martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 19

06 de Enero de 2011


No se despertó pronto a pesar del día que era. La noche anterior se había encerrado en su cuarto haciéndose la dormida hasta que su abuela se fue a dormir, y salió para dejar un regalo más bajo el árbol de navidad. La Noche de Reyes, su abuela se había pasado comprándola regalos. Estaba demasiado orgullosa de ella, y Ka lo había notado. Esos pequeños detalles eran los que la convencía por completo de que cambiar era bueno, y que había estado equivocada durante todo aquel año y medio. Pero todavía no estaba preparada para ser la misma de antes, y seguramente, no volvería a serlo. Simplemente se quedaría en un intermedio.
Pero todo aquello no importaba. Ya era hora de ir a abrir los regalos. Ka salió de su habitación con cara de sueño, e inmediatamente salió a recibirla su abuela:
-¡Buenos días, cariño! ¡Feliz Día de Reyes!
-Gracias, abuela.- señaló el árbol lleno de regalos- No hacía falta. Te has pasado con la cantidad...
Su abuela sonrió.
-Nunca nada es suficiente. Además, no todos son míos. Hay dos de tu madre, y otro que no sé de quién es.
A Ka le llamó la curiosidad. Fue a abrir los regalos, pero antes, cogió el suyo y se lo dio a su abuela:
-Este es para ti.
Su abuela se sorprendió. Estaba claro que no había notado por la mañana un regalo de más. Lo cogió con una gran sonrisa y se dispuso a abrirlo muy emocionada:
-Cariño, esto si que no hacía falta... Ay, ¿qué será? Qué ilusión, Ka...
Cuando terminó de abrirlo descubrió un buen collar de perlas puras a juego con los pendientes. Era precioso incluso para ser joyería para personas de mayor edad. Cuando Ka lo vio, supo que tenía que ser para su abuela, y lo tenía escondido desde hacía casi un mes, esperando aquel día.
-Es precioso... Muchas gracias, Ka...- y se emocionó tanto que soltó alguna lágrima.
Ka rió. La abrazó muy fuerte y se burló de ella cariñosamente por llorar. Su abuela se secó las lágrimas e invitó a Ka a abrir sus regalos. Ka, por cortesía, abrió primero los de su abuela.
-Son estos- se los dio su abuela.
Eran un paquete mediano, una caja pequeña y un sobre envueltos en un papel verde con lunares blancos. Ka los cogió y abrió uno por uno, de mayor a menos tamaño. El paquete mediano resultó ser unos pitillos de color blanco y una camiseta de tirantes, azul clarita, con tela de gasa y encaje. Era muy bonito, pero quizás muy atrevido para Ka... Abrió la cajita alargada y descubrió que era una bonita pulsera de plata y oro blanco, de mariposas. Preciosa sin duda, y una pulsera que, tres meses antes, Ka no se hubiera puesto nunca, por miedo al qué dirían sus amigos de sudaderas anchas. Decidió abrir el último regalo de su abuela, un sobre pequeño. Dentro había un vale para una peluquería bastante famosa y seguramente cara. Podía gastarse cien euros.
-Es por si te apetecía cambiarte el color del pelo, o cortártelo como antes...- explicó su abuela.
Pero Ka no quería ser la misma de antes por mucho que se empeñaran su abuela, su madre, su mejor amiga...
-Gracias- dijo sin embargo.
-Toma, estos dos son de tu madre. El otro día me llamó, le conté lo mucho que estás cambiando, lo madura que te has vuelto, las notas que has sacado... Estamos muy contentas contigo, Ka. Así que tu madre te compró esto para Reyes...
Le tendió un paquete del mismo tamaño que el de su abuela, y una caja, esta vez cuadrada y más grande que la anterior. Estaban envueltos por el sobre de Correos, donde todavía ponía la dirección de Londres. Abrió con fuerza el paquete. Ka pocas veces había recibido un regalo de su madre, por lo que aquel era realmente especial. Lo primero que vio fue una tela de encaje rosa tan pálido que parecía blanco. Lo desdobló. Era un precioso vestido de tirantes, con una seda fina rosa, acompañado desde la cintura, con un bonito encaje primaveral. En el fondo, a Ka le encantaba ese vestido, pero le fastidiaba la idea de que su madre siguiera erre que erre con que Ka volviera a ser la misma de antes, volviera a vestir la misma ropa de antes, el mismo pelo de antes... Sonrió, a pesar de todo, para hacerle ver a su abuela que estaba contenta. Abrió la caja. Era un MP4. A Ka le extrañó, pues ya tenía uno. Por intuición, sacó el MP4 de la caja, puso los cascos y lo encendió. La primera canción que se dejó escuchar se lo dijo todo. Era la de "Princesas" de un grupo llamado Pereza. El grupo favorito de Ka, o al menos, el de antes de que empezara a escuchar todas esas canciones de rap que apenas entendía. No quiso escucharla, le traía demasiados recuerdos. Pasó las canciones y descubrió que también había grupos como La oreja de Van Gogh, El canto del loco, Maná... canciones antiguas, canciones favoritas de Ka. Canciones que describían a la perfección el principio de su juventud, cuando la arrebataron la inocencia de aquella forma tan cruel. No pudo evitar que se le cayera una lágrima. Pasó más canciones y en la última de todo, titulada "Para mi pequeña Ka", se escuchaba a su madre en una grabación propia diciendo:
-Cariño, seguramente te hayas emocionado o incluso enfadado al escuchar estas canciones de tu pasado. Sé que no estuve contigo, aún así te conozco más de lo que piensas, hija mía. Me alegro mucho de que estés recuperando la sonrisa, nos tenías tan preocupados... Ahora es el momento de olvidar y perdonarte a ti misma, Ka. Y puedes contar con todo mi apoyo. Feliz día de Reyes, un beso muy fuerte de mamá.
Ka tragó saliva mientras se quitaba los cascos y apagaba el MP4. Sin duda era el regalo más bonito, a pesar de que la había echo llorar y odiaba un poco a su madre por hacerla recordar el daño que tuvo que pasar. Pero quizás su madre tenía razón, y era el momento de olvidar, de cambiar...
-Cariño, ¿qué te pasa? ¿No te gusta?- preguntó su abuela preocupada al ver que lloraba.
-Si, claro que me gusta. Lloro porque me gusta mucho, abuela. Luego llamaré a mamá para darle las gracias.
-Está bien, pequeña. Te falta todavía un regalo por abrir. No sé de quién es, la verdad...
A Ka le volvió esa insana curiosidad. ¿Quién le había dejado un regalo por la noche? ¿Qué sería? Se abalanzó sin dudarlo sobre el regalo, bastante grande, mal envuelto en papel de periódico y sin remitente. Lo abrió. Era un oso de peluche precioso, muy suave y grande, con una amplia sonrisa y el pelo de color miel. Ka lo abrazó muy fuerte, le encantó. Se levantó y llevó sus regalos a su habitación con la duda en la mente de quién sería aquella persona que le había regalado aquel oso. Cuando volvió al salón, su abuela ya había preparado el desayuno: chocolate con roscón de reyes. Típico desayuno en aquellas fechas. Ka se sentó a su lado y empezó a desayunar cuando:
-Con el oso también dejaron una carta en la puerta. Toma.
Su abuela le tendió un sobre donde ponía "Para Ka".
-Gracias, abuela. Luego lo leeré.
-No, tranquila, puedes leerlo ahora.
-Gracias.
Ka abrió impaciente el sobre y sacó un papel perfectamente doblado y escrito. Leyó en voz baja:
"Para Ka:
Espero que te haya gustado el oso. No sabía si tendrías algún que otro peluche, pero no sabía muy bien que regalarte. 
Tómalo como un pequeño detalle para darte las gracias por la tarde que pasamos el otro día. No te imaginas lo mucho que me alegro de volver a verte. 
Gracias de nuevo.
Feliz día de Reyes.
Adrián."
Ka sonrió. No podía creerse que Adrián le había echo un regalo de Reyes. Y ella a él no le había regalado nada... Tenía que ir corriendo a buscar un regalo para él. 


Por la mañana, en casa de Adrián...


Al despertarse no encontró ningún regalo. Tampoco lo esperaba. En casa de Adrián hacía ya dos años que nadie regalaba a nadie, excepto dolor y llanto. 
Esperaba al menos, tener un día tranquilo. Su padre no se había levantado todavía, por lo que le quedaban unos minutos de gloria. Decidió tumbarse de nuevo en la cama. Se puso a mirar las estrellas que había pegado su madre en el techo. ¿Era posible que los sueños se cumplieran? ¿Y que se acabaran las pesadillas? Era posible. Desde que volvió a ver a Ka, Adrián irradiaba una buena energía llena de positividad. Tanta que ni las peleas con su padre le amargaban las noches de pensar cuando volvería a verla. Sin duda alguna, la quería, y no se lo negaba así mismo. Su madre siempre le había enseñado que los sentimientos eran para expresarlos, y no para ocultarlos. Los sentimientos eran la base de la vida humana. Se preguntaba si le habría gustado el oso a Ka. Al día siguiente de verla, Adrián decidió hacerla un regalo de Reyes con el poco dinero que le había sobrado de la bolera, y le escribió una carta explicándole lo mucho que había significado para él volver a verla. Lo envolvió en papel de periódico porque no tenía más dinero para papel de regalo y junto con la carta, lo dejó en la puerta de su casa, y llamó al timbre, saliendo corriendo inmediatamente. Pero pudo ver como su abuela abría la puerta y recogía el regalo.
-¡Adrián!
Adrián calló de su pequeño sueño para enfrentarse a la realidad: su padre se había despertado. No le había escuchado salir de la habitación. Podría estar enfadado... 
Adrián salió con el miedo en el cuerpo de su habitación, en busca del padre que le reclamaba. Le halló en el recibidor, con la puerta de la calle abierta. Parecía mosqueado y señalaba al suelo.
Adrián miró al suelo. Era una pelota de fútbol totalmente nueva y un sobre que ponía "Para Adrián". Lo recogió enseguida y se lo llevó a su habitación. Era mejor no contestar a su padre, que se iba ya tan pronto al bar.
No tuvo que abrir el sobre para saber quién le había regalado aquella pelota. Aún así, tenía curiosidad por saber que ponía dentro:
"Para Adrián:
Tu segundo regalo está en el polideportivo de esta misma ciudad.
Me ha encantado tu regalo.
Gracias, Adrián.
K. "
El corazón de Adrián iba a mil por hora. Hoy también iba a verla. Se vistió rápido con un chandal no muy feo y se dirigió con la pelota de fútbol, lo más rápido posible, hacia el polideportivo, donde se encontraba su segundo regalo. Aunque para él, el verdadero regalo era volver a verla.


En el polideportivo...


No había sabido muy bien que regalar a Adrián.
En el momento que había pasado  delante de una tienda de deportes, recordó que ambos tenían cuentas pendientes: un partido de fútbol. Decidió comprar un baló de fútbol, el que más le gustó a ella, y planeó una comida sorpresa en un lugar donde pudieran jugar a fútbol: el polideportivo. Pagó veinte euros más al dependiente para que llevara el balón de fútbol y una que acababa de escribir a casa de Adrián. Así la daría tiempo a coger algo de comida y aterrizar en el polideportivo antes que Adrián. Le apetecía comer algo de comida china, asi que o lo dudó ni un momento y se dirigió al restaurante chino dónde tantas veces había cenado. Pidió su comida favorita para dos personas y salió corriendo.
En ese momento, había llegado al polideportivo hacía diez minutos. Tuvo suerte de que el día de Reyes no hubiera nadie allí, pues todos estaban con sus familias abriendo regalos y celebrando el día. Ka se preguntó si la familia de Adrián le dejaría salir y pasar un día tan especial con ella, pero enseguida averiguó que si: Adrián acababa de llegar.
Traía el balón de fútbol acompañado de una gran sonrisa.
-Muchas gracias- dijo dándole un abrazo.
Ka se sorprendió, y al principio de tensó, pero después se dejó abrazar, rodeándolo con los brazos. No duró mucho, pues Adrián se arrepintió de precipitarse y Ka se sentía demasiado extraña. Pero eso no afectó en nada al resto de la tarde.
-De nada, espero que te haya gustado. Como ves no todo acaba aquí, - dijo Ka enseñando la bolsa de la comida- también te voy a invitar a comer.
-¡Genial! ¿Comemos ahora y luego echamos un partido?
-Claro. Vamos a sentarnos en las mesas que hay allí al fondo, en el césped.
Se dirigieron a las mesas con bandos que había dispersas en el césped que rodeaba las dos pistas de fútbol y baloncesto. Era un polideportivo bastante pequeño. Ka sacó de la bolsa dos platos de plástico y dos tenedores y empezó a sacar la comida, abriendo los recipientes.
-Espero que te guste la comida china. Es mi favorita.
-La probé hace un tiempo, no estaba mal- sonrió Adrián.
Al fin y al cabo lo importante era que comía con ella. Empezaron a comer tallarines y arroz, contándose cosas. Ka le enseñó la ropa que le había regalado su abuela y que llevaba puesta, y Adrián se inventó que sus padres le habían regalado ropa y algo de dinero. Se sintió mal al haber mentido a Ka, pero en algunas situaciones, Adrián no sabía muy bien que hacer, si contar la dura verdad de su vida o ocultarla para no dar pena a nadie y que la gente no estuviera pendiente de cada movimiento en su casa, como le pasaba a Helena desde que se enteró. Además, en lo que respectaba a problemas, ninguno de los dos era capaz de abrir su corazón. Todavía recordaba la noche que descubrió la cicatriz de la frente de Ka, y lo enfadada y nerviosa que se puso ella, sin querer contar aquella historia. ¿Qué habría pasado?
Pero aquel no era el momento de recordar las malas pasadas con ella. Ahora estaban bien. Era cierto que sabían poco el uno del otro, pero les gustaba estar juntos, contarse las pequeñas cosas del día a día, esas que no se tienen que ocultar. En aquel instante habían terminado de comer, iban a recogerlo todo para después jugar a un partido de fútbol. Bajaron a la pista con el balón y Ka hizo crujir con un movimiento, todos los dedos de sus manos.
-Espero que no te duela mucho la paliza que vas a recibir- dijo.
Adrián soltó una carcajada.
-Tienes mucha fe... El rey del fútbol soy yo, tu si acaso puedes ser príncipe, pero eso está por ver.
Ka se acercó a Adrián para amenazarlo. Se acercó tanto que podían respirar el aire del otro. Ka levantó la mirada desafiante y asesinando los ojos de Adrián dijo muy segura:
-No me subestimes.
Adrián apenas había oído lo que Ka decía. Estaba tan concentrado en no desmayarse o en controlar sus impulsos gracias a la cercanía de Ka, que había perdido por completo todos los sentidos. Pero Ka terminó por empujarle suavemente para recalcar la amenaza, y Adrián pudo respirar. Decidió dar todo lo bueno que tenía de él en el fútbol. 
-Un partido de media hora, si quedamos empate, el primero que meta un penalti.
-De acuerdo. 
Ambos fueron al centro de la pista y pusieron el balón en medio. Contaron hasta tres y como si hubiesen estado poseídos, corrieron detrás de la pelota buscando tenerla entre sus pies y enviarla directamente a la portería. El primer gol fue de Ka, pero detrás siguieron otros tres de Adrián. Se cayeron al suelo, se pusieron zancadillas e incluso discutieron por quién había echo falta. Fueron jugadores y porteros, pero ante todo, amigos. 
Cuando pasó la media hora, el vencedor había sido Adrián. Ka, humillada, le dio la mano:
-Felicidades, eres el rey del fútbol.
Adrián se sonrojó. Nunca le habían dicho aquello a pesar de que él mismo se lo repetía muchas veces, pero además escucharlo de la boca de una mujer resultaba el doble de satisfactorio.
-Gracias Ka, tu también lo has echo muy bien.
-Gracias.
Se miraron. ¿Cuántas veces se habían mirado desde que se conocían? Y sin embargo aquella mirada era diferente a lo anterior, como el resto de las cosas. Se miraron. Se miraron y sonrieron, y Adrián le pasó la mano por la mejilla, y Ka se sonrojó. Y todo eso acabó en dos segundos, pero permaneció en la mente de ambos durante toda la noche. 
¿Qué había cambiado en realidad? Habían dejado de verse  un par de meses y volvían con más ganas de verse que nunca. Adrián no podía con la felicidad, y Ka no podía entender que pasaba. Jamás se haría la pregunta, a pesar de que su subconsciente no paraba de hablar sobre si Adrián le gustaría. Pero Ka no quería fijarse en nadie, solo quería divertirse, ser su amiga y nada más.
-¿Puedo invitar a un helado al futuro futbolista estrella?- preguntó Ka tras haberlo recogido todo.
-Claro que sí, ¿a dónde vamos?
-Vamos a la heladería que fuimos la primera vez que te comiste un helado conmigo. ¿La recuerdas?
-Por supuesto, ¿como iba a olvidarla?
-Estupendo.

4 comentarios:

  1. dioss me encanta en un día la leí , sigue así besos !!

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  2. Dios como escribes también! Sabes? Me emocione leyendo... La historia es muy entrañable y cercana. También tiene todo super bien cuidado, me encantaria seguir leyendo es precioso enserio:) Un beso y no lo dejes nunca por dios

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  3. y a esperar de nuevo...

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  4. oooh qué bonito!
    Queremos el beso :D! jajaja

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