lunes, 6 de enero de 2014

Final Alternativo 2

Finales de Julio 2012:

Ka había cambiado, una vez más. Nadie estaba seguro de qué precio tuvo que pagar por ello. Simplemente veían a una chica joven, bonita y fuerte, pero con la mirada algo perdida. No podían leer sus pensamientos, pero sabían de sobra el dolor que se guardaba en el rincón de los recuerdos. A pesar de todo sonreía más de lo que solía hacerlo antes. Sabía que era joven, y la vida impredecible. Aquello podía ser eterno o simplemente durar unos instantes.
Aquella chica de dieciocho años había necesitado dos meses de terapia psicológica desde que el último accidente con Carlos. No había querido ver a nadie durante aquellas largas ocho semanas, sólo a su grupo de terapia contra el maltrato de género, sus dos psicólogas y por supuesto, su familia. 
En la terapia había conocido a Judith, la chica que sin saberlo le había salvado la vida. Ella también había sido engañada y por el mismo hombre. Al principio pensaban que las unía el odio hacia la misma persona, más tarde se dieron cuenta de que sus experiencias eran su apoyo incondicional, y que tras tantos errores, por fin habían conocido a la amiga que necesitaban a su lado. Cuando Judith acabó la terapia y fue ingresada de nuevo al centro de menores, Ka la visitaba dos veces por semana.
Poco a poco Ka fue asimilando aquella mala experiencia, y la anterior. Fue asumiendo sus errores, y admirando sus victorias. Pensaba que había sido una chica muy débil por haberse equivocado tanto, pero aquellos meses entendió que cada mal paso la llevaba al buen camino, y necesitaba aprender, aprender a cualquier precio. En casa su madre vio como poco a poco su sonrisa era más pura, como Ka iba cogiendo aspiraciones en la vida, e iba deshaciéndose del miedo a amar a las personas. Y esto la hacía sonreír, y a la vez llorar. Ahora eran una familia de verdad, pero, ¿cómo alegrarse de la finalidad de la unión entre ella y su hija, si la causa era desbordante para la última? Ka le pidió que hicieran terapia juntas. Al principio fueron, luego, abandonó.
Ka visitaba cada día a su abuela. Llevaba los deberes de la terapia del día anterior y los guardaba en una carta, junto con una reflexión. No se le ocurría otra forma de explicarle que estaba bien, que no se sintiera culpable por no poder estar a su lado como la primera vez. Y que la quería cada día más, aunque su presencia cada vez iba a menos.
Recordaba el día que le dieron el alta. Judith obtuvo un permiso para despedirse de ella en la clínica, y lloraba como una magdalena.

-Me alegro tanto, Ka...
-Kairi, llámame por mi nombre, Judith, por favor, tú has sido mi fiel compañera en uno de los caminos más difíciles que he tenido que cruzar, y sabes que me has salvado la vida.
-Sólo he sido tu amiga, como no podía ser de otra forma. ¡No me puedo creer que termines ya la terapia! ¿Qué tienes pensado hacer con todo? ¿Seguirás visitándome?
-Claro, no lo dudes, los miércoles y los domingos, como siempre. Te iré contando, tranquila, sabrás todo.
Judith la abrazó fuerte y enterró sus lágrimas en el  hombro de su amiga. Las terapeutas pidieron un poco de atención con unas risas.
-Por dios, esto no es un adiós definitivo, ¿verdad, Kairi?- dijo una.
-Claro que no- la abrazó la otra- Recuerda pasarte a contarnos todo lo que quieras, ¿si?
-Gracias, doctoras, les debo mucho.
-Señorita, trátanos de tú, nos hemos contado nuestras intimidades. No somos tus doctoras, somos tus amigas.
Kairi sonrió.
-Gracias una vez más. Tengo que irme, mi madre me espera...

Ka sonrió al recordar como se despedían de ella a través de la ventanilla del coche. Reconoció que aquella noche lloró bastante, por miedo, por alegría y por nostalgia a la vez. Al día siguiente empezó su nueva vida y tenía claro qué debía y quería hacer: ver a Adrián.
Había estado llamándola constantemente, y al final tomó la rutina de hablar con su madre a escondidas. Necesitaba saber qué tal estaba, si la terapia iba bien. De vez en cuando se atrevió a preguntar si Kairi le echaba de menos. Pero su corazón se paraba cuando su madre tardaba en contestar. Al final, siempre soltaba un "Todavía no hemos hablado de eso, supongo que cuando se recupere querrá verte". 
Adrián se había arrepentido tantas noches de haberla abandonado... Ni si quiera pudo salvarla de su propio primo si no fuera por Judith y la policía. En aquellos momentos se sentía más solo que nunca. En cuanto metieron a su padre y a su primo en la cárcel, pasó a vivir durante un mes en un reformatorio hasta que cumplió dieciocho años, ya que toda su familia le dio la espalda. Ninguno de sus tíos entendía como alguien tan simpático como ellos dos podían maltratar. No querían creerlo y así lo hicieron.
Entonces, vivía solo, trabajaba solo. A veces le visitaban Helena y David, y el resto del grupo. Pero nada era lo mismo sin Kairi. Si alguien preguntaba por ella, Adrián se derrumbaba, y la tarde se volvía una rutina negra y amarga.
Hasta que un día, exactamente el anterior, recibió una llamada:

-¿Si?
-Hola... siento no dar señales de vida, estaba un poco ocupada y...
-Ka... ¿Kairi?
-Hola, Adrián.
-Kairi... ¿estás bien? ¿Qué tal la terapia?
-Bien, ha ido todo estupendamente bien, gracias. Me preguntaba si podíamos vernos mañana por la tarde.
-¿Nos vemos hoy?
-Oh, lo siento, es que hoy he terminado la terapia y bueno, estoy bastante cansada...
-Si, cierto, me lo dijo tu madre. Lo siento, Dios, soy imbécil...
-¿Mañana...?
-Si, claro, cuando quieras Ka, estoy deseando verte.
-Vale, a las seis en el puente de tu casa.
-¿Seguro que quieres volver por esa zona...?
-Tranquilo, todo está bien. Hasta mañana entonces.

Ahora mismo llevaba esperándola tres horas sentado en aquel puente, donde se conocieron y donde pasaron tantas cosas que marcaron su vida. Ka no llegaba tarde, simplemente él no soportaba la idea de esperarla en casa, solo, tan solo como siempre o incluso más. Necesitaba salir, visualizar el lugar donde se iban a encontrar y rezar para que todo fuese como él deseaba, a pesar de que aquello era imposible. Cada minuto que se acercaba más a la hora era terriblemente cruel. Pero llegó.
Ka vestía un bonito vestido azul marino, y su melena corta caía hasta sus hombros rizada. Adrián se avergonzó de no haberse arreglado suficiente. Fue a levantarse para saludarla pero ella se lo impidió y se sentó a su lado. Adrián tuvo bien claro qué decir:
-Ka, yo... siento decir todo lo que dije aquel día. Me arrepiento de cada una de mis palabras, estaba furioso, frustrado, no entendía la situación y...
-Tranquilo, Adrián, sé que sabes que sólo intentaba ayudarte, y sé que me lo agradeces.
Adrián la sintió más fría de lo normal.
-Por mi parte,-prosiguió ella- siento no haberte contestado a las llamadas. En realidad no contesté ninguna, necesitaba espacio, olvidar un poco a los demás y centrarme en mi misma.
-Por su puesto, no pasa nada. De todas formas hablé con tu madre casi todos los días, ella me iba informando de cómo estabas.
-Gracias por preocuparte tanto, Adrián...
-¿Sabes? Me despertaba cada día escuchando nuestra canción, Forever Young, para recordar que alguna vez te tuve, y que quizás...
-Qué recuerdos...- interrumpió ella señalando el puente.
-Sí, aquí nos conocimos por primera vez.
Ka le miró a los ojos y sonrió.
-¿Qué tal estás desde entonces?
-Me hiciste cambiar de opinión sobre quitarme la vida. Creo que contigo estoy demasiado bien.
Esta vez la sonrisa de ella fue amarga. Adrián notó la tensión en sus hombros y supo que quizás el amor era un tema que ella no podía zanjar todavía. Sin embargo ella prosiguió:
-Adrián, te he echado tanto de menos...
-Y yo Ka...
Ka miró al suelo. Respiró hondo. En el rostro se le veía confusión.
-Si, pero, lo nuestro empezó, se tambaleó y cayó.
-Kairi, no...
-Entiendo que tomaras la decisión que tomaste, pero ahora mismo la mía es esta. Seguir, pero cada uno con su camino.
-No me hagas esto, por favor...
Adrián intentó cogerla la mano, pero ella la apartó, y miró al horizonte.
-Adrián, te quiero. Te he querido como a nadie, y he intentado hacer lo mejor por ti, como tú por mi. Pero no estoy preparada para un "nosotros". Desde que me dijiste adiós entendí que siempre estaré "yo" y sólo "yo". No puedo arriesgarme a tener más despedidas...
Adrián no supo como reaccionar, en su cabeza se atropellaban un sin fin de pensamientos suplicando que Ka no le dejara.
-Kairi, quiero pasar el resto de mi vida contigo.
Ella pareció convencida, pero finalmente negó la cabeza, y le acarició una mejilla mientras dijo:
-No, Adrián, tu vida no puede depender de nadie, y menos de mi. Necesito alejarme de ti, curar heridas. Nadie sabe lo que nos deparará el futuro, quizás algún día volvamos a vernos de imprevisto, o quizás esto es un adiós definitivo.
Por las mejillas de Ka empezaron a caer las lágrimas. Adrián no daba crédito a lo que su suerte le estaba haciendo. Ka no podía irse, no podía dejarlo...
-No estoy preparado...
-Ya lo hicimos una vez, ¿no, Adrián? Ya nos dijimos adiós. Hoy sólo quiero darte las gracias por todo lo que me has dado, y decirte que te quiero a pesar de todo.
-Ka si me dijes que me quieres, no te marches, por favor...
-Adrián, ya cometí el error de querer a alguien por encima de mi. Te quiero, pero debo quererme más a mi. Entiende que lo mejor para mi, y seguramente para ambos, es que esto termine.
Ka se levantó y le tendió la mano una vez más para que pudiera levantarse él también. Y una vez después, lo abrazó con la mayor ternura que le quedaba en su corazón.
-No te imaginas lo que significas para mi- le susurró.
Y secando sus lágrimas en un pañuelo, volvió por donde vino la primera vez, para ser esta, la última.





Con los meses David y Ka estrecharon su amistad, a la par que Adrián y Helena. Esto terminó por separar el nuevo grupo que habían formado. Lo poco que supieron Ka y Adrián, el uno del otro, fue gracias a la relación que David y Helena siguieron manteniendo. Pero poco a poco entendieron que la vida no les iba a dar una nueva oportunidad, y que lo mejor era olvidar.
Adrián consiguió un trabajo dónde más o menos no le explotaban, pues consiguió sacarse el Bachillerato. Vendió su casa y se alquiló un piso más pequeño y barato en la ciudad. Ahorró durante unos años y consiguió pagarse una carrera: medicina. Al mes de entrar en el hospital tuvo un romance con una enfermera. Acabó al año.
Ka por otra parte consiguió mantener sus nuevos amigos, además de Judith y David. Terminó la carrera de psicología especializada en maltrato de género y encontró un trabajo en Londres, donde se fue a vivir con veintiséis años. Allí se enamoró de Clark, un joven fotógrafo. Exactamente el hijo del fotógrafo que años atrás pidió posar a ella y Adrián. 
La vida, una vez más, la había sorprendido.

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