viernes, 12 de julio de 2013

Capítulo 31

02 de Abril de 2011:

La vida  había vuelto a hacer de las suyas puteando directamente a Ka. Su vida iba a dar otro giro de noventa grados de esos que marean y te dejan sin ganas de seguir. Un giro que significaba la muerte y pérdida de la que había sido prácticamente su madre. Se avecinaba una etapa llena de sufrimiento, arrepentimientos y cosas que se quedaron por decir. Atormentarse por cada pelea, por no aprovechar cada abrazo. Momentos de echar la mirada atrás y mirar lo que fue y ya nunca será. Asumir que todo acaba, hasta la vida.
Llorando en los brazos de su madre Ka decidió que no era suficiente, que necesitaba alguien que seguramente la comprendería y apoyaría.
Se apartó de mala manera de los brazos de su madre y se encerró en su habitación. Alcanzó a ponerse el vestido que llevó en el cumpleaños porque era lo más cercano que tenía por la habitación, y salió disparada hacia la puerta de salida.
-¿Ka, a dónde vas, hija?
-Me voy- dijo alterada.
-Ka, no hagas tonterías.
Pero ella ya había cerrado la puerta de un portazo. Salió corriendo por la carretera por dónde apenas pasaban coches a esas horas, y si lo hacían, poco le importaba a ella. Necesitaba descargar adrenalina, necesitaba evadirse de su dramática vida. A veces las lágrimas le impedían ver el camino, pero poco a poco dejó de llorar para coger fuerzas y llegar cuanto antes a su destino, un tanto lejos. Ni si quiera se le pasó por la cabeza intentar coger un taxi cuando se puso a llover torrencialmente. Y atravesando calles, un puente y algún que otro árbol, después de media hora corriendo llamó a la puerta desesperadamente.
Abrió la puerta él, con los ojos entrecerrados y un pantalón y una camiseta a modo de pijama. Puso cara de haber visto un fantasma cuando la miró. Era ella a las cinco de la mañana tiritando de frío, empapada y llorando. Tenía que ser una pesadilla...
-Mi abuela ha muerto- anunció.
Y comenzó a llorar.
-Dios mío, Ka...- Adrián la abrazó metiéndola dentro de la casa rápidamente.
Ella se aferró a aquel abrazo como si le devolviera un trocito de vida. Respiró su aroma, acarició su pelo y cuando le miró a los ojos, fue directamente a besarlo. Lo besó desesperada, buscando su calor, buscando unirse a una persona que no la abandonara como hacían todas. Adrián le respondió a aquel beso sin dudar, buscó su cintura y la estrechó contra él, sin importarle lo mojada que estaba a causa de la lluvia. Luego Ka se separó de él y empezó a llorar en silencio.
-¿Puedo quedarme aquí?- preguntó.
Adrián dudó un momento por su padre, pero no podía dejarla así.
-Claro, tranquila, pequeña. Vamos a mi habitación.
Adrián le dejó un pijama suyo y le indicó dónde estaba el baño para que pudiera cambiarse y lavarse un poco la cara sin hacer mucho ruido. Luego ella volvió a la habitación y encontró a Adrián poniendo una manta y una almohada en el suelo.
-¿Qué haces?
-Para que puedas dormir en la cama.
Ka sonrió como pudo. Era tan atento...
-No seas tonto, dormimos juntos, no importa.
Adrián se sonrojó aunque Ka no lo notara en la oscuridad. Ella dejó la manta y la almohada en la cama y se acercó a él. Le acarició una mejilla y subió hasta su frente. Él le acarició la nuca y la guió hasta sus labios para besarla una vez más. En su cumpleaños aprendió que nunca podía estar seguro de si ella le volvería a besar.
Se metieron en la cama y Ka recordó su cumpleaños también.
-Adrián, quería pedirte perdón... Yo, no sé que me pasó el día de mi cumpleaños... Después de besarte no tenía nada claro y sólo me salió huir...
Él no supo como tomarse aquello.
-Ka, tranquila, si no quieres estar conmigo yo lo acepto...
Ka le besó ligeramente los labios.
-Si, quiero estar contigo. Tengo miedo a que todo salga mal, pero, quiero arriesgarme. Quiero estar contigo. Y hoy más que nunca me he dado cuenta de que las oportunidades no puedo desaprovecharlas ni si quiera aprovecharlas a medias. Tengo que explotarlas al máximo, insistir, luchar cuando me dan una, porque luego... luego la gente se va y ya no puedes volver a besar, a abrazar... y todo lo que te ha quedado por hacer con esa persona se esfuma en tu mente con cada recuerdo que te atormenta y yo...
-Tranquila, pequeña... Yo te quiero, estoy aquí, voy a darte todas las oportunidades que me pidas- la besó.
A Ka sólo le sirvió aquello para convencerse. Aquella noche no quería dudar, necesitaba apoyo y Adrián le daba mucho más que todo eso. Adrián era la pieza que encajaba cuando su corazón se resentía levantado de astillas. Él había demostrado quererla como no lo había hecho nadie, y de eso estaba segura. Ya había perdido a su abuela, no iba a perder a otra persona a la que amaba así como así.
Ka consiguió dormir lo poco que quedaba de noche y un poquito de la mañana sin tirón. Adrián sin embargo había preferido quedarse despierto, velando por si Ka se despertaba y empezaba a llorar, para consolarla en el momento que ella más lo necesitaba. Ka le necesitaba. A él. Lo quería.
A la mañana siguiente el móvil de Ka sonó bastante pronto. Adrián lo cogió para no despertarla:
-¿Sí?
-Hola, ¿Ka?
-No, soy un amigo suyo...
-Ah, bueno, ¿puede ponerse ella, o le dejo un recado?
-Puede dejarle un recado, yo mismo se lo diré.
-Verás, soy el marido de su madre. Dile por favor que vuelva a casa a las once. Vamos a enterrar a su abuela a las doce del mediodía.
-Está bien, yo se lo diré.
-¿Está bien?
-Si, ha conseguido dormir un poco...
-Bien, gracias. Hasta luego.
-Hasta luego.
Adrián colgó. Miró a Ka. Eran las nueve de la mañana y quizás era mejor ir despertándola. Primero le prepararó el desayuno, un poco de café y tostadas, y se lo llevó a la cama. Se sentó a su lado y le dio un beso en la frente.
-Pequeña... despierta, pequeña...
Ka entreabrió un poco los ojos. Se frotó los ojos, bostezó y sonrió levemente antes de abrirlos del todo.
-Hola, amor.
-Buenos días, pequeña.
Ka enrrolló sus brazos sobre su cuello y le atrajo hacia ella para besarle. Luego desayunaron juntos y empezaron a vestirse, Ka en el baño y Adrián en su habitación. Todavía no habían aclarado que eran exactamente, pero ella necesitaba tenerle así y él tenía lo que siempre había necesitado, asi que no tenían por qué confundirse intentando poner un nombre a su relación. Simplemente estaban así, "juntos".
Ka volvió de vestirse.
-Ka, ha llamado antes tu padre o el marido de tu madre, no sé...
-Ah, si, bueno, es el marido simplemente. ¿Qué te ha dicho?
-Tenemos que ir a tu casa a las once. El funeral va a ser a las doce...
Ka tragó saliva. Aquella mañana había sido preciosa tras haberse levantado a su lado, pero no podía quitar el por qué Ka acabó en su casa la noche anterior: su abuela había muerto. 
-Lo siento, cielo...
Ka negó con la cabeza y sonrió al mismo tiempo que un par de lágrimas caían sobre sus mejillas. Adrián la abrazó y le dio un beso en la frente. Estuvieron un rato así, no supieron decir cuánto, quizás dos minutos, quizás media hora. El tiempo no importaba si se trataba de apoyarse uno al otro, juntos. Ahora el mundo prometía ser menos cruel teniéndose.

En casa de Ka...

Ana, la madre de Ka no había pegado ojo en toda la noche. Ni si quiera había intentado dormir. Su situación era demasiado dura: había perdido a su madre y a su hija quizás también, ya que sentía cómo la esquivaba hasta en las situaciones más difíciles. Situaciones difíciles... ella tampoco había estado en el momento más duro de Ka. Pero lo que no sabía su hija era lo mucho que se había atormentado por aquel gran error. Incluso fue al psicólogo a pesar de ser consciente de que a dónde tenía que haber ido era a España, a ver a su hija. Pero le daba miedo llegar y verla en lo más hondo que podía caer una niña de su edad. Con quince años haber perdido toda infancia o juventud. Haber sufrido tanto...
Ana negó con la cabeza y se secó las lágrimas. Acababan de desayunar.
-Irá poca gente al funeral. No somos una familia numerosa y algunos viven bastante lejos... He puesto una esquela en el periódico para que se entere gente lejana o amigos- le dijo a su marido.
-No pasa nada, cielo. Estamos nosotros y eso es lo importante- la abrazó.
Ana suspiró.
-¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Qué va a pasar con Ka?
-¿A qué te refieres?
-La custodia la tenía mi madre, y ahora que ha muerto y Ka sigue siendo menor de edad, esa custodia pasa a mi.
-Bueno, no pasa nada. En Londres tenemos sitio de sobra, incluso tuvo su habitación en una ocasión.
-En una ocasión en la que salió huyendo lo más pronto que pudo...
Silencio.
-¿Qué quieres decir, Ana?
-Ka no va a querer irse a Londres. Tiene aquí su vida. Siempre ha tenido aquí su vida.
-¿Y entonces...?
-No sé, cariño, no sé... Quizás deberíamos mudarnos.
-¿Mudarnos? No lo veo... Es mucho lío y mucha mudanza para que Ka cumpla dieciocho años en un año...
-¿Qué has querido decir?- saltó a la defensiva Ana.
-Pues que tu hija no quiere saber nada de nosotros y dentro de un año podrá ser libre para vivir dónde quiera.
Ana miró mal a su marido. Se había pasado. Pero a pesar de todo pensó que quizás él tenía razón. No sabía qué hacer...
Se puso una camisa negra que se había traído al azar y se preparó como pudo para el funeral. A las once y media llamó alguien a la puerta. Era Ka con un chico. Ana abrazó a su hija:
-¿Dónde estabas? ¡Estaba preocupadísima! No vuelvas a irte así, por favor...
Ka se deshizo de su abrazo como pudo.
-Necesitaba irme...
-Ha estado en mi casa, no se preocupe- dijo en un tono formal Adrián.
Ana le miró como un extraño y sin embargo no desconfió de él. Adrián tendió una mano como saludo.
-Soy Adrián, un...
-Mi novio- concretó Ka.
Adrián y su madre la miraron bocabierta.
-Vaya, no me lo habías contado... Encantada, soy Ana, su madre- dio dos besos a Adrián.
Ka le coge de la mano. Adrián la mira. Todo es perfección en ese momento de dolor e incomodidad.
-¿Nos vamos ya?- dijo Ka.
-Si, ya ha venido el taxi- anunció el marido de su madre.
Fueron todos hacia el cementerio totalmente en silencio. No habían hecho un velatorio porque sabían de sobra que prácticamente nadie iría. Y sin embargo se sorprendieron cuando vieron casi treinta personas enfrente del agujero donde enterrarían el ataúd de su abuela. La esquela había dado resultados: habían venido amigos, vecinos e incluso caras que sonaban por haber participado en el pasado de ambas. Ka fue saludada por todo tipo de personas:
-Te acompaño en el sentimiento, pequeña- le dijo el panadero.
-No me puedo creer que haya pasado- habían venido hasta los camareros de la heladería dónde celebró su cumpleaños.
A todos les contestaba con una sonrisa amarga, una mirada baja y un:
-Gracias...
No se separó de Adrián ni un sólo momento. Le necesitaba para poder seguir allí, viendo una foto de su abuela cubriendose por tierra mientras sus restos desaparecían bajo sus pies. Le necesitaba para apretarle la mano cuando la gente se compadecía de ella. Le necesitaba para seguir respirando cuando las lágrimas la hacían atragantarse. Pasar el peor día de su vida con la mejor persona que había conocido en años era como la historia que le contaba su abuela para que se riera cada vez que la tenían que poner una vacuna.
-Quiero decir unas palabras, por favor...- dijo Ka cuando el cura terminó de despedir el funeral.
-Claro- aceptó él.
Ka se puso al lado de su abuela y bajó la mirada, y con un hilo de voz, empezó a hablar:
-La verdad, yo no he preparado nada... No he tenido tiempo... O quizás si, pero pensaba que escribir palabras no servirían de nada. Tenía que pronunciarlas, lanzarlas al aire por si pudiera cogerlas ella... -hizo un parón y continúo-. Mi abuela jamás fue mi abuela. Siempre fue mi madre. Si nunca me faltó de nada fue porque tuve la suerte de que ella me acogiera en sus brazos. Nunca tuvo la obligación de criar a otra hija, y sin embargo, para ella fui eso, una hija con la que puso toda su vida y su corazón. Me hizo reír en los momentos malos, supo curar todas mis heridas, y aunque me descaminé, supo perdonarme. Esta mujer que enterramos hoy, ha sido madre y abuela, ha sido una bellísima persona y me hubiera gustado poder compartir más momentos de mi vida con ella...- se puso a llorar.
Adrián comprendió que no podía hablar más, asi que fuera a agarrarla por los hombros para apartarla de la gente que había empezado a depositar sus ramos de flores sobre el suelo.
-Tranquila, cielo... Ya está. Ha sido precioso, ¿sabes? Seguro que tu abuela lo ha escuchado y está sonriendo por tener una nieta tan bonita.
Ka le miró por debajo de su paño de lágrimas y soltó una risita desesperada. Luego le acarició y le besó. Pero alguien interrumpió...
-¿Ka...?
Adrián y ella se giraron a la vez. Adrián vio una chica. Ka vio a una persona del pasado: Andrea.
-¿Qué... qué haces aquí?
Andrea se acercó para darle un abrazo:
-Lo siento mucho, Ka... Lo he visto en el periódico...
Ka no supo muy bien como reaccionar y no fue capaz de decir nada.
-¿Cómo estás?
-¿Cómo quieres que esté?
Andrea bajó la mirada ante aquella respuesta borde de su antigua amiga.
-Yo, no sé... Quería verte... Miguel me dejó y nadie me entendía... Yo... te he echado de menos.
Ka la atravesó con la mirada. ¿Cómo se atrevía a presentarse en el entierro de su abuela sólo porque se había vuelto a quedar sola?
-Pues yo a ti no- contestó seca Ka.
Andrea abrió los ojos como platos ante aquella sorprendente respuesta.
-Y ahora, si me disculpas, me voy a casa.
Ka agarró la mano de Adrián que se despidió de Andrea con un "Adiós" y que estaba tan sorprendido como ella, y echó a andar dirección a donde se encontraba su madre.
-¿Quién era esa chica?- preguntó Adrián.
-Una persona que en su día creí que era mi amiga.
Adrián no necesitó saber más. Todos habíamos pasado por ese tipo de personas.
Llegaron hasta el taxi que estaba esperándolos.
-¿Dónde vive Adrián, para llevarle a casa?- preguntó su madre.
-No importa, dejénme donde su casa e iré yo solo hasta la mia.
-Está bien.
Ka se acurrucó en su hombro alejándose de su madre que estaba sentada al lado. Si no tuviera a Adrián, ahora mismo estaría completamente sola. Llegaron a casa y Adrián se despedió de ella con un fuerte abrazo y un intenso beso.
-Mañana te veo- le dijo.
-Gracias, Adrián...
Entraron en casa y el marido de su madre se puso a hacer la cena. Ka estaba en la habitación cuando su madre entró sin permiso. Su abuela casi nunca hacía eso.
-Ka, tenemos que hablar.
Ka suspiró. Odiaba hablar con su madre porque no hablaban, siempre acaban igual: discutiendo, gritandose, enfadandose...
-¿Qué pasa?
-Verás, cariño, ahora que la abuela a muerto, tu custodia la tengo yo hasta que seas mayor de edad, ¿lo sabes no?
-Si, ¿y...?
No le gustaba por donde estaba yendo la conversación.
-Que yo vivo en Londres. Y tú a partir de ahora, también tendrás que vivir en Londres.
A Ka se le calló el mundo a los pies. ¿A Londres? ¿Sin saber el  idioma, sin conocidos, dejando atrás a Adrián?
-No me puedes hacer esto...- murmuró con una mezcla de odio y rencor.
-Ka, sé qué es duro, pero mi marido tiene su trabajo alli, tenemos nuestra casa, nuestra vida allí...
-¿Y yo no tengo la mía aquí?
Su madre no supo que responder.
-Cariño, yo te entiendo, pero no hay otra solución, todavía eres menor de edad...
-Si que la hay. Tenéis demasiado dinero como para vivir un año de mierda aquí. Un sólo año es todo lo que necesito.
-En un año habrás rehecho tu vida en Londres, encontrarás nuevos amigos, un nuevo novio...
-No, me niego. Ya me llevaste una vez por la fuerza y no salió bien. No voy a dejar que tengas una segunda oportunidad de intentarlo.
-No hagas esto más difícil...
-No es difícil. Es  muy simple: o te quedas conmigo o te vas sin mi.
-¿Y qué vas a hacer aquí sola?
-Vivir, Ana, vivir.
Su madre se dio cuenta de que la había llamado por su nombre de la forma más dura que había oído jamás. Decidió que no era un buen momento para hablar ese tema con su hija y la dejó sola en su habitación. Ka intentó calmarse y no llorar tanto para poder escribir un SMS contándole la situación a Adrián. Y se tumbó en la cama a la espera de una respuesta que llegó y la reconfortó:
"No dejaré que te vayas".

3 comentarios: