jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 33

08 de Abril de 2011:

Ka le dio la última calada.
-¿Se te ha ocurrido algo nuevo para convencer a tu madre?
Ka soltó el humo y se quedó mirando como volaba concentrado en el aire.
-No- respondió al rato. - Adrián dice que me siente a hablar con ella otra vez, pero que esta vez le diga todo lo que nunca le dije. A saber lo que puede pasar ahí...
David lo meditó por un instante.
-No, tu novio tiene razón. De hecho deberías haberlo hecho hace mucho tiempo. 
Ka le miró, y finalmente sonrió.
-Supongo que nunca tuve la oportunidad, o el coraje o las ganas suficientes.
-Veo que Adrián te está apoyando mucho.
-Si, la verdad. No sé que hubiera sido de mi sin él.
-Y no se le ocurre malas ideas no... Quizás debería hablar con él y perdirle perdón por lo que pasó entre nosotros.
Ka le dio un beso en la mejilla:
-Quizás. Yo os tengo que agradecer a los dos que estéis a mi lado a pesar de vuestras diferencias.
-Bueno, tú también estás con él, ¿no?
-Si, pero yo le quiero...
-Ya, si, pero eso no quita que seáis tan diferentes como yo con él.
-Si, la verdad es que no entiendo que me vio. Cuando nos conocimos no hacía nada más que darle problemas... 
David soltó una carcajada.
-La gente como nosotros siempre damos problemas a las personas que nos quieren, nos guste o no. Es una condición de la vida que llevamos.
Ka notó la voz de culpabilidad que tenía su amigo.
-En realidad no somos nosotros, si no todo el mundo el que hace daño a todo el mundo. Nadie se salva de hacer daño ni de ser dañado, nos guste o no.
David sonrió y ambos tiraron sus colillas.
-Benditos porros, acaban sacando nuestra parte más sincera y filosófica ¿eh?
-Si, pero no quiero acostumbrarme a hacer estas cosas todos los días. Se supone que he dejado ya todo tipo de vicio. Además, como se entere mi madre me manda a Londres de una patada en el culo.
Ambos se rieron sin parar.
-Entonces, ¿qué harás, Ka?
Ka cogió aire y levantó la mirada para mirar sus ojos.
-Voy a decirla todo lo que nunca le dije.
-Eso me enorgullece, pequeña. Sabia decisión, total, no tienes nada que perder, ¿verdad?
-Cierto.Gracias por apoyarme, David. Siempre supe que podía contar contigo en los malos momentos.
David la abrazó y le dio un beso en la frente. El beso tierno que le da un hermano mayor a su hermana pequeña. Por fin podían ser amigos sin que los sentimientos de alguno de ellos resintieran dicha relación: David habían encontrado una chica en la que fijarse. Y curiosamente esa chica era Helena.
-Ka, quería contarte una cosa.
-Claro, dime. ¿Va todo bien en tu casa?
-Si, bueno, en mi casa las cosas nunca cambian, para bien o para mal... El caso, creo que estoy empezando a sentir algún tipo de atracción por una chica.
-¡Pero eso es genial, tío! ¡Ya era hora de que te buscaras una tía mejor que yo!- bromeó.
-Ninguna será mejor que tú- le guiñó un ojo.
-Bueno, ¿y conozco a la afortunada dama de tus sueños?
-Joder, Ka, no exageres. Sólo me he fijado en ella, poco más.
-Jaja, bueno, bueno, no te piques, guapo. Dime, ¿la conozco?
-Pues si, la conoces...
-¿Es alguna de tu grupo?- dijo Ka preocupada, pues no le gustaba ni un pelo esa gente.
-No, no, esas están muy... "gastadas".
David y Ka partieron a reír sin parar.
-¿Y de clase?
-No, qué va. No me gustan las chicas más pequeñas que yo.
-Pues entonces estoy perdida. Si no es de tu grupo ni de clase y es alguien que conozcamos los dos...
-Es Helena- soltó de golpe David.
Ka abrió muchísimo la boca.
-¿Qué? ¿Enserio? Oh, no podría creérmelo. ¿Helena? ¡Luego me dices a mi que no pego nada con Adrián!
-Ya, yo tampoco me lo creo. No sé, siempre he estado saliendo y acostándome con chicas como yo, rebeldes pero muy tontas, sin objetivos en la vida... Y me he cansado de ellas. Llevo cansándome de ellas desde que te conocí a ti y algo dentro de mi sabía que eras distinta por mucho que te comportaras como las demás. Pero es que Helena es el extremo de todo lo que he conocido hasta ahora. Es tan buena, tan inteligente... Y la ve buena persona.
-Sí, si que lo es. Aunque también la veo un poco pegajosa, ya sabes, por Adrián y eso...
-Ka, sólo son amigos. Fue ella quién consiguió que estuvieseis juntos...
-Ya, lo sé, y se lo agradezco. Es simplemente que a veces las mujeres somos muy territoriales, ya sabes...
-Celosas.
-No, celosas no...
-Vaya que no.
David empezó a hacerla cosquillas para enfadarla. Cuando Ka ya estaba enfurruñada, David paró y se rio hasta que Ka le acompañó.
-Bueno, amigo, pues ve a por ella. Merece la pena, seguro.
-Si, eso haré. Y ahora me voy a por la cena, que tengo un hambre... Te acompaño a casa.
-No, déjalo, prefiero ir sola y pensar qué decirle a mi madre.
-Si quieres un consejo, cada vez que tengas que hablar con una persona jamás te hagas un esquema con todas las frases que vas a soltar. Eso nunca se hace. Lo mejor es ir relajado y soltar las cosas en el momento, según te salgan, pero siempre tranquilo.
-Vaya, pareces un experto en hablar con la gente...
-Son ya muchas discusiones con mis padres- rió.
Ka le dio un abrazo.
-Hasta mañana, David.
-Hasta mañana, pequeña. Suerte.
A pesar de que Ka había creído tener bien claro lo que quería decirle a su madre, al llegar a casa estaba totalmente en blanco. Jamás se había puesto a hablar seriamente con ella y menos de sus sentimientos. Tenía que explicarle todo el dolor de diecisiete años en apenas unos minutos. Por suerte, al entrar vio que la casa estaba a oscuras. Su madre y su marido no estaban. No se preocupó en preguntarse dónde estarían: aprovechó el momento para ponerse cómoda y pensar una conversación. Pero no le salía nada. Se sentó en el sofá y vio los álbumnes de fotos que tenía enfrente. Si, quizás recordar viejos tiempos le harían inspirarse. Se trajo el álbum que contenía fotos de cuando era pequeña al sofá y lo abrió. Empezó a observarlo, analizando cada sonrisa, cada mirada que emitía con cinco años. Era una niña castaña de ojos azules, muy guapa. Sí, Ka siempre fue muy guapa y presumida. Y muy buena.
La rabia volvió a entrar a su cuerpo, inspirándola. En ese momento llego su madre con su marido, que se fue a la cocina tras saludarla. Su madre la vio con la mirada fija en el álbum y se sentó a su lado a verlo también.
-Qué guapa eras, hija... Y lo sigues siendo, claro.
-Ya bueno...-Ka pasó una página.
-Se te veía tan feliz en las fotos con la abuela, a pesar de que yo no estaba...
-Lo era mamá, pero jamás me dejó de faltar una madre. ¿Sabes? En el colegio siempre hacían regalos con plastilina por el día del padre y de la madre. Siempre me dejaban pintar un dibujo el día del padre porque eran conscientes de que no tenía, y siempre que había que poner un mensaje en el regalo del día de la madre, ponía "Para mi abuela". Ningún niño me entendía y más de uno se reía de mi cruelmente, por ser una niña abandonada.
Ka cerró el álbum de golpe y lo dejó encima de la mesa. Se giró para mirar a su madre seriamente: ya estaba preparada. 
-Ka, yo...
-No me sirve de nada que me pidas disculpas ahora, mamá. Has querido ganarte mi perdón con regalos, con llamadas y cartas, a la fuerza llevándome a Londres, y nunca, nunca lo has ganado, ¿sabes por qué?
-¿Por qué?
-Porque jamás dejaste de pensar en ti antes que en mi. Porque visitabas a tu hija dos veces al año casi por obligación, y cuando recapacitaste no fuiste capaz de regresar a casa, si no que querías arrastrarme contigo a donde fuese. Y ahora quieres hacer lo mismo, precisamente por eso, porque no puedes dejar de pensar en ti. Porque no soportas la idea de tener que elegir entre quedarte con tu marido o sacrificar un poco tu vida por tu hija, como hacen las madres normales. Pero claro, ¿qué se puede esperar de una madre que abandona a su hija? Hasta mi padre se ha comportado mejor conmigo ya que, me abandonó, pero jamás intentó tener mi perdón a la fuerza.
Ana empezó a llorar mientras escuchaba las duras palabras de su hija.
-Al final harás lo que más te convenga como la persona egoísta que siempre fuiste, y viviré un año entero en Londres, contigo. Comeré, y os dirigiré la palabra, si, pero cuando cumpla dieciocho años no volverás a saber nada más de tu hija. Te aconsejo que ni vengas a la casa de la abuela, mi casa, porque no te abriré la puerta. Porque cuando cumpla dieciocho años, el pensamiento de propiedad que tienes sobre mi se esfumará, y ya no tendrás que elegir nunca más entre tú y tu hija, porque solamente estarás tú.
Ka se levantó despacio del sofá, guardó el álbum y se dirigió a su habitación. 
-No voy a cenar- anunció mientras se encerraba.
Ana no se inmutó. Siguió inmóvil en el sofá mientras las lágrimas resbalaban por su cara.

09 de Abril de 2012:

-¿Dónde está tu hija?- preguntó George, el marido de Ana.
-En el instituto, ¿dónde iba a estar?- respondió esta mientras untaba una tostada de mermelada.
-No, pensaba que se quedaría en casa para empaquetar sus cosas. Nos vamos mañana y todavía no ha empezado. ¿Sigue sin querer ir?
-Jamás querrá venirse con nosotros, George. Y menos a Londres.
-Ya, Ana, pero yo tengo allí mi trabajo, mi casa, mi familia...
-Lo sé, George, por eso tenemos que hablar.
Ambos dejaron de desayunar instantáneamente. Se miraron.
-¿Qué es lo que hay que hablar? Pensaba que todo estaba claro, ya tenemos los billetes para el avión y la empresa de mudanza contratada.
Ana resopló. Sabía de sobra que iban a discutir. No conseguía entenderse ni con su hija ni con su marido.
-Verás, he estado hablando con mi hija, y me voy a quedar aquí con ella.
-¿Ya te ha comido la cabeza? Ana, nuestra casa está en Londres...
-En Londres está tu casa. Mi casa está donde esté mi familia, y ya sólo me queda mi hija. Quiero ganarme su cariño, quiero hacer todo eso que no he hecho en diecisiete años.
-¿Y yo qué, Ana? Soy tu marido, ¿vamos a estar un año separados?
-Iré a verte cada vez que puedas, George, es sólo durante un año, no nos dará tiempo a echarnos de menos...
-No lo veo, Ana, no lo veo. No me parece bien. 
-No me des a elegir entre mi marido y mi hija, porque una vez te elegí a ti y ahora lo estoy pagando caro.
-¿Entonces prefieres tu hija?
-¿Pero es que no entendéis que una familia está compuesta por madre, padre e hijos? ¿Por qué tengo que conformarme siempre con uno de los dos?
Ana empezó a temblar y su marido se levantó de su sitio para calmarla. 
-Tranquila, cariño, tranquila... No pasa nada. Quédate si quieres, yo te esperaré. Podemos vernos siempre que queramos, sólo es una hora de viaje, ¿si? No te preocupes.
Ella escondió la cara en su hombro.
-Necesito recuperar a mi hija, George...
-Lo vas a hacer, ya verás como tiene en cuenta lo que estás haciendo por ella.
-Perdóname, iré a verte siempre que pueda.
-Sin prisas, Ana, disfruta de tu hija.
-Lo haré, tenlo seguro. 

En la salida del instituto...

-¿Y qué hizo?- preguntó David.
Se habían reunido Helena y sus amigos, David, Adrián, y Ka para hablar del asunto de Londres, ya que quedaba apenas un día para irse.
-No dijo nada, ni se movió. Creo que se quedó llorando.
-¡Joder, Ka...!- protestó Helena.
-Es mejor así, hazme caso- la abrazó Adrián.
-Pero no creo que funcione, acabaré yéndome...
Poco a poco todos se fueron yendo a casa, pero Ka le pidió a Adrián que se quedara con ella. Se fueron a un parque y empezaron a hablar.
-¿Estás bien, cariño?- preguntó él.
-No, Adrián. Veo que al final me voy a tener que ir y no quiero dejaros... ¿qué va a pasar con nosotros?
-No va a pasar nada, Ka, yo te voy a esperar. Es apenas un año, y aún así, sea el tiempo que sea, yo te voy a esperar como he hecho hasta ahora.
Ka le besó como si fuera el último beso, pues ya no estaba segura de si lo sería o no. Pero les interrumpió el móvil de ella.
-Es mi madre...
-Cógeselo, Ka...
Ka respondió al móvil.
-Dime.
-Ka, ¿dónde estás?
-Estoy cerca del instituto.
-Vente a casa, tenemos que hablar.
-¿No puedes esperar? Me estoy despidiendo de mi novio.
-Vente, ya, hazme caso.
Ka colgó de mala gana. Ni si quiera iba a dejar que se despidiera de Adrián. 
-¿Qué te ha dicho?- preguntó él.
-Quiere que vaya a casa ya.
-Bueno, pues será mejor que nos despidamos deprisa...
-No. Ven conmigo, no quiero despedirme todavía.
-Pero Ka...
-Que no, acompáñame, por favor...
Adrián accedió. Ambos se cogieron de la mano y fueron a casa de Ka. Cuando Ka fue a abrir la puerta, Adrián la detuvo.
-Come y habla con tu madre, yo te espero aquí.
-No, no, pasa, Adrián...
-No, es mejor que entres sola, seguramente tu madre quiera hablar contigo.
Ka asintió y le dio un ligero beso en los labios. Entró a casa. Adrián esperó impacientemente a que su novia saliera. No les quedaba mucho tiempo juntos hasta dentro de un año, y tenían que aprovecharlo al máximo. Se sorprendió a ver que Ka salíá en apenas cinco minutos con una sonrisa.
-¡Cariño!
-¿Qué pasa, pequeña?
-¡Que me quedo en España! ¡Mi madre a accedido!
Ka se subió a Adrián y le llenó la cara de besos, más feliz de lo que había sido en mucho tiempo.

2 comentarios:

  1. Buenisimo, tu forma de escribir es culta, sencilla, engancha y es magnifica en todos sus aspectos, puedes pasarme todos los capitulos??

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