sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 30

01 de Abril de 2011:

El reformatorio era mucho peor que como lo pintaban los demás. Aquella ratonera de pequeñas delincuentes sedientas de venganza. Adolescentes que no dejaban vivir a nadie, sólo buscaban pelear, robar e incluso asesinar. Allí  el débil tenía sus días contados. Y Judith era débil. Era una buena chica, pero muy ingenua, por eso estaba allí. Desde que había entrado, haría ya un mes, se había visto en un pelea cuatro veces, todas ellas, perdiendo. En la cárcel muchos la tenía asco y no sabía por qué. Unas la intimidaban y se reía de ella. Otras inventaban injurias sobre ella para buscarle problemas y nadie era su amiga. Más de una vez se había encerrado en su celda varios días, sin salir, con el fin de desaparecer. Más de una vez tuvo que visitar la enfermería urgentemente, como aquella vez que la cortaron en la mejilla, o aquella vez que casi a rompen la nariz y no dejaba de sangrar. Poco a poco Judith pasó de ser la ingenua y buena niña que entró, a una mujer llena de frustración, enfadada y tristeza.
Aquella tarde estaba la celda cuando un policía entró para  buscarla.
-¿Judith Jiménez? El director quiere hablar contigo- dijo el policía.
Judith conocía su cara. Le tocó guardia el día que le rompieron una ceja a ella. Era majo, pero no dejaba de ser un guardia de reformatorio.
Se levantó de su cama sin ganas. Le esposaron las manos para salir de la zona de prisión hacia el despacho hogareño del director. Ella ya se lo conocía por haber estado allí cada vez que se metía en peleas sin querer.
-Compórtate- le ordenó el policía mientras le abría la puerta del despacho,
Judith sonrió irónicamente. ¡Ni que fuera una delincuente! Entró y se encontró con bastante gente en el despacho. Fue corriendo a abrazar como pudo a sus padres mientras observaba al que era su abogado, una mujer extraña y  el director, muy serio y cordial a la vez.
-Hija, te sacaremos de aquí- prometió su madre, aunque todos sabían que aquello era imposible.
-Siéntate, Judith, tenemos que hablar- ordenó el director.
Y todos se sentaron.
-Verás, Judith, hemos encontrado una manera de bajar tu condena.
No supo como tomarse aquello.
-¿Qué manera?
-Debes cambiar tu declaración- habló el abogado-. Puedes perfectamente ser una chica maltratada por tu anterior novio...
A Judith se le rompió el corazón al recordar a Carlos.
-El jamás me pegó.
-Judith- dijo con voz cariñosa la mujer extraña-, soy la presidenta de uno de los comités contra el maltrato es físico. He estado hablando con tus padres y es muy frecuente que niñas que van muy bien en los estudios, que son obedientes, se enamoren de un chico  más mayor que ellas, y que estos sean mala influencia y usen a sus novias  para conseguir lo que quieran, desde mantener relaciones sexuales hasta traficar con droga. 
Hubo un silencio en el que Judith se concentró para no llorar.
-Judith, pude que ahora mismo no lo entiendas, que no te lo creas, pero esto es una oportunidad para tu futuro, para salir antes de aquí. Hay más mujeres como tú, cumpliendo la condena de su "pareja". Pero él no te quiere, Judith, tienes que entender eso, sólo te utilizó y ahora lo estás pagando t...
-¡Basta!- gritó Judith.
-Cariño, por favor, habla con el juez...- suplicó su madre llorando.
A Judith le dolía demasiado la cabeza para seguir discutiendo.
-¿De qué se trata?- le dijo al director, aceptando.
-Es muy sencillo...

En un parque...

Ka se sentó en un banco, cansada de andar.
-¿Y qué pasó?
-No sé cómo lo hice, pero le perdí de vista. Después de besarnos no le volví a ver...
-¿Y no habéis hablado?
-Me ha estado llamando, pero...
-¿Y esto por qué, Ka? ¿No le querías?
-No lo sé. Salí huyendo porque me asusté. Me lié. Tuve miedo....
-...A que saliera mal.
-Exacto.
-Pero Ka, no puedes salir huyendo cada vez que alguien te quiere, y más si le quieres tú a él,
-Lo sé, lo siento, contigo me pasó lo mismo, no supe reaccionar....
-Cierto, pero ahora estoy aquí contigo porque hemos hablado y hemos dejado claro nuestras sentimientos, ¿no?
-Si...
-Yo pienso que debes pensar, Ka. Debes tener claro que quieres  y luego hablar con él, y explicárselo.
-Uf...
-Total, ¿qué puedes perder?
-Ya nada, desde luego.
Se abrazaron.
-Muchas gracias, David, no sé que hubiera hecho si no llegamos a arreglar esto.
-No exageres, enana.
-Bueno, me voy a ir, que todavía no he pasado por casa desde  anoche y mi abuela no está para dejarla sola.
-¿Está mejor?
-No sé qué decirte... hace una semana parecía mejorar y ahora está peor que nunca....
David intuyó lo que seguramente le estaba pasando a la abuela de Ka, pero prefirió callar para no hacerle daño.
-Bueno, cuídala mucho.
-Si, ¡hasta luego!
Ka se marchó con la misma sensación de confusión con la que llegó la noche anterior a casa de David. Además, no había podido dormir casi nada y se había despertado con un mal presentimiento que apenas le había dejado desayunar. Apuró el paso para intentar llegar a tiempo a comer, pues no había avisado a su abuela de cuando volvería. Por las calles se puso música en su iPhone nuevo para transformar la distancia en meros segundos, y por fin llegó a casa en mitad de una de sus canciones favoritas.
Abrió la puerta y una sensación de inquietud la inundó. Antes de entrar ya escuchaba una voz familiar llorar.
-La culpa es mía, debí venir antes...-estaba su madre llorando sobre el hombro de su marido.
¿Qué hacía su madre allí, y llorando? Algo grave había pasado. Y de pronto, todo encajó en su cabeza y se lamentó por no haberse dado cuenta antes. La rabia inundó su cuerpo más rápido que la tristeza y empezó a reaccionar:
-¡Claro que es culpa tuya! ¡Abandonas a tu hija y casi muere! ¡Y no te ha bastado con eso si no que también has dejado que tu madre muera! ¡Que mi madre muera!
-Ka, por favor...- dijo su marido.
-¡Eres una egoísta, sólo piensas en ti!
Su madre empezó a sollozar más fuerte.
-Ka, tu abuela sigue viva- cortó secamente su marido.
Ka detuvo su ataque de histeria un momento y respirando se paró a escuchar,
-¿Y dónde está?
-Está en el hospital. Está bastante grave...
-¿Qué le pasa? ¿Qué tiene?
-Cáncer, hija, tiene cáncer de mama.
Ka entendió todo. El falso hogar de los jubilados por tardes de quimioterapia, los vómitos y las pocas fuerzas de su abuela, la llamada al hospital... Y empezaron a salir las lágrimas por sus ojos, descontroladamente. Apretó los puños quemando la poca rabia que conservaba y perdió la fuerza para mantenerse de pie: se cayó de rodillas al suelo. Su madre fue a abrazarla, y lloraron juntas como jamás lo habían hecho.
-Quiero verla...- pidió Ka.
Se tranquilizaron y se prepararon para ir al hospital.
-Es mejor que no te vea triste, hija.
Ka asintió con la cara roja de llorar. Cogieron un taxi y pagaron con el poco dinero que habían encontrado en c asa de Ka, pues no le shabía dado tiempo a cambiar las libras a euros. Aparcaron y salieron disparados a la UCI, dónde se encontraba su abuela.
-Está muy grave- les impedió el médico.
-Por favor, mi mujer y su hija están muy afectadas. Venimos de Londres...
-Lo siento, pero además, el horario e visitas se va a terminar en cinco minutos.
-Por favor, doctor, sólo quiero verla dos minutos. Darle un beso por si es el último...- a Ka se le quebró la voz.
El médico pareció sentir pena a pesar de que veía escenas como esa cada día. e lo pensó y se fue. Volvió con una bata, un gorro y unos patucos de esa tela verde de hospital.
-Sólo puede pasar uno.
-Para tú, cariño- le ofreció su madre a Ka.
Ka se dio prisa en ponerse todo aquello. Necesitaba ver a su abuela cuanto antes.
-Pasa por aqui- la acompañó el doctor.
Pasaron a una habitación muy protegida. Olía excesivamente a medicina, tanto que mareaba. De fondo sólo e oía el ruido de los enfermos intentando respirar y el pitido de las máquinas que indicaban si seguían vivos.
-Le hemos administrado una pequeña dosis de morfina por lo que puede que no se despierte o no te reconozca- avisó el doctor.
Y cuando la tuvo enfrente, Ka empezó a llorar. Tenía los ojos abiertos pero no enfocaba a ningún sitio. Apenas se la veía respirar y estaba muy pálida. Ka la cogió de la mano.
-Abuela, ¿me oyes?
Silencio.
-Abuela, soy yo, Ka...
-Hija...- sonó su voz muy ronca, seca y rota.
-Abuela...- la abrazó y lloró en su pecho-. Siento tanto no haber sabido cuidarte... Si hubiera estado más pendiente de ti, yo...
-Hija...
-Dime, abuela.
-Hija, cuida de Ka... No dejes que vuelva a derrumbarse jamás...
Su abuela soltó un gemido de dolor. Había confundido a Ka con su madre.
-Abuela, yo soy Ka...
-Sé que algún día te perdonará como yo lo hize... Ka ha crecido...
Ka sólo podía llorar y llorar.
-...Es más  fuerte de lo que imaginas.
-Abuela, no te vayas...
-Es la hora- anunció el doctor.- Debe despedirse.
-Abuela, te echaré de menos. Mañana vendré a verte. Todos los días vendré hasta que te recuperes...- la besó en la mejilla.
El doctor la acompañó a la salida.
Las siguientes horas fueron lentas, pesadas y dolorosas. Regresaron a casa. El marido de su madre las hizo la cena y preparó una tetera de tila. Ellas apenas comieron nada desde por la mañana. Había pasado el día hablando de recuerdos, de lamentaciones. Ka sacó el baúl que le había egalado su abuela con todos sus recuerdos dentro, y sacó una foto de ella cuando tenía cinco años con su abuela. Se abrazó a ella y se acostó en la cama. Estuvo llorando horas, y después consiguió caer dormida. Soñó con el típico tunel de las películas cuando alguien cruza al otro lado de la vida. Soñó que su abuela iba hacia la luz mientras Ka corría detrás de ella, sin alcanzarla ni poder detenerla. Luego soñó que caía en un pozo lleno de agua y muy profundo del que no podía salir. Por eso despertó gritando cuando eran las cinco de la mañana y el marido de su madre intentaba despertarla.
-Ka, levántate...
Ka ni si quiera se calzó. Se dirigió al comedor en busca de la mirada de su madre para que se lo confirmara. Todo había acabado ya. De golpe y sin darle cuenta, se sentía huérfana.
-Mamá...- lloró como una niña de cinco años en sus brazos.
-Acaban de llamar del hospital, cariño... La abuela...
-No lo digas- suplicó.- No lo digas en voz alta, por favor. Déjala viva en mi mente unos minutos más.
Su madre la abrazó fuerte intentándo carmarla a la vez que hacía el esfuerzo de no llorar más ella.

5 comentarios:

  1. Dios mio! Hasta se me han saltado las lágrimas. Sigue por favorrr!!

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  2. Gran escrutora, tienes futuro.

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  3. Estas cosas me animan a seguir, muchas gracias :D

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    Respuestas
    1. por que tardas tanto en escribir cada capitulo?

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    2. Tuve varios parones por varios motivos: poco tiempo, poca inspiración, problemas personales...
      Pero el libro está terminado y subiré Capítulo cada viernes :)

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