo instante. No se detuvo en mirar si la ropa que llevaba puesta la convencía para salir. Simplemente lo principal era eso: salir y llegar cuanto antes a casa de Adrián.
Durante el camino se imaginó mil escenas de reencuentro. Se imaginó a Adrián dándole las gracias por ayudarle, a ambos haciendo el amor, incluso a Adrián llorando por su padre y ella consolándolo. La última escena no era de gran agrado, pero sabía que podía suceder y sobretodo superarla, pues estarían juntos y ya nada iba a interponerse.
Sonrió de alivio cuando llegó a la casa de Adrián, y le abrazó con fuerzas cuando él la recibió. Sin embargo en ninguna de sus escenas sucedía aquello: Adrián se había quedado rígido con los brazos caídos, sin abrazarla, sin besarla.
-No esperaba verte- dijo con un tono sombrío y seco.
-Necesitaba verte... ¿Puedo pasar?- contestó Ka indecisa.
Adrián se hizo a un lado para dejarla pasar. Ka se dirigió al comedor cuando Adrián empezó la conversación:
-Ayer se llevaron a mi padre.
Ka tragó saliva.
-Era necesario.
-Yo no lo creo así.
-Adrián...
-Dime, ¿en qué momento pasaste de ser mi novia a la dueña de mís decisiones?
-Adrián, no era sólo tu decisión. La denuncia está a mi nombre, la que declarará en el juicio soy yo, no tú, no tengas miedo...
-No es miedo lo que siento, Ka, es rabia, ira... Me siento traicionado por alguien a quien amo.
-Ahora no lo ves, pero, no te he traicionado, simplemente he hecho lo que era mejor para ti...
-¿Para mi o para tu conciencia? ¡Eres una egoísta! A ti te abandonaron tus padres, pero tenías a tu abuela, yo en cambio no tengo a nadie.
-¡Me tienes a mi!
-No, en ti ya no confío.
-¿¡Y en tu padre si!?- gritó entre lágrimas ella.
-Ahora mismo ni confío ni tengo a nadie... Por tu culpa.
-Te estás pasando, Adrián, yo sólo quería lo mejor para ti, no me lo hagas pagar de esta manera...
-Ka, creo que es mejor que te vayas y no vuelvas.
Aquellas palabras atravesaron el corazón de Kairi, produciendo pinchazos y angustia.
-No... No quieres eso...
-No quiero verte.
-Adrián, nos queremos...
-Tampoco estoy seguro de eso.
Ka intentó respirar y poder caminar hacia la salida.
Kairi se levantó aquel día más destrozada que el día anterior. Tenia pesadillas con lo sucedido y Adrián no calmaba sus nervios rechazando sus llamadas.
Estaba sola en casa. Pero internamente la acompañaban un sin fin de sentimientos y pensamientos. Había sido una inútil, pensaba que no servía para nada y que eso la había hecho quedarse sola siempre durante toda su vida. Su madre la había abandonado, aquel chico la había maltratado, su abuela murió y ahora Adrián parecía abandonarla también. Era consciente de lo cruel que era el mundo con ella y se preguntó: "¿y si soy yo el error? Debo estar haciéndolo muy mal para que siempre acabe bien jodida".
Una lágrima cayó por su rostro. No podía llorar más porque no le quedaban fuerzas. Su cuerpo reaccionaba lento y su mente no atendía a la realidad. No supo por qué aquella mañana se dirigió a la cocina y cogió el cuchillo. Cuchillo que acabo rompiendo la piel de su muñeca izquierda en un corte horizontal y no demasiado profundo.
La sensación que le produjo ver ese hilo de sangre cayendo por su mano era difícil de explicar. Se sentía triste por haber llegado a ese extremo y a la vez sentía liberación.
Puso la herida bajo un chorro de agua bien fría y se la curó. Cuando dejó de sangrar y de doler relativamente decidió ocultarla detrás de una buena capa de maquillaje y una gran cantidad de pulseras. Apenas se notaba. Parecía que para ocultar heridas si servía.
El resto del día se había quedado en su habitación llorando. Su madre había entrado a dejarla comida, pero no tenía apetito.
Ana estaba demasiado preocupada por su hija. Se mudaría a Londres en pocas semanas y no estaba segura de dejarla sola y en ese estado. No quería abandonarla otra vez, pero tampoco podía retrasar mucho más su vuelo. Quizás ahora que lo habían dejado Adrián y ella, cedería a irse a vivir con sus padres. Quizás irse de España y empezar una nueva vida era lo apropiado.
Los días pasaban lentos al igual que los pensamientos. Kairi asumía poco a poco que siempre estaría sola, pero aquello no hacía que dejara de doler.
Un día su madre entró en su habitación e intentó convencerla de que comiera y saliera a la calle. Le dio un ataque de nervios al ver que su hija no reaccionaba, por lo que Ka llamó a David y quedó con él sólo para tranquilizar a su madre.
Se puso unos pantalones blancos y una camiseta de tirantes negra, como su estado de ánimo.
Habían quedado en el parque donde siempre habían fumado porros. Estaba entre unos edificios y apenas se veía policía por esa zona.
David terminó de liar el porro de Kairi y ella lo cogió con impaciencia para encenderlo y empezar a fumar.
-Te veo mala cara- dijo David.
-Vaya, gracias.
-Y más delgada. ¿Comes bien?
Ka le miró y sonrió.
-Hacía tiempo que no fumaba algo tan bueno, ¿nuevo camello?
David sabía de sobra que se había algún tema que Kairi quería esquivar lo haría con gran maestría y jamás hablaría sobre ello.
-Sí.
-Me gusta, felicítalo de mi parte.
-Está bien.
David no sabía muy bien por donde zanjar el tema que sabía de sobra había hecho que su amiga dejara de comer.
-Fuiste valiente, Ka. Te comportaste como una campeona.
Ka sabía de sobra de qué hablaba. También sabía que estaba enterado de todo gracias a Helena.
Dio una intensa calada.
-Me comporté como una gilipollas que metió las narices donde no la llamaban.
-Le salvarte.
-Si, ¿a qué precio?
Ka empezó a temblar. David la abrazó fuerte. Sabía que se iba a venir abajo.
-Me ha dejado...
-Lo sé, pero seguro que abre los ojos y ve que fue un error.
-No los abrirá. Dijo que no estaba seguro de quererme...
-Estaba enfadado, Ka...
-Me echó de su vida. Primero me dio las gracias por salvásela y luego me echó de ella.
-La verdad es que se ha portado como un cabrón... Pero Helena ha estado con él y lo está pasando fatal también...
-Por mi culpa...
-No te culpes, pequeña.
-No va a volver... Siento que...
-¿Qué sientes?
-Le echo de menos... Echo de menos sus besos de buenas noches, dormir juntos y abrazados, hacer el amor en silencio. Echo de menos como me miraba, como le gustaba que a mi me gustase, como me abrazaba cuando todo iba mal. Echo de menos escucharle hablar, sonreír a dos milímetros de sus labios. Echo de menos el ligero miedo a perderle, y parecerme increíble estar con él...Echo de menos que era la persona que más me protegía, la persona en la que me podía refugiar si algo iba mal, la liberación personificada... Y sobretodo echo de menos todos los planes que nos quedaron por hacer.
-Le querías mucho, es normal que sientas ese vacío. Pero pasará, pequeña, como todo pasa.
-No quiero que todo pase. Quiero que vuelva y me diga por qué se fue, por qué se terminó tan pronto...
-Lo peor de los finales es que nunca los ves llegar. Nos pillan de imprevisto y nos exigen un Adiós cuando apenas podemos reaccionar. Viene de golpe y lleno de golpes.
-No quiero más golpes, y a pesar de todo sé que muchos no dependen de mi... No sé qué hacer.
-Sonríe.

Capítulo 38

4 de Mayo de 2012:

Enroscó entre sus dedos una vez más uno de sus cortos rizos marrones. Le encantaba ver como fuera amanecía y como dentro de su cama dormía su chica.
O mejor, su mujer, pues cuando la veía dormir desnuda a su lado se asombraba de lo fácilmente que reconocía los pequeños detalles que la habían hecho crecer y convertirse en adulta. Tenía la cara más delgada y la figura dotada de curvas que a él personalmente le volvían loco. Sus labios parecían más rojos y su sonrisa más perfeccionada, casi calculada. Incluso los gestos que hacía cuando estaba despierta y su propio habla parecía digno de una mujer casi perfecta.
Ahora su cabello era de color natural, castaño, y tan corto como podía ser un cabello rizado que llegara por los hombros. Su vestimenta cambió del todo. Kairi tenía el armario repleto de sencillos vestidos, camisetas de gasa, faldas... Ya no se privaba de enseñar quién era realmente.
Adrián por su parte había crecido, era un poco más alto. Había entrenado bastante, había adelgazado y marcado su cuerpo. Había empezado a dejar de afeitarse la poca barba que le salía, y le daba un toque bastante varonil que a Kairi le volvía loca.
Había pasado mucho tiempo desde que se conocieron. Habían vivido muchas experiencias. Compartieron juntos mañanas de amor, tardes de fiesta acabadas en noches de locuras y pasión. Habían conocido lo que era ser adulto, pues Ka tenía los dieciocho años cumplido, y, aunque a Adrián le quedaban dos meses, aparentaba hasta veinte años.
Vivieron juntos todas las estaciones del años, todos los atentados, todas las noticias que cambiaron el mundo, pero no su mundo. Vivieron peleas, reconciliaciones, besos, abrazos, golpes y alguna que otra lágrima.
Un bostezo de Ka sacó de los recuerdos a Adrián. Ella se giró para mirarle. Se sonrojó como cada mañana que le encontraba a su lado, y se tapó ligeramente con la sábana su cuerpo.
-Buenos días, preciosa- le dijo Adrián besándola.
-Mmmm... buenos días, cariño.
-Todavía no he preparado nada, ¿qué quieres desayunar?
-Oh, déjalo. Hoy había quedado con mi madre para empezar a empaquetar sus cosas. Dentro de un mes se irá a Londres. La casa de mi abuela quedará totalmente vacía para ti y para mi.
Ka se abrazó a Adrián. Ya sentía el futuro que tanto había soñado en sus manos. Vivir cada segundo de cada día junto a él, tener su casa donde no tendrían que esconderse de nadie, ganarse la vida juntos, luchando día a día por su relación.
-Está bien. En ese caso deberías ir vistiéndote. Son las doce y ni nos hemos dado cuenta.
-Claro.
Ka empezó a vestirse mientras Adrián se ponía unos calzoncillos para despedirla.La acompañó hasta la puerta en silencio.
-¿Nos vemos esta tarde?- dijo en voz baja.
-¿A la hora de siempre?
-A la hora de siempre.
-Paso a buscarte. Adiós, cariño.
Se despidieron con un ligero beso en los labios.

Horas más tarde...

Tras haber pasado toda la mañana y parte de la tarde ayudando a su madre a empaquetar ropa de invierno, de otoño... cremas, fotos... y la gran cantidad de objetos personales que había acumulado en aquella casa, se dio prisa en ducharse y arreglarse para ir a ver a Adrián.
Hacía días que habían estado quedando con sus amigos y apenas se habían visto a solas menos la noche anterior. Estaba deseando volver a repetirlo, asi que en cuanto pudo se hallaba tocando la puerta de Adrián, a la hora de siempre. Y él abrió como siempre. Menos por un detalle.
Ka entró en casa rápidamente, encendió la luz y agarró a Adrián de la barbilla.
-¿Qué ha pasado?- preguntó seria.
-Olvídalo, Ka, da igual...
Ka acarició con delicadeza el hinchazón morado que tenía Adrián en el pómulo izquierdo.
-No me pidas que olvide que alguien te haga daño.
Adrián no supo que contestar. Ka le agarró de la mano y le llevó al sofá.
-Ha sido tu padre, ¿verdad?
Él asintió, apartando la mirada.
-¿Qué ha pasado?
-Se está gastanto todo el dinero que tenemos en los bares. Incluso el que nos prestas... Y no pienso consentir algo así.
-Discutisteis y...
-Empezamos como siempre, con amenazas, y al final con golpes. Me fui de casa para no seguir con la pelea. Le veo pocas veces, pero cuando lo hago, es horrible... No puedo con él.
Ka le acarició la mejilla.
-Adrián, denúnciale.
-Kairi, esto ya lo hemos hablado.
-Si, pero nunca se zanja este asunto. La solución no es quedarte de brazos cruzados y esperar a recibir el siguiente golpe. Basta ya, denúnciale. En dos meses serás mayor de edad y no dependerás de él.
-Si, ¿y mientras tanto? Además, es mi padre, mi familia, y no puedo hacer eso.
-Un padre jamás maltrataría a su hijo. Él no es tu padre, Adrián, es un maltratador alcohólico...
-Ka, no pienso hablar más de este tema. No lo haré y punto.
-Como quieras, Adrián... No me quedaré aquí para ver como dejas que te arruine.
Ka cogió su bolso y se fue de la casa.
No podía aguantar esa situación, se sentía terriblemente impotente. No sabía que podía hacer, ella sólo era una novia al margen de todos los problemas que pasaban en la vida de Adrián.
Le vino a la cabeza el nombre de alguien que podría ayudarla. Supo de sobra dónde encontrarla: en casa de David. Llamó nerviosa y abrió él mismo.
-¡Ka! ¿Qué haces aquí?
-¿Estás con Helena? ¿Puedo hablar con ella?
-Si, claro. ¿Estás bien, pequeña?
-Si, tranquilo. Al parecer no va conmigo el asunto...
David dejó pasar a Ka al salón, donde encontró la amiga que estaba buscando.
-¡Ka! Pensaba que estabas con Adrián.
-Estaba... ¿Podemos hablar en privado?
David y Helena se miraron. Ka estaba muy rara. Helena se levantó del sofá y se dirigió a una habitación.
-Acompáñame- le dijo.
Una vez estuvieron dentro y con la puerta cerrada, Ka no dudó en soltarlo todo:
-Su padre le ha vuelto a pegar.
Helena se llevó las manos a la boca.
-No jodas...
-Han tenido una discusión por dinero y... Esta vez se ha pasado. Tiene todo el pómulo hinchazo, quizás debería haber ido al hospital y todo...
-Nunca irá si no es grave...
-¿Qué hago, Helena?- dijo Ka casi llorando.
-Ka, tranquilizate, tú no puedes hacer nada, debe ser él.
-¿No puedo hacer nada? ¿Y que tengo que hacer? ¿Quedarme sentada viendo como mi novio es maltratado por su padre? No puedo, Helena, no puedo.
-¿Y qué piensas hacer entonces?
-Denunciarle.
-No tienes pruebas suficientes, y dudo que a Adrián le haga mucha gracia. Yo también intenté por todos los medios convencerle de que era la mejor opción, pero está aferrado a la idea de que es su única familia...
-¿Cómo se puede llamar familia a alguien tan cruel?
-Adrián nunca conoció otra cosa...
Ka soltó la primera lágrima.
-No creo que pueda aguantar verle así por mucho tiempo.
-Debes hacerlo, es lo único que puedes hacer... Estar a su lado.

Capítulo 39

6 de Mayo de 2012:

Llamó a la puerta un poco más tarde de lo normal. Temió que no estuviera en casa, pero sus dudas se desvanecieron enseguida.
-Kairi...- dijo él.
Ka se abrazó a él con fuerza sin previo aviso. Llevaban sin hablar dos días y habían sido los peores desde hacía mucho tiempo. Necesitaban espacio para pensar, y el orgullo tampoco se los puso fácil.
-Perdóname por haberte abandonado el otro día así...
Adrián rodeó con los brazos a Kairi y acarició sus rizos. Le dio un beso en la cabeza mientras ella enterraba su rostro en el pecho de él.
-No pasa nada, amor, entiendo que te pusieras nerviosa... No estás acostumbrada y tampoco me gusta que vivas esta situación.
Ka le miró a los ojos y sonrió.
-Contigo tengo que vivir cualquier situación, por necesidad.
Adrián sonrió. La besó y la invitó a entrar. Se sentaron en el sofá.
-¿Habéis vuelto a discutir?
-No, tranquila. Apenas le he visto.

-Me alegro... Parece que tienes mejor el golpe. Ya no está tan hinchado...
-No, la verdad es que me curo pronto. Y eso que me han faltado tus besos.
Ka echó a reír. Luego le miró fijamente a los ojos.
-Entonces tengo muchos acumulados que darte.
Se acercó lentamente a sus labios, y posó los suyos. Poco a poco abrió la boca para hacer más intenso el momento. Adrián le moridó levemente el labio inferior. Ka cerró los ojos. Quería dejarse llevar y eso haría. Olvidar todo por un momento y disfrutar el instante. Adrián empezó a besarla por el cuello, y Ka se colocó encima de él. Desnudó a Adrián a la par que se iba desnudando ella, y la ropa iba cayendo poco a poco por el suelo...
-Hazme tuya- susurró Ka.
Adrián se volvía loco cada vez que le pedía aquello. La tumbó sobre el sofá y se puso encima de ella con cuidado de no dejar todo su peso sobre su cuerpo. La estaba besando los pechos cuando escucharon un ruido: la puerta abrirse.
Adrián abrió los ojos de par en par. Miró la hora: eran las siete, imposible que su padre hubiera vuelto tan pronto del bar.
-¡¡Adrián!!- gritó una voz áspera y borracha yendo hacia el comedor.
-¡Joder, joder, vístete, Ka!
Ella apresuró a ponerse el sujetador y los pantalones, pero no la dio tiempo a más. Un hombre mayor y sucio la miraba desde la puerta del comedor. Sintió su cuerpo temblar mientras la observaba y sonreía. Sintió también la tensión en el cuerpo de Adrián, procurando ponerla detrás de su padre para que no la viera de ese modo. Ka se terminó de vestir mientras el silencio reinaba en aquel instante.
-Es una amiga, ya se iba...- dio por explicado Adrián.
Su padre echó una carcajada.
-¿Una amiga? ¿Te ibas a follar una amiga?
Ka tragó saliva. No sabía como tomarse aquella ironía cómica.
-Soy su novia, siento molesta...
-Calla, zorra.
Kairi vio apretar los puños a Adrián. Le puso una mano en el hombro para recordarle que no debía perder los nervios.
-Ya nos íbamos- dijo Adrián intentando salir por la puerta.
Pero su padre le empujó.
-Me he vuelto del bar porque no tenía dinero ¿y te traes a casa una prostituta? Bastardo de mierda...
-No vuelvas a llamarla eso...
-Adrián...- avisó Ka.
-Estoy en mi puta casa, llamaré a la fulana como yo quiera, igual que haré contigo lo que yo quiera.
Kairi apretó fuerte la mano de Adrián. Éste intentó respirar y salir, pero de nuevo su padre le impidió el paso. Agarró de la muñeca a Ka y la puso a su lado.
-Ya que la pagas con mi dinero, la pruebo yo.
Ka abrió los ojos de pánico al escuchar las palabras de aquel borracho. Adrián reaccionó rápido estallando como un volcán. Le dio un puñetazo en la cara a su padre. Agarró a Ka y la invitó a salir de casa.
-¡Vamos, vamos!
Pero su padre ya le había agarrado del hombro y le había hecho girarse para acabar en el suelo. Ka lo vivió todo muy rápido, de pronto se encontraba de pie, en el recibidor de aquella casa, viendo como el padre de su novio se cebaba a pegarle sin piedad. Adrián intentó defenderse alguna vez, pero fue totalmente inútil. Ka vio con pánico como poco a poco perdía las fuerzas y su padre pegaba más fuerte. Miró a los lados y fue instantáneo: cogió un jarrón y lo lanzó con fuerza a la cabeza de Ricardo, el padre de Adrián. Este cayó desmayado al suelo.
-¡Adrián!- gritó mientras se tiraba al suelo en busca de una respuesta. -¡Adrián, por favor, dime algo!
Buscó corriendo el móvil y llamó a una ambulancia. No sabía exactamente qué hacer, sólo esperaba una respuesta.
-¡Adrián! ¡Adrián!
-Ka...
Lloró de la emoción al escucharle hablar. Intentó ayudarle a levantarle pero gritó del dolor: había recibido un duro golpe en las costillas.
La ambulancia vino relativamente rápido, dada a la mala sanidad del país. Kairi vivió cada instante de espera como miles de tormentos. Procuró que Adrián siguiera consciente, le preguntó si se acordaba de tantos momentos juntos que ella revivió allí, tirada en el suelo de la entrada de aquella casa, sujetando a Adrián en su regazo.
Se preguntaba internamente por qué cuando el presente y futuro se presentaban tan dulces sucedía un suceso amargo. La vida daba siempre una de cal y otra de arena.
Maldijo en voz baja la mala suerte de ambos, y odió internamente a Ricardo, el padre que yacía en el suelo inconsciente al lado de ellos.
Cuando por fin vino la ambulancia el SAMUR no se molestó en indagar sobre lo sucedido. Pusieron a ambos en una camilla y Ka subió en la ambulancia que trasladaba a Adrián. Rápidamente llegaron al hospital y Kairi tuvo que quedarse en la sala de espera mientras los veía entrar en camilla por una puerta privada. Un médico de unos veinte años se acercó a ella:
-Buenas tardes, soy el doctor Garrido. ¿Conoce a los pacientes?
-Si...
-Necesitamos que nos de sus identificaciones para localizar a sus familiares.
-Son padre e hijo, no tienen más familia.
El doctor calló durante un momento. Luego posó una mano en el hombro de ella.
-¿Qué te parece si tomamos un café o una infusión?
Ka asintió con la cabeza baja. El doctor la guió hasta la cafetería, pidió dos tilas y las llevó a una mesa relativamente apartada de la gente.
-¿Cómo te llamas?
-Me llaman Ka...
El doctor hizo una mueca.
-Verás, Ka, soy uno de los psicólogos del hospital y generalmente soy yo el que se encarga de sacar información sobre pacientes que parecen ingresar a causa de violencia. No tengas miedo, Ka, cuéntame qué ha pasado.
Ka tragó saliva. Le iba a costar mucho revivir la escena para contarla, pero poco a poco contó al doctor con todo detalle la escena que había presenciado.
El doctor se frotó las manos.
-Verás Ka, en estos casos el hospital está obligado a denunciar a la Policía lo sucedido y la única testigo presente eres tú...
-¿Qué me pasaría a mi? Yo le di un jarronazo a su padre para que parara...
-Tranquila, el juez determinará que fue un golpe por defensa. Tú ahora debes guardar la calma y cuando venga la policía contar todo con todo detalle.
Ka empezó a llorar.
-El chico y tú, sois pareja ¿verdad?
Ka asintió mientras enterraba el rostro en sus manos.
-Ka, escúchame. Si tenías la mínima idea o prueba de que tu pareja sufría maltrato, debías haber denunciado.
-Pero él no me deja...
-Ninguna víctima suele denunciar su agresor. Por eso es su entorno el que debe hacer justicia y tú todavía estás a tiempo. Tu denuncia reforzaría la del hospital. Yo hablaré con el chico e intentaré que ponga de su parte.
Ka vio una salida. Asintió indecisa a pesar de ello.
Más tarde vino la policía para dar parte. Luego el doctor habló con Adrián para que diera parte de lo sucedido, pero se negaba. Ka intentó hablar con él antes de que la policía tomara nota.
-Adrián, cariño, ¿cómo estás?
Kairi se acercó a la camilla y le besó con cuidado.
-Preciosa...-dijo con voz cansada Adrián- ¿Qué haría sin ti?
-Nada, porque nunca estarás sin mi. Estaré siempre para protegerte y cuidarte.
-Me has salvado la vida por segunda vez. Eres mi ángel.
A Ka se le resbaló una lágrima al verle con la cara hinchada y llena de hematomas.
-Adrián, hay que parar con esto. Tenemos que denunciar a tu padre y poder vivir tranquilos.
-No, Ka, no voy a volver a discutir esto...
-Adrián es nuestra obligación hacer justicia, ¿vas a dejar que te maltrate cada uno de sus días?
-Hay más opciones. Puedo evitarle, he pasado días y días sin cruzarme con él...
-No, Adrián, evitarle no es la solución. Tu padre está mal, es alcohólico y maltratador. Necesita tratamiento y cumplir condena, quizás así sea un padre de verdad.
Adrián la fulminó con la mirada.
-No pienso encerrar a mi padre.
-Y yo no pienso dejar que sigas viviendo así.
-¡Ka, por favor!- gritó nervioso.
Empezó a toser y Ka le pasó un vaso de agua. Le acarició la frente.
-Tranquilo, cariño, tranquilo...-susurró- Todo saldrá bien...
Más tarde...
Ka llegó a su casa temblando. Tenía claro lo que debía hacer pero no sabía muy bien como iba a salir.
Cerró la puerta de un golpe y se echó al sillón a llorar. Su madre salió de la cocina asustada.
-¡Hija, ¿qué ha pasado?!
Ka levantó su cara roja y empapada de lágrimas. Le temblaba los labios cuando le contó toda la historia a su madre. Le habló de Ricardo y su relación con el alcohol, las deudas... De cómo trataba a su hijo, del consejo del doctor Garrido sobre denunciar y de la negativa de Adrián al respecto.
Su madre la besó la frente.
-Cielo, entiendo que quieras lo mejor para Adrián, me alegro tanto de que estéis juntos... Pero esos asuntos son suyos y de su familia, y tú no entras en ese aspecto.
-Pero mamá, su única familia es la persona que le hace pasar por todo esto...
-Ka, hija, tendrá tíos, abuelos...
-Apenas se ven ni saben nada.
-Mira, hija, tienes dieciocho años y puedes tomar esta decisión tú sola, sin embargo no lo veo apropiado.
-Yo lo veo necesario. Es ahora o nunca, o yo o nadie lo hará...

martes, 31 de diciembre de 2013

Capítulo 37

06 de Mayo de 2011:

Ka se levantó aquella mañana decidida a cambiar su vida. A cambiar ella.
Después de comer se vistió con uno de sus mejores vestidos primaverales que escondía en el fondo del armario y sonrió al espejo tras una fina capa de brillo en sus labios. Había avisado a Adrián de que iría a verle. Quería comerse el mundo, y a él a besos.
Todo resultó ser una tarde normal hasta que la nueva película, esta vez una comedia, emitió una escena de sexo.
Ka miró por el rabillo del ojo a Adrián. Sabía que estaba tenso por lo del otro día, y no quería que eso se interpusiera a los planes que ella ya tenía.
Le acarició la palma de la mano y se acercó lentamente a él. Cuando Adrián menos se lo esperó, tenía a su novia besándole el cuello.
-Ka...
-¿Qué?- susurró ella.
-¿Qué estás haciendo, cariño?- respondió entrecerrando los ojos.
Ka sonrió. Había hecho efecto. Le miró y le besó.
-Déjate llevar...
Adrián la respondió con más besos. Entendía perfectamente que vendría después.
-Ka, no creo que sea buena idea- dijo Adrián en el sofá de su casa.
Ka le sonrió.
-Adrián, quiero entregarme a ti. Quiero volver a intentarlo. Esta vez sabes quién soy, sabes mi pasado. Puedes llamarme por mi nombre.
-Kairi...
Ka le dio un beso en los labios.
-Adrián, quiero hacer el amor contigo.
Adrián sonrió. Él también quería hacerlo con ella, pero le daba miedo que volviera a salir tan mal como la primera vez que lo intentaron. Antes que el placer estaba ella y sus sentimientos, no quería arriesgarse a herirla una vez más.
-Kairi, no me hagas esto... No quiero volver a verte llorar como te vi llorar aquella tarde.
-Aquella tarde es aquella tarde. Hoy es hoy, y estoy segura de que hoy quiero ser completamente tuya.
Adrián la volvió a mirar. Veía seguridad en sus ojos y una chispa de emoción. Sonrió. Quizás deberían intentarlo.
Ka se sentó encima de él y empezó a besarle el cuello. Adrián agarró sus caderas, y la retiró.
-Espera, quiero lugarte a un lugar especial. Coge tu chaqueta.
-¿A dónde me llevas?
-Ya lo verás, cojo una mochila y nos vamos.
Adrián se encerró por unos minutos en su cuarto y salió con una mochila. Le dio un beso a Ka y la dejó salir primero a ella de la casa. La agarró de la mano.
Caminaron alrededor de media hora bosque adentro. Ka no paraba de preguntar a dónde iban, ansiosa de conocer su destino. Adrián se reía.
-No es un sitio ni mucho menos lujoso, ni bonito, la verdad...
-Con eso no puedo llegar a imaginar un lugar.
-Tenemos suerte de que sea primavera y no invierno- dijo él también.
-¿Eso es otra pista?- refunfuñó ella.
-No seas impaciente. Quedan apenas cinco minutos.
Y efectivamente, en apenas cinco minutos Ka se encontró enfrente del lugar donde Adrián había decidido hacer el amor con ella. Era una casa que parecía estar echa de madera. Las ventanas estaban rotas, y de ellas colgaban sábanas que ocultaban su interior. La puerta estaba cerrada y sin embargo Adrián sacó de la mochila la llave que la abría.
-¿Es una casa abandonada?
-Si, lleva abandonada como diez años. Antes era más bonita, pero los vecinos tuvieron que mudarse y nadie quiso comprarla. Está muy apartada del mundo.
Ka entró con miedo en la casa, y sin embargo se llevó una sorpresa. Por dentro estaba mejor conservada y no daba apenas miedo. Era almplia y tenía las paredes pintadas de verde. También había dibujos de niños. En el centro había un colchón de matrimonio sin sábanas, y al lado una mesa con una radio. Más allá había un minibar.
-Vaya... Parece como si viviera alguien aquí...
-Si, mi madre y yo solíamos pasar tardes y tardes aquí. Cuando discutía con mi padre se iba de casa algunos días, y nos escondíamos aquí... Traíamos sábanas y comida...
Ka le miró sorprendida. Entendía de sobra que aquella casa era uno de los mayores secretos de su novio, como su nombre para ella.
-Sabíamos que los vecinos se habían mudado, y habían dejado una llave justo en una de las ventanas. Fue un golpe de suerte encontrarnos con este pequeño cielo en medio de nuestro infierno, ¿no crees?
-Asi es...
Ka dio una vuelta por la casa mientras Adrián ponía unas sábanas que había sacado de su mochila al colchón.
-Ahora está más sucia porque desde que murió mi madre apenas he tenido fuerza para volver... Pero contigo es diferente.
Adrián abrazó a Ka por detrás.
-¿Ponemos música?
Ka asintió, nerviosa. Había llegado el momento.
Adrián encendió la radio y buscó una cadena que se escuchase bien. Sonó una canción y ambos se miraron y sonrieron. Forever Young.
-Nuestra canción- susurró él acercándose.
-Nuestro momento- le besó ella ligeramente en los labios.
Se abrazaron y empezaron a bailar lentamente. A veces se pisaban sin querer pero apenas lo notaban. El mundo giraba en torno a ellos y sólo tenían atención para sus labios bailando unos dentro de los otros. Adrián fue desnudándola poco a poco. Ella le siguió el juego quitándole la ropa a él. Cuando estuvieron en ropa interior, Adrián la tumbó con cuidado en la cama. Le besó el cuello, y ella cerró los ojos para disfrutarlo. Sentía mucho deseo. Le acarició la espalda, y luego el pecho. Probó a besarle el cuello. Adrián le quitó el sujetador, esta vez con mucho más cuidado. Acarició y besó sus pechos, mirándola a los ojos. Ka estaba muy sonrojada, pero la notaba feliz y tranquila. Todo estaba bien.
Sus manos chocaron cuando ambar buscaron el mismo destino: sus cinturas. Sonrieron, y terminaron de desnudarse. Tocaron cada rincón del cuerpo del otro mientras se besaban apasionadamente. Adrián acarició la mejilla de Ka:
-¿Estás preparada?
Ka asintió, sonriendo.
-Te quiero, y quiero ser tuya.
Adrián la besó mientras buscaba hueco entre sus piernas. Ka le ayudó rodeando su cintura con sus piernas. Adrián no dejó de besarla ni un instante, mientras poco a poco se fundía con ella, preocupado de ver su reacción, de no hacerla daño. Pero Ka sólo podía abrir ligeramente la boca, soltar suspiros y sonreír mientras le miraba. Por fin eran sólo uno.

Varias horas después Kairi seguía tumbada sobre el pecho de su novio. Acababan de perder la virginidad y había sido más bonito de lo que ambos esperaban. Adrián la besó en los labios.
-Mejoraré con el tiempo- la prometió.
Ka rio.
-Y yo. Mejoraré contigo- se sonrojó.
-Me ha gustado mucho, Kairi...
Ella le apretujó entre sus brazos.
-Adrián, creo que a partir de ahora nada más nos puede ir mal. Jamás había pensado que podía llegar a dar este paso con alguien... Enamorarme y hacerlo...
-Yo jamás pensé que alguien me fuera a amar.
-Es imposible no hacerlo.
Adrián sonrió. Miró el reloj de su muñeca.
-Son las nueve. ¿Quieres que vayamos a mi casa a cenar?
Ka sonrió, y le besó poniéndose encima.
-No, espera. Déjame probarlo otra vez...