sábado, 4 de enero de 2014

Capítulo 39

6 de Mayo de 2012:

Llamó a la puerta un poco más tarde de lo normal. Temió que no estuviera en casa, pero sus dudas se desvanecieron enseguida.
-Kairi...- dijo él.
Ka se abrazó a él con fuerza sin previo aviso. Llevaban sin hablar dos días y habían sido los peores desde hacía mucho tiempo. Necesitaban espacio para pensar, y el orgullo tampoco se los puso fácil.
-Perdóname por haberte abandonado el otro día así...
Adrián rodeó con los brazos a Kairi y acarició sus rizos. Le dio un beso en la cabeza mientras ella enterraba su rostro en el pecho de él.
-No pasa nada, amor, entiendo que te pusieras nerviosa... No estás acostumbrada y tampoco me gusta que vivas esta situación.
Ka le miró a los ojos y sonrió.
-Contigo tengo que vivir cualquier situación, por necesidad.
Adrián sonrió. La besó y la invitó a entrar. Se sentaron en el sofá.
-¿Habéis vuelto a discutir?
-No, tranquila. Apenas le he visto.

-Me alegro... Parece que tienes mejor el golpe. Ya no está tan hinchado...
-No, la verdad es que me curo pronto. Y eso que me han faltado tus besos.
Ka echó a reír. Luego le miró fijamente a los ojos.
-Entonces tengo muchos acumulados que darte.
Se acercó lentamente a sus labios, y posó los suyos. Poco a poco abrió la boca para hacer más intenso el momento. Adrián le moridó levemente el labio inferior. Ka cerró los ojos. Quería dejarse llevar y eso haría. Olvidar todo por un momento y disfrutar el instante. Adrián empezó a besarla por el cuello, y Ka se colocó encima de él. Desnudó a Adrián a la par que se iba desnudando ella, y la ropa iba cayendo poco a poco por el suelo...
-Hazme tuya- susurró Ka.
Adrián se volvía loco cada vez que le pedía aquello. La tumbó sobre el sofá y se puso encima de ella con cuidado de no dejar todo su peso sobre su cuerpo. La estaba besando los pechos cuando escucharon un ruido: la puerta abrirse.
Adrián abrió los ojos de par en par. Miró la hora: eran las siete, imposible que su padre hubiera vuelto tan pronto del bar.
-¡¡Adrián!!- gritó una voz áspera y borracha yendo hacia el comedor.
-¡Joder, joder, vístete, Ka!
Ella apresuró a ponerse el sujetador y los pantalones, pero no la dio tiempo a más. Un hombre mayor y sucio la miraba desde la puerta del comedor. Sintió su cuerpo temblar mientras la observaba y sonreía. Sintió también la tensión en el cuerpo de Adrián, procurando ponerla detrás de su padre para que no la viera de ese modo. Ka se terminó de vestir mientras el silencio reinaba en aquel instante.
-Es una amiga, ya se iba...- dio por explicado Adrián.
Su padre echó una carcajada.
-¿Una amiga? ¿Te ibas a follar una amiga?
Ka tragó saliva. No sabía como tomarse aquella ironía cómica.
-Soy su novia, siento molesta...
-Calla, zorra.
Kairi vio apretar los puños a Adrián. Le puso una mano en el hombro para recordarle que no debía perder los nervios.
-Ya nos íbamos- dijo Adrián intentando salir por la puerta.
Pero su padre le empujó.
-Me he vuelto del bar porque no tenía dinero ¿y te traes a casa una prostituta? Bastardo de mierda...
-No vuelvas a llamarla eso...
-Adrián...- avisó Ka.
-Estoy en mi puta casa, llamaré a la fulana como yo quiera, igual que haré contigo lo que yo quiera.
Kairi apretó fuerte la mano de Adrián. Éste intentó respirar y salir, pero de nuevo su padre le impidió el paso. Agarró de la muñeca a Ka y la puso a su lado.
-Ya que la pagas con mi dinero, la pruebo yo.
Ka abrió los ojos de pánico al escuchar las palabras de aquel borracho. Adrián reaccionó rápido estallando como un volcán. Le dio un puñetazo en la cara a su padre. Agarró a Ka y la invitó a salir de casa.
-¡Vamos, vamos!
Pero su padre ya le había agarrado del hombro y le había hecho girarse para acabar en el suelo. Ka lo vivió todo muy rápido, de pronto se encontraba de pie, en el recibidor de aquella casa, viendo como el padre de su novio se cebaba a pegarle sin piedad. Adrián intentó defenderse alguna vez, pero fue totalmente inútil. Ka vio con pánico como poco a poco perdía las fuerzas y su padre pegaba más fuerte. Miró a los lados y fue instantáneo: cogió un jarrón y lo lanzó con fuerza a la cabeza de Ricardo, el padre de Adrián. Este cayó desmayado al suelo.
-¡Adrián!- gritó mientras se tiraba al suelo en busca de una respuesta. -¡Adrián, por favor, dime algo!
Buscó corriendo el móvil y llamó a una ambulancia. No sabía exactamente qué hacer, sólo esperaba una respuesta.
-¡Adrián! ¡Adrián!
-Ka...
Lloró de la emoción al escucharle hablar. Intentó ayudarle a levantarle pero gritó del dolor: había recibido un duro golpe en las costillas.
La ambulancia vino relativamente rápido, dada a la mala sanidad del país. Kairi vivió cada instante de espera como miles de tormentos. Procuró que Adrián siguiera consciente, le preguntó si se acordaba de tantos momentos juntos que ella revivió allí, tirada en el suelo de la entrada de aquella casa, sujetando a Adrián en su regazo.
Se preguntaba internamente por qué cuando el presente y futuro se presentaban tan dulces sucedía un suceso amargo. La vida daba siempre una de cal y otra de arena.
Maldijo en voz baja la mala suerte de ambos, y odió internamente a Ricardo, el padre que yacía en el suelo inconsciente al lado de ellos.
Cuando por fin vino la ambulancia el SAMUR no se molestó en indagar sobre lo sucedido. Pusieron a ambos en una camilla y Ka subió en la ambulancia que trasladaba a Adrián. Rápidamente llegaron al hospital y Kairi tuvo que quedarse en la sala de espera mientras los veía entrar en camilla por una puerta privada. Un médico de unos veinte años se acercó a ella:
-Buenas tardes, soy el doctor Garrido. ¿Conoce a los pacientes?
-Si...
-Necesitamos que nos de sus identificaciones para localizar a sus familiares.
-Son padre e hijo, no tienen más familia.
El doctor calló durante un momento. Luego posó una mano en el hombro de ella.
-¿Qué te parece si tomamos un café o una infusión?
Ka asintió con la cabeza baja. El doctor la guió hasta la cafetería, pidió dos tilas y las llevó a una mesa relativamente apartada de la gente.
-¿Cómo te llamas?
-Me llaman Ka...
El doctor hizo una mueca.
-Verás, Ka, soy uno de los psicólogos del hospital y generalmente soy yo el que se encarga de sacar información sobre pacientes que parecen ingresar a causa de violencia. No tengas miedo, Ka, cuéntame qué ha pasado.
Ka tragó saliva. Le iba a costar mucho revivir la escena para contarla, pero poco a poco contó al doctor con todo detalle la escena que había presenciado.
El doctor se frotó las manos.
-Verás Ka, en estos casos el hospital está obligado a denunciar a la Policía lo sucedido y la única testigo presente eres tú...
-¿Qué me pasaría a mi? Yo le di un jarronazo a su padre para que parara...
-Tranquila, el juez determinará que fue un golpe por defensa. Tú ahora debes guardar la calma y cuando venga la policía contar todo con todo detalle.
Ka empezó a llorar.
-El chico y tú, sois pareja ¿verdad?
Ka asintió mientras enterraba el rostro en sus manos.
-Ka, escúchame. Si tenías la mínima idea o prueba de que tu pareja sufría maltrato, debías haber denunciado.
-Pero él no me deja...
-Ninguna víctima suele denunciar su agresor. Por eso es su entorno el que debe hacer justicia y tú todavía estás a tiempo. Tu denuncia reforzaría la del hospital. Yo hablaré con el chico e intentaré que ponga de su parte.
Ka vio una salida. Asintió indecisa a pesar de ello.
Más tarde vino la policía para dar parte. Luego el doctor habló con Adrián para que diera parte de lo sucedido, pero se negaba. Ka intentó hablar con él antes de que la policía tomara nota.
-Adrián, cariño, ¿cómo estás?
Kairi se acercó a la camilla y le besó con cuidado.
-Preciosa...-dijo con voz cansada Adrián- ¿Qué haría sin ti?
-Nada, porque nunca estarás sin mi. Estaré siempre para protegerte y cuidarte.
-Me has salvado la vida por segunda vez. Eres mi ángel.
A Ka se le resbaló una lágrima al verle con la cara hinchada y llena de hematomas.
-Adrián, hay que parar con esto. Tenemos que denunciar a tu padre y poder vivir tranquilos.
-No, Ka, no voy a volver a discutir esto...
-Adrián es nuestra obligación hacer justicia, ¿vas a dejar que te maltrate cada uno de sus días?
-Hay más opciones. Puedo evitarle, he pasado días y días sin cruzarme con él...
-No, Adrián, evitarle no es la solución. Tu padre está mal, es alcohólico y maltratador. Necesita tratamiento y cumplir condena, quizás así sea un padre de verdad.
Adrián la fulminó con la mirada.
-No pienso encerrar a mi padre.
-Y yo no pienso dejar que sigas viviendo así.
-¡Ka, por favor!- gritó nervioso.
Empezó a toser y Ka le pasó un vaso de agua. Le acarició la frente.
-Tranquilo, cariño, tranquilo...-susurró- Todo saldrá bien...
Más tarde...
Ka llegó a su casa temblando. Tenía claro lo que debía hacer pero no sabía muy bien como iba a salir.
Cerró la puerta de un golpe y se echó al sillón a llorar. Su madre salió de la cocina asustada.
-¡Hija, ¿qué ha pasado?!
Ka levantó su cara roja y empapada de lágrimas. Le temblaba los labios cuando le contó toda la historia a su madre. Le habló de Ricardo y su relación con el alcohol, las deudas... De cómo trataba a su hijo, del consejo del doctor Garrido sobre denunciar y de la negativa de Adrián al respecto.
Su madre la besó la frente.
-Cielo, entiendo que quieras lo mejor para Adrián, me alegro tanto de que estéis juntos... Pero esos asuntos son suyos y de su familia, y tú no entras en ese aspecto.
-Pero mamá, su única familia es la persona que le hace pasar por todo esto...
-Ka, hija, tendrá tíos, abuelos...
-Apenas se ven ni saben nada.
-Mira, hija, tienes dieciocho años y puedes tomar esta decisión tú sola, sin embargo no lo veo apropiado.
-Yo lo veo necesario. Es ahora o nunca, o yo o nadie lo hará...

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