martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 18

04 de Enero de 2011:


-Por favor cógelo...- le suplicaba al teléfono.
Un toque. Dos toques. Tres toques...
-¿Quién es?- respondieron.
-¡Al fin! ¿Por qué no me cogías el teléfono?
-¡Ey, Ka! Estaba hablando con Miguel.
-¿¡Dos horas seguidas!?
-En realidad tres. Como es mayor de edad y tiene trabajo puede permitirse el lujo de llamarme tres horas seguidas.
Ka resopló. No aguantaba el momento "presumo-de-mi-novio-porque-yo-si-puedo".
-Bueno, entonces, no estás enfadada y por eso no me cogías el teléfono, ¿no?
-Sí lo estoy.
-¿¡Cómo!? ¿Por qué?
-Joder, Ka, te presento a mi novio con la mayor ilusión del mundo y te pasas toda la sesión del cine en el baño...
-Tú ni si quiera te diste cuenta...
Andrea se sonrojó al recordar la sesión de "cine" del día anterior.
-Pero el pobre Iván sí. Estuvo solo toda la tarde.
-Es que no sé por qué me tienes que acoplar a su primo. Si quieres que conozca a tu novio voy, le doy dos besos, y ya os vais vosotros solos a ver la película que queráis.
-Ka, se trataba de pasar la tarde juntos y Miguel ofreció invitar a su primo para que no te sintieras sola.
-Pues dile a Miguel que muchas gracias, pero a veces se está mejor sola que  mal acompañada.
-¿Eso significa que no vas a salir más veces con nosotros?
-No... Lo siento, Andrea, pero no.
-Pensaba que eras mi amiga.
-Y lo soy, y por eso debes entender que no quiero salir con chicos, y que salir a un sitio para mirar como Miguel y tú os dais el lote no es mi mejor plan. Además, verte a ti y a Miguel besándoos es un poco difícil...
-¿Qué quieres decir?
-Que te dobla la edad y está mal visto.
-Como si importase lo que dijera la gente...
-Pero lo que dice tu mejor amiga sí.
-Depende, porque si mi mejor amiga está celosa y no aguanta que tenga un novio, no creo que merezca la pena escucharla.
-¿Estás hablando enserio? -se cabreó mucho Ka.
-Al menos, es lo que parece...
-Pues las cosas no son como tu piensas, Andrea. Me alegraría muchísimo si tu novio fuera un chico de tu edad, o un poco más mayor, pero no un viejo que te dobla la edad y que lo único que va a hacer contigo es aprovecharse. ¿Es que no lo ves?
-¿Es que no lo ves tú? Me lleva a lugares preciosos, me trata como una reina y jamás me ha obligado a hacer algo que yo no quiera. No se aprovecha de mí.
-Andrea, te quitó la virginidad cuando tú no podías  tenerte en pie.
-Fue decisión mía.
-Está bien, es inútil convencerte de esto... - Ka cambió de tema para relajar el ambiente- ¿Sales esta tarde?
-He quedado con Miguel.

-¿Y mañana?
-Tenemos el cumpleaños de su hermana, no podemos faltar. Luego nos vamos todo el fin de semana a la montaña, a una casa rural que a alquilado, ¿a que es fantástico?
A Ka la idea no le gustaba para nada...
-¿Y cuando nos vamos a ver tu y yo?- dijo ella evitando responder a la pregunta de su amiga.
-No sé... La semana que viene te llamo, ¿vale?
-Pero llámame, no me dejes sola, ¿eh?
-Sí, tranquila, yo te llamo...
-Bueno, pues ten cuidado con Miguel en las montañas...
-Sí, tranquila.
-Venga, adiós...
-Te quiero.
Y Ka colgó la primera. Su cabreo iba en aumento cada vez que pasaban las palabras de su amiga por su cabeza. Aquella semana ya no se iban a poder ver y todo porque Andrea se había echado un novio el doble de mayor que ella. ¿Qué la pasaba a su mejor amiga? ¿Y qué iba a hacer ahora Ka? Quedaban siete días para que comenzara de nuevo las clases y no quería pasárselos encerrada en su casa. Pero no tenía nadie con quien salir, con quien reír... Y se empezó a sentir como a últimos de verano cuando... 


En otra parte...


Cuando conoció a Ka algo en su interior hizo que no se tirase. Algo en su interior le hizo presentir que aquella chica guardaba algo, quizás una parte de su vida. Empezó a creérselo de verdad cuando salían juntos todos los días, cuando Ka iba a buscarle, cuando Adrián la acogía en su casa las duras noches de pelea... Y todo parecía ir tan bien, hasta que, como todas las cosas, se acabó. Ka tenía a su amiga y Adrián a la suya, y, aunque aquello para él no era un problema, para ella suponía no poder volver a verse. Adrián estaría dispuesto a dejar de ver a Helena con tal de verla a ella. Estaría dispuesto a quedarse solo en el instituto, a aguantar el cabreo de Helena con tal de ver, aunque fuera, una vez más a Ka...
-Eres imbécil- se dijo así mismo.
¿Cómo sería capaz de abandonar a una amiga como Helena? Adrián siempre había necesitado una persona como ella: inteligente, responsable... Se preocupaba mucho por él, compartían los mismos sentimientos y decepciones y se ayudaban mutuamente. Encima Helena cada día parecía estar más guapa. Aquellas dos mujer eran esenciales en su vida, se habían convertido en la luz que le daba esperanzas para pensar que la vida no era tan cruel. Y sin embargo, a pesar de que las quería a las dos, tenía que reconocer que Helena daba muchas más cosas por él que Ka, a la vez que él, preferiría mil veces a su antigua amiga... ¿Podría recuperarla de nuevo? 
Ese hubiera sido el momento en el que la hubiera llamado, la hubiera preguntado como le iba la vida en un intento de que ella accediera a quedar con él. Pero no, no podía hacerlo otra vez. Ya la había llamado muchas veces. Muchas negaciones.
Y sin embargo pasó algo que jamás pensó que sucedería: sonó el teléfono.
Adrián se dirigió corriendo hacia el teléfono para contestar y no despertar a su padre, que, por suerte, llevaba todo el día dormido. Lo cogió sin aliento y contestó en voz bajita:
-¿Sí?
-Hola, Adrián...
Adrián juraría que por una décima de segundo se le paró el corazón.
-Hola, Ka. ¿Cómo estás?
Para sorpresa de ella, la voz de aquel chico sonó mucho más amistosa de lo que esperaba. Pero él había esperando tanto tiempo aquella llamada que, no podía desperdiciarla ahora por un tono de voz que dejara notar su ligero enfado.
-Bien, ¿y tú?
-Bien. Me alegro de oírte.
Ka sonrió por un momento.
-¿Qué haces esta tarde?
Adrián se sorprendió. ¿Acaso pretendía salir con él aquella tarde? ¿No saldría con su amiga? A lo mejor quedaban los tres...
-No, nada. Ya sabes, no tengo mucha agenda...
Ka se rió levemente. No sabía por qué, adivinó la contestación de Adrián.
-Bueno, me preguntaba si querrías ir a algún sitio juntos...
A Ka no le dio tiempo a terminar sus explicaciones.
-Si, claro, no lo dudes. ¿Dónde quieres que vayamos?
La verdad, Ka no quería ir a ningún sitio en concreto, solamente quería pasar la tarde con alguien. Se sentía un poco mal por haber acudido a Adrián cuando se había visto sola. se preguntaba si el se sentiría como un segundo plato. Pero Adrián parecía muy contento de poder volver a verla.
-Bueno, no sé... ¿Quieres que vayamos a la bolera?
-¿A la bolera? Bueno...- Adrián tuvo que pensárselo muy bien. En aquellos instantes no tenía nada de dinero y pedírselo a su padre después de lo que había pasado el día anterior sería ir directo a la muerte. Sin embargo, una oportunidad así no podía dejarla escapar: -Sí, claro. Hace tiempo que no voy, será un placer volver... contigo.
Ka notó que la última frase tenía un doble sentido. Sonrió. No recordaba lo mucho que se le notaba a Adrián que estaba por ella.
-Está bien, ¿quedamos a las cinco la puerta del metro de la plaza central?
-Vale, guapa- se le escapó.
Escuchó como Ka soltaba una pequeña risa.
-Hasta luego, Adrián.
-Hasta luego, Ka.
Y colgaron. Tenían cada uno una hora para prepararse. A ambos les iba a sobrar tiempo, pues Ka se puso unos pitillos vaqueros y una camiseta de manga larga blanca con rayas azules. Todo ropa que le hizo comprar Andrea, y, a pesar de que no había quedado con ella, no entendía por qué se seguía poniendo esa ropa por voluntad propia. Quizás se había acostumbrado, quizás era hora de dejar las sudaderas y la ropa ancha... Como en los viejos tiempos. Pero no, Ka no quería volver a ser la pobre inocente que se llevó aquel duro golpe...
Adrián se puso unos pantalones vaqueros con una camiseta de manga corta blanca, un poco ajustada. No le gustaba mucho esa camiseta, pues él no tenía la musculatura suficiente para lucir ese tipo de camisetas, pero tenía poco tiempo para planear como entrar en la habitación de su padre, quitarle dinero sin que se entere y salir corriendo de casa. Se puso las playeras más nuevas que tenía y decidió que tenía que conseguir dinero para comprarse ropa y calzado nuevo. Con la chaqueta en la mano, y las llaves listas para usar, entro despacio en la habitación de su padre, y paso a paso llegó hasta la cazadora de cuero negra. Metió la mano en el bolsillo y se quedó sin aliento cuando notó que su padre se movía. Por suerte, emitió un ronquido que confirmaba que seguía dormido. Consiguió alcanzar la cartera, y la abrió con cuidado. Sacó un billete de veinte euros, cerró la cartera, la dejó en el bolsillo, y salió rápidamente de la habitación y de la casa.


En otro lugar, a las cinco de la tarde...


Había llegado hacía más de veinte minutos, pero no le importaba. Al fin y al cabo no quería permanecer más en su casa. En la calle hacía frío, a primeros de Enero. Tenía la chaqueta puesta y abrochada, y miraba en todas direcciones en busca de alguna sudadera, verde, azul, negra... La vio con tantas... Tenía curiosidad por saber como se había vestido aquel día. ¿Le había crecido el pelo? ¿Ese flequillo que ocultaba esa cicatriz que la ponía tan nerviosa? ¿Habría adelgazado, engordado? ¿Sería la misma Ka de siempre, aquella chica que no podía olvidar?
Buscando esa chica de sudaderas, halló otra algo diferente. No sabía si era ella, no se había acercado lo suficiente e iba vestida de una forma totalmente diferente. Aquella chica se acercaba con paso decidido, mirándole a los ojos. Sonreía. Cuando paró enfrente de él no podía dar crédito a lo que veía. Ka estaba realmente guapa, parecía más alta, y la ropa que llevaba puesta dejaba notar ligeramente la silueta de su delgado cuerpo. Incluso el débil relieve de su pecho. Adrián se sonrojó. Seguía, eso si, siendo la chica morena del pelo largo de siempre, a pesa de que por la raíz del cabello asomaba un color, que Adrián supuso, sería su color natural. No podía imaginarla de otra forma, tampoco tuvo tiempo:
-Hola.
-¡Hola!
-¿Cómo estás?
-Bien, ¿y tú? Hace tiempo que no te veía, ¿eh?
-Bien, gracias. Si, bueno, tuve la agenda un poco apretada ya sabes...
-¿Alguna novedad?- Adrián se sorprendió así mismo esperando a que Ka le contara algún secreto.
-No. Bueno, en realidad...
Ka empezó a andar hacia el metro, como de costumbre Adrián comenzó a seguirla. Y así se encontraron de nuevo, por la calle, una tarde cualquiera, Ka contando sus historias, Adrián escuchándola. Ka le pidió perdón por no haberse dejado ver durante todo ese tiempo. Le contó lo de su antigua amiga Andrea, que había vuelto y que ahora parecía pasar de ella. Adrián agradeció por dentro que aquella tal Andrea se hubiera echado novio, pero también lo lamentaba por Ka, que parecía decepcionada y disgustada. Pero entonces Adrián decidía arriesgar, y robarle una sonrisa con algún cumplido.
-Tranquila, no creo que te deje de lado, no a ti... No creo que sea tan tonta.
Ka le miró fijamente con sus ojos azul mar, y emitió la sonrisa más cálida del mundo, o al menos, la más cálida que Adrián había recibido nunca.
-Gracias.- dijo ella en un susurro.
Y entonces surgió una chispa de magia, y allí, en el vagón del metro, sentada a su lado, Ka apoyó la cabeza en su hombro. Fue el primer contacto físico que tuvieron. Fueron apenas dos segundos, pero dos segundos muy importantes. Los dos enrojecieron: Adrián por haber recibido tanto, Ka por no haber podido contenerse. No lo nombraron, se quedó como el más bonito recuerdo en la mente de cada uno. Y los problemas, parecieron desaparecer.
No hablaron hasta que llegaron a la bolera, no sabían muy bien que decir a pesar de que se dirían mil cosas. Adrián se preguntaba si había excedido de piropos, Ka se preguntaba que la estaba pasando con aquel chico. Cuando llegaron a la bolera pagaron una partida, y se fueron a la pista.
-¿Qué talla usas?
-Un cuarenta y uno, ¿y tú?
Ka se sonrojó. El tema de los pies no era su favorito:
-Un treinta y seis.
-Madre mía, ¿tan pequeño?
Ka decidió que no le afectara aquel comentario, y sonrió:
-Es que soy una enana. Ahora, te voy a dar la paliza del siglo.
Y Ka corrió a coger la primera bola. Hizo un semipleno. Adrián se quedó bocabierto. Él nunca había jugado a los bolos y la contrincante era demasiado buena... Tendría que asumir que haría el ridículo.
-Me ha salido un poco mal pero... ¡supera eso!- desafió Ka.
Adrián cogió una bola casi con miedo, y acercándose a la pista tiró débilmente la bola. Obviamente, ésta se torció y se fue por un extremo.
Ka echó a reír.
-¿Qué ha sido eso?
Adrián se avergonzó y volvió a coger una bola exactamente igual.

-Resulta que es la primera vez que juego a los bolos...
Ka paró de reír.
-¿Enserio?
-Sí.

-Está bien, entonces, es justo que te enseñe.
Ka cogió una bola y se dirigió a la línea de pista. Adrián se puso a su lado.
-Mira, tienes poner una pierna delante de la otra, cogerla así, apuntar bien y tirar con fuerza, pero desde abajo, como si acariciaras el suelo.
Ka realizó un perfecto movimiento y la bola salió disparada al centro de la pista. No derribó todos los bolos, pero solo faltaron dos. Adrián la miró, sorprendido.
-Venga, inténtalo. Nadie aprende sin fallos.
-Pero es tu turno...
-Tira una vez, yo he tirado por ti.
Adrián no tenía escusa. Cogió de nuevo una bola y se dirigió a la pista. Puso la misma posición que le había enseñado su amiga y se concentró para no defraudarla. Con miedo, pero a la vez con la mayor decisión posible, tiró la bola hacia el centro de la pista. Tiró la  mitad de los bolos.
-¡Genial! Poco a poco, pequeño.
-Gracias, no sería nada si  no fuera por ti, que me has enseñado.
-Bueno, esto no te va a salir gratis: tendrás que invitarme a un helado a la salida.
-Eso está echo, profesora. Sin duda, la mejor que he conocido.
-No te lo discuto, con la mierda de profesores que hay, jajaja.
Adrián echó a reír. Parecía que Ka había vuelto, y había vuelto mejor que nunca. Tenían más confianza, más chispa, más complementación. Decidió disfrutar de esa tarde al máximo, olvidarse de su vida y entregarse por completo a esa partida de bolos que para él significaba mucho  más que un juego: significaba estar con ella.
Se rieron con los fallos de Adrián, aplaudieron la experiencia de Ka, fueron sumando puntos y diversión a su tarde. Chocaron las palmas varias veces. 
Cuando terminaron, se cambiaron de zapatos, y los devolvieron, Adrián tenía una deuda que pagar. Se dirigieron a un puesto de helados que había nada más salir del centro comercial donde se encontraba la bolera e invitó a Ka al helado que tan merecido lo tenía: había ganado. Ka se pidió un helado de dos bolas de nata y chocolate, mientras que Adrián se quedó únicamente con una de fresa.
-Ven, vamos al parque que hay enfrente y nos sentamos a comernos el helado.
-Está bien. Parece que conoces muy bien esto de los bolos.
-¿Con quién crees que estás hablando? Creía haberte demostrado que yo soy la reina de esta bolera, jajajaja.
Adrián también compartió su risa.
-Desde luego, me has dado una paliza increíble...
-Cuando quieras, la revancha.
-Prefiero cambiar de juego.
-Está bien, el próximo día, ¿a que te apetece jugar?
-A un partido de fútbol no puedes ganarme.

-¡Já, eso habrá que verlo!
-Lo verás, lo verás.
Y  juntos se sentaron en el banco de aquel gran parque. Mientras pasaba la gente, se comieron juntos su helado, hablando de la vida, de los gustos que compartían. Adrián se atrevió a decirle lo guapa que estaba aquel día. Luego llegó la hora de irse, la promesa de volver a verse y la tímida despedida. Cada uno fue por su camino. Un camino largo y lleno de pensamientos por parte de ambos.
Ka estaba encantada. Se sentía mejor que nunca con Adrián y estaba muy arrepentida de haber pasado todos aquellos meses sin saber nada de él, ¡y todo por Andrea! Se prometió así misma quedar más a menudo con Adrián, sin dejar de lado, por supuesto, a Andrea. Aunque aquello es lo que parecía que estaba haciendo su mejor amiga con ella. Cuando llegó a casa, apenas eran las diez de la noche y su abuela acababa de servir la cena.
-Hola, abuela.
-Hola, cariño. ¿Qué tal la tarde?
-Bien, me lo he pasado genial en la bolera.
-¿Con quién has ido?
Ka se sentó a su lado y se dispuso a cenar con su abuela.
-He estado con Adrián, no sé si te hablé de él.
-No lo recuerdo, quizás... Pero oye, ¿quién es ese tal Adrián?
-Le conocí hace cinco meses, en las afueras... Hubo una temporada que siempre estaba con él.
La abuela de Ka miró los ojos de su nieta. Algo parecía brillar en ellos. No estaba escuchando a su nieta hablar de aquel chico, pero sus ojos le contaban lo especial que parecía ser, aunque ni Ka lo supiera o admitiera. Sonrió. Su nieta estaba cambiando. 
Cuando terminaron de cenar y Ka se levantó para ir a su habitación, su abuela la detuvo. La dio un beso y la dijo:
-Estás muy guapa así vestida, cariño. 
Ka se sonrojó. Ya era la tercera persona que se lo decía.
-Gracias, abuela.
-¿Pero sabes qué?
-¿Qué?

-Me gusta más el color natural de tu pelo...
Ka no respondió. Se dirigió al baño y se miró al espejo. Observó que su color natural volvía a aparecer por la raíz de su cabello. Últimamente, el pasado volvía a visitarla. Y sí, a ella también le gustaba más su color natural.


En otra casa...


Estaba tumbado en su cama. Quizás era demasiado pronto o era el haber visto a Ka lo que le resultaba imposible dormir. Estaba pensando en lo bien que se lo había pasado aquel día. Estaba pensando en que jamás había visto a Ka sonreír tanto. Y eso era bueno. Aquella chica morena en la que se fijó parecía ahora ser otra. Otra muchísimo mejor. Otra chica alegre, no tan distante, más cálida e incluso juraría que guapa. 
Aquella chica de los ojos azules había conseguido que olvidara por completo sus problemas. Le había regalado la mejor tarde desde hacía meses. No cabía en su pecho la felicidad que sintió Adrián cuando ella había apoyado su cabeza en su hombro. Un gesto tan simple, y a la vez tan intimo. Un gesto de confianza. Un gesto de apoyo. De complicidad. Un gesto que la chica que conoció en el puente hacía cinco meses ya, nunca hubiera tenido con él, si no fuera porque Ka estaba cambiando...

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