sábado, 11 de agosto de 2012

Capítulo 23

13 de Enero de 2011:

-No me lo puedo creer, Adrián. ¿Estás bien?- preguntó Helena, nerviosa.
-Si, tranquila. Alguien me salvó a tiempo de que me dieran una buena...
-Siento no poder haber estado allí...
-No acaba ahí mi mala racha- se lamentó él.
-¿Qué pasa, Adrián? Me tienes preocupada...
-Ayer mi padre llego más pronto de lo normal a casa y borracho...
-¿Te pegó?
-No.- mintió él.- Le han despedido del trabajo.
Helena tragó saliva. Sabía perfectamente lo que aquello suponía.
-Tenemos muchísimas deudas y con el paro no nos llega el dinero...- prosiguió Adrián.
-No sé muy bien que decirte... ¿Has pensado algo?
-Sí. Ayer me tiré toda la noche buscando trabajos, hoy iré a entregar un curriculum.
-¿Trabajos? ¿Y el instituto?
-Trabajaré por la tarde y por la noche.
-¿Y cuando piensas descansar? ¡Adrián, sólo tienes dieciséis años!
-Voy a cumplir diecisiete.
-Sigues siendo menor edad, sigues siendo joven. Acabarás abandonando los estudios y no tendrás un futuro.
Adrián sonrió amargamente. Helena y su preocupación por los estudios, por el futuro. Desde luego la educación que había recibido había sido totalmente estricta y enfocada hacia un buen título en la universidad.
-No abandonaré lo estudios. Aparte, no tengo opción. O eso, o nos acabarán quitando todo lo que tenemos.
-¿Por qué no trabaja tu padre?
-¿Y quién le obliga? Sabes que con mi padre mejor no cruzarse... Y te aseguro que él no tiene ni el mínimo interés en ponerse a trabajar, sólo piensa en beber en el bar.
-¿No tenéis ningún dinero ahorrado?
-Ya estábamos mal de dinero cuando mi madre se marchó, imagínate ahora. No hay dinero por ningún sitio.
Helena se quedó un momento en silencio.
-Puedo darte mi paga semanal. Es poco, pero un grano de arena...
-Helena- la cortó él- ni lo pienses. Gracias pero no. Es nuestro problema y debemos salir nosotros de él. No podría asegurarte que te lo pudiera devolver algún día.
-Es que no quiero que me lo devuelvas...
-Pero yo sí. Es tu dinero, debes disfrutar tú de él. Yo me ganaré el mío, trabajando.
Helena miró a Adrián. Puso una mano en su hombro en señal de apoyo. Realmente admiraba a aquel chico. Poseía un corazón que pocas personas tenían ya. Había tenido suerte en conocerle, no sabría muy bien que hubiera hecho sin él durante todo el curso.
-Me tienes preocupada, Adrián.
-No te preocupes, Helena, no te preocupes... Saldré de esta...
"O eso espero", pensó por dentro.

En ese mismo instante, no muy lejos...

El día había sido horriblemente aburrido, pero no peor de lo que se esperaba. Iván y los suyos habían contenido su rabia y no se habían metido con ella, como pensaba que iba a suceder. Pero ya no tenía a nadie con quién hablar entre clase y clase. Ahora se quedaba sentada en su asiento, viendo a la gente pasar al pasillo, reírse con sus amigos. Se sentía más sola de lo que se sentía aún estando con ellos. En el recreo había decidido ir a buscar a Adrián al otro patio ahora que ya sabía que iban al mismo instituto. Estaba frente la puerta que había en la verja que separaba un patio del otro. Sabía perfectamente como abrir la puerta a pesar de que llevaba un candado. Un viejo amigo le había enseñado a romper candados. Sacó de su bolsillo una piedra un poco afilada por una esquina que había encontrado en su patio y cogió con la otra mano el candado. Lo examinó, buscó el punto justo y dio un golpe fuerte y seco. El candado se abrió de inmediato. Ka abrió la puerta vigilando bien que nadie la viese y se dirigió al otro patio.
El patio "de los mayores" no era muy grande y había menos gente en el suyo. Alzó un poco la vista para tener un primer plano del patio. Buscó por encima a Adrián, pero no le vio. Decidió adentrarse y mirar en las pistas de fútbol y baloncesto. No, ahí no estaba, tan y como lo suponía. Pensó por un momento dónde podría meterse Adrián. Pensó que seguramente estaría en un lugar sin mucha gente, quizás en algún rincón. Siguió caminando en busca de Adrián cuando de pronto, a lo lejos, le vio sentado en un bando que, efectivamente, se apartaba un poco de los demás. Pero no estaba solo: con él había una chica morena. Se reían juntos. Parecía que él la estaba contando algo divertido. Luego ella, le ponía una mano sobre el hombro y le miraba fijamente esperando a que él le devolviera la mirada. Y él se la devolvía, pero no tardaba en quitársela. Aún así, Ka no pudo evitar algo que pensaba que jamás sentiría: celos. ¿Quién era esa chica? ¿Por qué Adrián nunca la había hablado de ella?  Y lo más importante: ¿qué buscaba ella en él? ¿Amistad? No parecía que fuera solo eso...
Ka no sabía muy bien como describir lo que sentía. ¿Engañada? No, nadie la había dicho que tal chica existiera pero, ¿la ocultación se podía definir como engaño? Fuera lo que fuera la hacía dudar y la dolía. Hacía dos días Ka había dado la cara por él y se había quedado completamente sola. Pero no la importaba, pensaba que tenía a Adrián. Y sin embargo... ahí estaba él con una chica, riendo, sin ella, sin Ka. Y ahí estaba Ka, insignificante para todos, incluso para él...

Apenas unos metros...

-¿Quieres?- le ofreció zumo de piña Helena.
-No, gracias.
Helena abrió el zumo y empezó a bebérselo.
-¿Por qué nunca traes nada para desayunar?
A Adrián le pilló por sorpresa aquella pregunta. La verdad, nunca se lo había preguntado.
-Antes sí lo hacía.
-¿Antes?
-Antes de que mi madre se marchara. No sé, por la mañana cuando me despertaba me tenía el desayuno y un bocadillo para el instituto hecho. Ahora, cuando me levanto, no sé... Supongo que es algo que me recuerda demasiado a ella, un gesto tan pequeño como ello...
Helena tragó saliva. Era la única persona que sabía toda la historia de Adrián. Adrián era un chico reservado, sin amigos. No solía contar sus problemas a nadie, pero ella se lo había ganado durante el curso entero. Se entendían, se complementaban. Pero sabía de sobra que Adrián no sentía lo mismo por ella. Adrián parecía tener ojos para otra persona, otra chica que ella no conocía. Lo cierto, la gustaría hacerlo. La hubiera gustado saber que tipo de chica tenía la suerte de tener a Adrián, y haberla dicho que no perdiera lo mucho que se llevaba con él. Pero se quedaría con la duda.
-¿En qué piensas?- le interrumpió él.
Helena estuvo tentada de decírselo, de contarle lo mucho que le gustaba. Pero finalmente sonrió y dijo:
-A partir de hoy te traeré yo un bocata. Y no me vale un no por respuesta.
Adrián iba a protestar, pero en ese mismo momento sonó la sinera que señalaba el final del recreo. Helena se levantó y se dirigió a sus clases, casi sin esperar a Adrián. Pero éste no se dio cuenta: estaba más pendiente sobre quién llevaba mirándoles durante todo ese tiempo a él y a Helena. De pronto juraría haber visto una chica morena darse la vuelta al verse descubierta. Adrián pensó en Ka. ¿Qué habría hecho durante el recreo? Se suponía que se había quedado sin amigos por su culpa... Decidió que aquella tarde la llamaría para ver como había ido su día.

Horas más tarde...

Ka volvió a casa entre enfada y triste. No sabía controlar sus emociones. Se había pasado el día completamente sola y a veces pensaba que la culpa era de Adrián, pero sabía perfectamente que ese pensamiento se debía al ataque de celos que había sufrido. ¿Qué pasaba? ¿Qué estaba mal? Adrián tenía más amigas aparte de ella... ¿y qué? ¿Qué tendría que significar aquello? Si Adrián y Ka sólo eran amigos, ¿qué importaba lo demás?
Ka suspiró, sacó las llaves y entró en casa. Llamó a su abuela y no obtuvo respuesta. Volvió a buscar en las habitaciones como el día anterior y volvió a encontrarse sola, con la comida recién hecha.
A Ka le fastidiaba aquella sensación. Era muy extraño que su abuela ni si quiera la esperara para comer y todo por marcharse a jugar a las cartas. Ka sentía que algo le ocultaba su abuela, pero claro, ¿qué podía hacer? Estaba constantemente a la defensiva y era casi imposible hablar con ella. 
Comió. Recogió y se fue a su habitación. Sacó los deberes que la habían mandado aquel día y se sentó en el escritorio de su habitación, dispuesta a hacerlos. Cuando abrió el estuche, no encontró su bolígrafo.
-¡Joder!- se quejó en voz alta.
Se levantó de la silla y comenzó a buscar por los cajones. No encontró nada excepto un sobre que la llamó la atención. Recordó que era el sobre de uno de los regalos de reyes que le había hecho su abuela. Lo abrió y miró lo que contenía en el interior.
-Es verdad... El vale...- dijo, recordando que hacía unos cuantos días que lo tenía y ya se había olvidado de él.
Dentro de poco caducaría, tenía que usarlo ya. Ka miró en el vale el número de teléfono de la peluquería y lo marcó. Pidió cita para aquella misma tarde, total, no tenía nada interesante que hacer y su abuela no daba señales de volver a casa pronto. Se metió el vale en el monedero para que no se le olvidara cogerlo cuando se marchara. Se tumbó en la cama y comenzó a dormir.

Se encontraba en una habitación con las paredes de negro. No sabría muy bien si decir que era grande o pequeña, pues estaba totalmente a oscuras. En el ambiente parecía que costaba respirar todo ese cúmulo de sombras. Empezaba a agobiarse, a ponerse muy nerviosa. Estaba asustada, girando sobre sí misma buscando una salida. La vio. En otro punto de la habitación, bastante lejos, emergía una luz tenue. Una luz sostenida por alguien. Por Adrián. La estaba mirando y sonreía cariñosamente. Sus ojos brillaban con ilusión y la tendía una mano, esperando a ser agarrada por la suya. Ka suspiró, ¿qué haría sin Adrián? Siempre la sacaba de cualquier apuro, siempre era su sonrisa la que mejoraba su día...
-Ven, pequeña. Ven conmigo- dijo él dulcemente.
Ka sonrió. La gustaba cuando Adrián era tan cariñoso con ella, a pesar de que no siempre lo demostraba. Ka dio un paso hacia adelante.
-Eso es, cariño, ven conmigo. Saldremos de aquí, juntos- la animó él.
Ka dio otros dos pasos y de pronto paró. Sintió a alguien a su lado. Giró la cabeza. A su derecha vio una chica. No pudo descifrar bien sus fracciones, pues la única luz que había en aquella habitación provenía de Adrián y estaba demasiado lejos. Sin embargo, reconoció quién era: la había visto en el patio del instituto con Adrián, riéndose. La otra chica ni si quiera se inmutó, miraba a Adrián con una sonrisa de oreja a oreja.
-Vamos, pequeña. Ven, quiero verte- insistió Adrián.
La chica empezó a correr en dirección a Adrián. Ka se dio cuenta de cuales eran sus intenciones y corrió, para intentar alcanzarle antes que ella. Pero tropezó por el camino, cuando casi había llegado se calló al suelo. Levantó la cabeza sólo para ver como aquella chica se abrazada a Adrián y éste le devolvía el gesto de cariño. Luego, la cogía de la mano y poco a poco, desaparecían, llevándose con ellos la luz y cualquier posibilidad de salida.

Ka se despertó de golpe. El sueño la había dejado completamente asustada e incluso deprimida. Maldita chica, ¡le iba a quitar a Adrián!
Miró la hora: las seis y diez. Tenía cita en la peluquería a y media. Se levantó, se puso el abrigo y cogió las llaves, el móvil y el monedero. Antes de irse, comprobó si su abuela había vuelto a casa: no. Salió, cerró con llave. Se dirigió a la peluquería y por el camino pensó en qué gastarse el dinero del vale: cien euros.

Más tarde...

Cuando volvía se sentía diferente, pero no del todo mal. Lo cierto es que había cambiado un poco su aspecto, acercándose un poco más al pasado, pero no llegaba a ser del todo la misma chica de antes. Había decidido quitarse el tinte y recuperar su color natural: un castaño caoba bastante bonito. Luego también había rematado el vale con un corte de pelo. Esto sin embargo no había vuelto a ser como antes: se había cortado un poco las puntas y ese mechón de pelo que le caía por la cara se había convertido en un flequillo echado a un lado, lo suficientemente largo para tapar aquella cicatriz que Ka era incapaz de mirar y mostrar. 
Pensó en llamar a Adrián y enseñarle su nueva imagen, pero luego recordó lo que había visto en el patio y el sueño que había tenido. Tenía que hablar con él, pero ese mismo día no le apetecía. Sólo la quedaba cruzar los dedos para que estuviese su abuela, aunque ya eran las nueve, debería estar. Sacó las llaves y abrió impaciente. Entró.
-¿Hola?- llamó Ka para ver si había alguien.
No recibió respuesta pero escuchó un ruido extraño en el baño. Fue con los músculos tensos, preocupada de aquel ruido fuera alguien extraño. No tenía con qué defenderse, así que decidió asomar un poco la cabeza por la puerta del baño, con cuidado. Vio a su abuela de rodillas en el suelo, vomitando en la taza de váter. 
-¡Abuela!- se asustó ella.
Fue corriendo a su lado a sujetarle el pelo que le caía a la cara. Su abuela vomitó una vez más y se limpió con papel higiénico la boca. La miró.
-Hola, cariño. Qué guapa estás.
Ka miró a su abuela. Estaba totalmente pálida y juraría que estaba mucho más delgada que hacía apenas dos semanas. Tenía en la cara una expresión de cansancio extremo y tenía en la boca una sonrisa triste mal disimulada. A pesar de todo aquello, fingía que no pasaba nada:
-¿Has ido a la peluquería? ¿Con mi vale?
Ka suspiró. Era cabezota como ella sola. La abrazó.
-¿Estás bien, abuela? ¿Qué te pasa?
-Estoy bien, tranquila. Habré cogido un virus estomacal...
-¿Dónde has estado hasta estas horas?
-En el hogar del jubilado, ya te lo dije ayer...
-Lo sé, abuela, pero no puedes pasarte casi el día entero en ese sitio. 
Su abuela se quedó en silencio, no sabía muy bien que contestar. Ka tiró de la cadena.
-¿Estás bien? ¿Necesitas algo? - insistió Ka.
-No, muchas gracias, cariño. Estoy cansada así que me iré a la cama...
Ka se levantó la primera para ayudar a levantar a su abuela que casi se caía. Le temblaban las piernas, era como si su cuerpo entero flaqueara. Ka la acompañó hasta su cama y la ayudó a tumbarse. Luego le dio un beso en la frente y se marchó a la cocina para hacerse la cena, aunque la verdad, se le había quitado el hambre. Estaba muy preocupada: jamás había visto  su abuela tan débil. ¿Qué la pasaría? ¿De verdad solo sería un virus estomacal? Entre eso y lo de apuntarse a un hogar de jubilados... Si mal no recordaba, pensaba que su abuela siempre decía que aquellos lugares no le gustaban nada. Las cosas habían cambiado, parecía ser. Aún así, Ka no podía quitase la sensación de que había algo que su abuela no le había contado y no tenía intención de hacerlo.
En aquel mismo instante sonó el móvil de Ka. Ésta lo cogió sin mirar quién era, para no hacer ruido y despertar a su abuela.
-¿Sí?- preguntó Ka.
Al otro lado del teléfono escuchó una voz que no esperaba escuchar, pero con un tono de llanto.
-Ka...- y lloraba.
Ka pensó un momento. No podía ser...
-¿Andrea?
-¡Ay, Ka! ¡Me ha dejado...!
Ka se dio cuenta de lo que le quería decir su amiga. Había pasado probablemente más de tres semanas desde que Andrea no se había dignado a cogerla el teléfono porque estaba demasiado ocupada con su novio. Y ahora, la llamaba llorando...
-Cuánto lo siento- dijo Ka con un tono de ironía, rencor y enfado.
Andrea pareció dejar de llorar.
-Ka... ¿te pasa algo?
Ka pensó muy bien qué decir. Más bien pensó si decir o no decir todo lo que pensaba. Pero tenía a su abuela totalmente débil en la cama, a su mejor amigo ocultándole otras amistades y a ella muerta de celos como para aguantar las historias de alguien que sólo la quiso para salir de fiestas y que la dejó tirada por un tío, y no era la primera vez.
-No. Mira Andrea, tengo otros asuntos que atender ahora mismo...
-Pero, Ka... te necesito...
-Yo también te he necesitado y no estabas.
-¿Por qué? ¿Pasa algo, Ka?
-No nada. Ya es demasiado tarde. Por favor, no vuelvas a llamarme.
Y colgó. Ni si quiera habían discutido. A Ka no le apetecía. En su día, Andrea la abandonó por su primo, y lo entendió. Luego volvió y le abandonó por un tío que le doblaba la edad y que al final solo la había utilizado. En definitiva, Andrea no era una buena amiga y Ka no tenía tiempo para tonterías ni promesas falsas.

14 de Enero de 2012:

Había sonado la sirena. Había llegado la hora de la verdad. A Ka no le apetecía nada hablar con Adrián, pero tenía que ser aquel mismo día. Cogió un zumo de su mochila y se lo bebió antes de salir de clase, en tres segundos. Vio como Iván y su grupo salían los primeros, no sin antes echarla una mala mirada. Ka intentaba ignorarlo por completo. Tiró el envase del zumo a la papelera y cerró la puerta de clase al salir. Era la última. Vigiló bien que no vinieran profesores cuando se dirigió a la puerta que separaba un patio del otro y vio que de momento no habían reparado el candado que Ka había roto el día anterior. No la costó nada entrar en el otro patio y Ka decidió tomárselo como una buena señal. Buscó a Adrián y le halló en el mismo lugar del día anterior, con la misma chica del día anterior también. Insipiró hondo y con un intento de sonrisa se dirigió a ellos. Adrián pareció sorprenderse cuando la vio delante de ella.
-Hola, Adrián- dijo Ka.
-Hola. ¿Qué haces aquí?- dijo entre sorprendido y alegre.
.-Me he colado, quería verte y hablar contigo.
Hubo un silencio. Ka miró a la chica extraña.
-A solas- le dijo.
La chica extraña puso los ojos en blanco y se levantó del banco. Estaba claro que no le caía bien Ka y eso que todavía no la había conocido.
-Estaré en la biblioteca- se despidió de Adrián con la esperanza de que terminara pronto con aquella chica y volviera a la biblioteca con ella.
Ka resopló, pero intentó que no se notara mucho. Había mucha tensión en el ambiente. Cuando se quedaron completamente solos se miraron. Adrián sonrió pero esta vez Ka no le devolvió la sonrisa. Parecía seria.
-No sabía que tenías amigos en el instituto...- dijo Ka.
Adrián se quedó en blanco. Era cierto que no le había nombrado Helena a Ka.
-Es verdad... lo siento. Nos hemos conocido este año, nos sentamos junto en clase de...
-¿Es tu novia?- preguntó Ka interrumpiéndole.
-No- contestó él sin necesidad de pensárselo.
Y Ka sintió un alivio casi instantáneo. No era su novia y no parecía que sintiera nada por ella. estaba mucho más tranquila así que decidió dejar el tema de aquella chica.
-Verás, como te defendí ahora resulta que me he quedado sin amigos y pensé que quizás te gustaría que pasáramos los recreos juntos- le pidió Ka.
-¡Claro! Será fantástico, puedes contar con nosotros- respondió muy contento Adrián.
-¿Con nosotros?- no entendió ella.
-Sí, Helena y yo llevamos compartiendo recreos todo el curso. Hablaré con ella y seguro que no la importará que te unas a nosotros.
Ka estuvo a punto de mandar a la mierda todo y decirle que prefería pasar los recreos sola que acompañada de aquella chica, pero contó hasta diez intentando controlar sus emociones. Cuando abrió los ojos no encontró el resultado que esperaba, pero era el único al que podría acceder:
-Está bien. Muchas gracias, Adrián.
-De nada, Ka. Tú haces mucho por mi, no te iba a dejar sola por nada del mundo...
"Y a ella tampoco", pensó Ka.

2 comentarios:

  1. Cuando publicarás el próximo capítulo? ^^
    Me encanta tu novela! :) Enhorabuena! :D
    Besos de una de tus muchas lectoras! <3

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  2. OOOiiinss!!!! Me encantaa!

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