jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 35

30 de Abril de 2011:

-Brindemos por ellos- dijo Ka levantando una lata de cocacola al aire.
-¿Quién lo diría, eh? Jamás hubiera pensado que Helena y David se enrrollarían. ¿Crees que funcionará?- dijo Adrián.
-¿Y por qué no? ¿Acaso nos veíamos tú y yo juntos? La vida es así, el día que piensas que la entiendes, te da una vuelta y te sorprende con lo que menos esperabas.
-Eres toda una filosófica, ¿eh?
-Si, bueno, a veces hago silencio.
Adrián la miró frunciendo el ceño.
-¿Cómo que a veces haces el silencio?
-Si, una vez leí en un libro de psicología que de vez en cuando las personas deberían hacer "silencio". Trata de suprimir cualquier ruido o entretenimiento de tu alrededor para sentarte y dejar la mente en blanco. Después hablas contigo mismo y sacas muchas conclusiones sobre el camino que debes seguir. No sé, si no funciona, al menos relaja.

-Pensaba que para relajarte fumabas porros.
-Lo porros son más que eso. Han sido mi salida a muchos problemas, o eso pensaba antes. Está claro que la droga sólo te trae más problemas de los que ya tenías. Pero cuando fumo me siento... libre. Siento que el tiempo se detiene y nada malo puede ocurrir. Es como si la mente se te aclarara, sí, veo todo más claro, menos difuso...
-Veo que has estado fumando hace nada.
Ka le dió un puñetazo en el brazo.
-Bueno, pero ya no los fumo tan constantemente. El silencio es más sano y si, sé muchas más cosas de las que aparento, ¿vale?
Adrián se rio.
-Me alegro de tener una novia inteligente. Lo siento por subestimarte, supongo que no nos conocemos del todo ¿no?
-Tienes razón. Ni si quiera sé cuál es tu color favorito.
-El verde. Por la esperanza y eso... ¿y el tuyo?
-El negro.
-Es un poco... triste.
-No, es elegante.
-¿Lees?
-¿Libros?
-Sí.
-No muchos. Prefiero escuchar música, ¿y tú?
-De pequeño me encantaba leer libros, ahora la verdad es que pocas veces encuentro la oportunidad.
-¿Qué quieres estudiar de mayor?
-No lo sé, la verdad.
-Vaya, pensaba que tenías toda tu vida ya planificada.
-Pues no. De pequeño tenía muy claro que quería estudiar algo relacionado con la medicina, pero no creo que pueda pagarme la universidad. Además tampoco estoy seguro de querer eso. Simplemente he aprendido a vivir el presente sin dejar mis deberes atrás.
-Adrián, yo haré que tu futuro sea el que desees. Yo te ayudaré en todo lo que me dejes ayudarte. Te apoyaré en todo lo que decidas.
Ka abrazó a Adrián sabiendo que había algo que condicionaba su vida, y no era únicamente el dinero. Pero también sabía que cuando una persona no te contaba su pasado es porque tampoco le gustaría que le preguntaran por él. Ka, a diferencia de muchos, sabía permanecer en silencio.
-Lo único que necesito es que estés tú en mi futuro. Tú me das fuerza, me haces continuar.
-Estaré, Adrián, estaré si tú me lo permites.
Adrián la besó. Y Ka continuó con el interrogatorio.
-¿Qué pequeños detalles te encantan?
-¿A parte de los tuyos?- sonrió él.
-Jajaja, tonto.
-Me encanta ver atardecer, y irme solo al bosque, a pensar. Me encanta observar a la gente cuando pasa, intentar adivinar sus pensamientos. Me encanta el sonido de un gato maullando.
-Curioso...
-¿Si?
-Odio los gatos.
Ambos echaron a reír.
-Está bien, cuando vivamos juntos no compraremos gatos. ¿Y a ti que te gusta, bella?
-Mmmm... Me encanta el olor a café. El sonido de las olas del mar, y las tormentas con relámpagos, es como si echaran una foto a la ciudad... Me encanta la sonrisa de un niño, y me encantan los pájaros.
-Me gustas mucho, Ka...
-Y tú a mi...

En otro lugar...

Helena no podía ocultar sus mejillas sonrojadas. Antes de llegar a ese punto, le había confesado a David que era virgen, pero le daba miedo que se le hubiera notado demasiado. Había estado nerviosa, tensa. Incluso se le había escapado alguna lágrima de emoción. No pensaba perder la virginidad con un chico como él, ni tan pronto de empezar su relación pero, ¿qué más daba? Ella había sentido que tenía que ser él, había deseado que fuera en ese momento. Y lo hicieron suyo.
-¿Estás bien, Helen?- dijo David abrazándola en su cama.
-Si, creo que la próxima vez ya no me dolerá.
-Si quieres lo comprobamos.
Helena le dio un codazo.
-¡Tonto! Necesito pensar qué ha pasado. Quiero recordar cada instante de este día. Ha sido precioso.
Y era cierto. David, el chico duro y mujeriego, había comprado cincuenta velas y las había encendido alrededor de la cama. Sabía que una chica como Helena, dulce y pura, lo agradecería. Lo cierto es que no pegaban nada, pero conectaban demasiado.
-Siento no haber estado muy... activa. No sabía muy bien qué hacer.
-No te preocupes, preciosa, hay tiempo para eso. Poco a poco irás aprendiendo y serás la mejor.
Helena soltó una risita.
-Gracias, Helena.
Ella lo miró sorprendida.
-¿Gracias por qué?
-Por guardarte de esta forma. Tu virginidad, la has guardado como un tesoro y me la has dado a mi... Me enorgullece y me emociona a la vez.
A Helena se le derritió el corazón. Todo el mundo pensaba que David era un cabrón, pero nadie entendía el corazón que tenía.
-A merecido la pena. Ha sido perfecto. Y precioso. Gracias a ti por todo esto- señaló las velas.
 

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