martes, 11 de octubre de 2011

Capítulo 5

29 de Agosto de 2010:

Londres por la mañana. Una chica de pelo negro se despertó sobre su cama de seda. Bostezó y acarició con las manos y los pies desnudos las sábanas más suaves del mundo. Se incorporó, sentándose, y estiró bien las piernas y los dedos de los pies. Se frotó los ojos con las manos en un intento de quitarse todas las legañas. Tomó una gran bocanada de aire y la soltó despacio. Miró a su alrededor, a su habitación nueva, mucho más amplia que en la que se crió desde que tenía apenas 5 meses. Una habitación con las paredes rosas claras, y un gran ventanal en el cual entra la luz del amanecer iluminando su cama de matrimonio con sábanas de seda, situada en medio de la habitación. En la misma esquina del ventanal se encontraba un tocador con muchísimos cajones y un espejo con marco bañado en oro. Enfrente de la cama se encontraba un largo escritorio blanco, con una silla y una televisión de plasma pegada a la pared. Y a la izquierda podía observar su gran armario de 2 metros de alto y 4 de largo. Increíble, pero cierto.
Ka se levantó de la cama y se vistió rápidamente, pues hacía frío. Se puso unos vaqueros para nada ajustados y una sudadera roja de marca. Luego se puso unos botines negros y salió de su habitación de princesas. Horriblemente cursi. 
Antes de bajar a desayunar pasó por el baño que había pegado a su habitación, en la tercera planta de la casa. Al entrar cerró la puerta con pestillo y se puso enfrente del lavabo, para lavarse la cara. Luego se miró al espejo. Tenía ojeras. Llevaba allí tan solo 4 días y solo la noche anterior había podido dormir un poco. 
Aquello era un infierno para ella. No conocía a nadie en Londres y todo el mundo hablaba un idioma que ella no entendía. Se sentía ignorada completamente. Se pasaba las tardes encerrada en su habitación escuchando música con su móvil mientras sentía el frío cielo de Londres y veía a través de la ventana la lluvia caer. 
Ka salió del baño y se encontró con Dan llamando a la puerta de su habitación. Dan era el novio de mamá, ese chico que la pidió irse a vivir con él cuando Ka tenía tan solo 5 meses. Era alto, delgado, con la piel muy pálida y el pelo excesivamente rubio. Tenía los ojos azules, pero no muy bonitos ya que los tenia demasiados pequeños.
Dan vio que Ka no estaba en la habitación y le sonrió. Ella se acercó a él e intentó ser amable.
-Venía a llamarte para desayunar- dijo Dan con su notable acento inglés.
-Gracias, Dan. Ahora bajo.
-Ok.
Y Dan se marchó abajo. La relación que Ka mantenía con el novio de su madre no era ni buena ni mala. Simplemente sólo se habían visto dos veces en la vida, y cuando ella era muy pequeña.
Ka entró en su habitación de nuevo y miró su móvil. Nadie le había llamado. Pero eso para ella, era muy normal. De echo solo había entrado en la habitación para estar un rato más a solas y para no tener que bajar con Dan. Pero ya era hora de bajar. Se guardó el móvil en el bolsillo de su sudadera y cerró su habitación al salir. Bajó las escaleras en caracol que tanto la mareaban. Ka pensó como sería subir esas escaleras borracha como algunas veces llegó a su casa. Para ella hubiera sido imposible y tendría que quedarse a dormir en el sofá.
Cuando Ka llegó a la planta baja donde se hallaba el comedor, pudo escuchar las risas de su madre, Rosa. Ka entró en el gran comedor donde había colgados cuadros importantes en las paredes y los ventanales dejaban ver el jardín bien cuidado por el jardinero que su madre había contratado. En el centro del comedor, rodeado de grandes plantas preciosas, afrodisíacas, se encontraba una gran mesa con diez sillas en total. Sillas que siempre estaban vacías a no ser que dieran una fiesta. 
Su madre estaba sentada al lado de su novio, Dan, riéndose y desayunando muy feliz. A Ka eso la molestaba.
-¿Qué puede tener tanta gracia aquí, en mitad de Londres?- dijo con tono irónico Ka mientras se sentaba lo más lejos posible de ellos.
Su madre intentó pasar por algo aquellos pequeños detalles que dejaban mucho que desear de su hija y sonrió mientras le dijo:
-Dan y yo estamos recordando como nos conocimos.
-Es muy gracioso- dijo Dan.
-Sí, yo me tropecé con Dan en el instituto y le tiré al suelo...
-Oh, todavía me duele aquel horrible chichón.
-Jaja, perdóname.
-Sigue.-cortó Ka.
-Bueno, Dan estaba de intercambio, él tenía 18 años cuando nos enamoramos y me pidió que me fuera a vivir con él...
-Y tú fuiste tan mala madre que te fuiste con tu amor adolescente y dejaste a tu hija recién nacida abandonada con tu madre, ¿verdad? 
Dan y Rosa callaron. Esto cabreó aun más a Ka. Se levantó dando un golpe a la mesa y salió del comedor para encerrarse de nuevo en su habitación. Se tumbó en la cama y apretó muy fuerte los puños, intentando controlar las lágrimas que le provocaba toda aquella rabia.
No pasaron 3 minutos cuando Rosa entró en su habitación.
-Vete.
-Ka, por favor, sé que he cometido errores...
-¡Que te vayas!
-Quiero recuperar el tiempo perdido.
Ka se quedó impresionada. ¿Recuperar el tiempo perdido? ¿A estas alturas? Ka estaba decepcionada y muy enfadada.
-16 años no puedes recuperarlos así como así.
-Ka, me quedé embarazada con tu edad y tu padre desapareció el mismo día que lo supo, dejándome tirada... Tenía miedo, la abuela y yo nunca tuvimos mucho dinero y mi padre murió ese mismo año... Yo no sabía como cuidarte... No quería perderte pero, lo pasé tan mal... Cuando te tuve pensé que las cosas cambiarían, pero siempre fui un desastre, me entró depresión ¿sabes? Cuando conocí a Dan, mi vida cambió, pensé que solo él podría ayudarme y, llegué a un acuerdo con la abuela...
-Me diste como un muñeco.
-No, Ka. Te dejé con la abuela porque ella sabría cuidar mejor de tí.
-Y te marchaste a la buena vida a Londres.
Rosa se quedó en silencio un momento.
-Quizás te parezca egoísta por mi parte, pero tenía que irme... No podía quedarme aquí. La abuela y yo quedamos en pasarte una pensión todos los meses para que ella pudiera mantenerte perfectamente y, la pobre lo ha echo genial hasta ahora...
-Eres la peor madre que he conocido en mi vida.
-No soy la mejor, pero lo seré a partir de ahora. Quiero serlo.
-¿Ah, sí? Dime si no es verdad que si me has traído a sido porque la abuela te lo ha suplicado. Jamás has venido por tu propia cuenta a por mí. Venias a verme por navidades cada 3 años... ¿¡Donde coño estabas en mis cumpleaños!?
-Te mandé todos los regalos...
-Ah, si, muy bien. Un regalo de parte de mamá, esa que casi no conoces. ¡Qué alegría! ¿Pero no te das cuenta, mamá? ¡Que para mi eres una desconocida!
Rosa se calló de nuevo, esta vez para no volver a hablar.
-Déjame volver con la abuela...
-Déjame tú ser tu madre de nuevo...
Ka suspiró. Esa mujer no tenía remedio.
-Dame un día, Ka. Sólo un día para convencerte y si no lo hago, vuelves con la abuela...
Ka sonrió. Rosa estaba perdida.
-Trato echo.
Rosa fue a abrazar a su hija, pero esta se apartó:
-Primero, gánate mi confianza.


Ese mismo día, en el mismo lugar, unas horas más tarde...


Encima de la cama de seda de Ka había un montón de ropa nueva con etiquetas. En el suelo, las bolsas de dichas compras. Rosa y Ka habían ido por las grandes calles de ocio en Londres y Rosa se había gastado un buen dinero en ropa para su hija. Pero Ka no parecía contenta...
Rosa estaba sentada en una esquina de la cama, animando a su hija a probarse la ropa que ella misma había elegido para Ka.
-Venga, Ka, pruébate al menos este...- le tendió un vestido.
Ka estaba muy irritada, pero decidió hacerle el favor a su madre, sabía que le hacía ilusión.
-Esta bien, voy al baño.
-¿No te cambias delante mía?
Ka negó con la cabeza y se esfumó al baño. En dos minutos vino con un vestido blanco de palabra de honor con una falda con bastante vuelo. Rosa se lo había comprado de una colección inspirada en los años 80.
-Precioso... A ver, date la vuelta.
Ka giro sobre sí misma con los brazos colgando, nada entusiasmada. Su madre lo notó.
-¿No te gusta?
-Es horrible...
-¿Qué le pasa?
-Es un vestido. No me gustan los vestidos...

Rosa suspiró. Cogió una faldita de cuadros y una camiseta con las mangas abombadas y un escote redondo.
-Pruébate esto.
-Mamá...
-Lo último, por favor. Esto te gustará.
-¿El qué? ¿Una mini falda de colegiada y un escote de escándalo?
-Es lo que lleváis las jóvenes de hoy.
-Es lo que llevan las demás, mamá. ¡Mírame, por favor! No quiero otra cosa que no sean mis pantalones y sudaderas...
-¿Y qué piensas ir así el resto de tu vida? ¿Como una machorra?
-Mejor que ir enseñando las tetas...
-No las vas enseñando, ¿qué pasa? ¿Ahora eres una monja?
-¡Mamá no quiero vestirme con estos trapos ligeros!
-¡Esos trapos ligeros antes era tu ropa! ¿Qué ha cambiado Ka? ¿Desde cuando eres así?
Ka se quedó callada. Su madre había tocado un tema peligroso.
-Ka, no eres la misma desde que... pasó eso... Y no lo entiendo, creí que eras fuerte... No te tienes que ocultar por lo que te pasó...
Ka tenía apretados los puños y temblaba de rabia.
-¿Cómo te atreves? ¡Tú que coño sabes si fui fuerte o no! Fui más fuerte que cualquier chica y si me visto así es por ello, ¿entiendes? ¡NO! ¡Qué coño vas a entender si ni el peor momento de mi vida viniste a verme! ¡Ni cuando tu hija está al borde del abismo te levantas y haces algo por ella!
Rosa traga saliva, se levanta e intenta tocar a Ka, pero esta se aparta.
-Ka, siento lo que pasó, de verdad. Sufrí mucho contigo...
-Se notaba cuando no apareciste.
-Tenía trabajo...
-Y a Dan. Y un lujo de casa increíble... Lo tenías todo menos a tu hija, y ahora no la vas a recuperar...
-Ka, te necesito...
-Yo te necesité aquel día... Preguntaron por mi madre, ¿sabes? Y les dije que tenías que venir, que aquella ocasión lo requería. Pero no viniste...
-Lo siento- estaba llorando Rosa.
-Ya es tarde. Llévame con la abuela.
-No, Ka...
Rosa se secó las lágrimas y se enderezó para parecer segura de sí misma. Un terremoto estaba a punto de estallar.
-¿Cómo? ¡Hemos echo un trato!
-¿Un trato? Contigo es imposible hacer tratos si no pones de tu parte...
Ka estalló en ira.
-¡Eres una traidora! ¡Mala madre! ¡Eres una perra, joder!
Rosa pegó un bofetón a su hija. No quiso hacerlo y se arrepintió, pero por dentro algo la sacudió. Ka se llevó la mano a la mejilla dolorida y miró con odio a los ojos de su madre. Inmediatamente se quitó el vestido blanco que llevaba puesto y lo tiró al suelo, pisándolo.
-Por mi puede ir al infierno, al igual que tú.
-Ka, lo siento, de verdad- dijo nerviosa Rosa.
Pero Ka ya se había marchado dando un portazo.









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