viernes, 9 de diciembre de 2011

Capítulo 11

11 de Septiembre de 2011:

A las 18:00 de la tarde en casa de Adrián...

Adrián se había tirado toda la mañana y parte de la tarde dando gracias a un dios en el que ni si quiera existía por el mero hecho de que lo de anoche no hubiera llegado a más. Es decir, todo se quedó en un susto, al límite del coma etílico o deshidratación, sí pero, ¿que hubiera pasado si todo no se hubiera quedado ahí? ¿Qué hubiera pasado si Ka hubiera perdido el conocimiento o algo así? ¿Cómo la llevaría al hospital? ¿Avisaría a su abuela o no? ¿Qué haría su padre al enterarse de que había traído a casa una chica medio muerta?
Y lo que es peor: ¿qué hubiera pasado si Adrián no hubiera llegado a tiempo? ¿Que hubiera echo si hubiera a encontrado a Ka demasiado tarde? ¿O si no la hubiera encontrado nunca? Probablemente Ka se hubiera quedado allí, tirada en el suelo, vomitando y luchando contra zombis hasta perder el conocimiento y dios sabe o qué. O lo que es peor, quizás se hubiera levantado y corriendo y huyendo de los zombis se hubiera encontrado con algún tipo que se hubiera aprovechado de ella.
-No pienses eso- se tuvo que decir en voz alta para borrar todos sus pensamientos.
Miró el reloj y pensó que había pasado el tiempo suficiente como para dejar espacio a Ka y que ya podría llamarla sin problemas de tipo rechazo. Quería verla. La despedida y el poco tiempo y conversación que había tenido aquella mañana con ella le había sabido a poco. Muy poco. Marcó rápidamente el número de móvil de Ka temiendo que no estuviera en casa. Un pitido. Dos pitidos. Tres pitidos...
-Hola, dígame- contestó una señora mayor.
Adrián le pareció muy raro que no fuera Ka la que contestara a su propio móvil, por lo que supuso que sería la abuela de Ka. Lamentó muchísimo no haberle preguntado a Ka como se llamaba su abuela, así que solo se le ocurrió decir:
-Hola, muy buenas tardes señora. Me gustaría saber si se puede poner Ka.
Sonó bastante pelota, demasiado educado hasta para el gusto de una anciana de... ¿cuántos años tendría? ¿80? ¿75 quizás?
Tuviera la edad que tuviese, la abuela de Ka pareció dudar unos instantes.
-Ka no puede...
Y de fondo se oyó a Ka diciendo:
-Abuela, por favor...
Seguidamente se oyeron un suspiro, unos cuantos pasos y una puerta cerrarse. Después se escuchó aquella voz con la que tanto deseaba hablar Adrián:
-¿Quién es?
-Soy Adrián.
-Ah...- se la notaba sin ganas de nada.
-¿Estás bien Ka?
-Sí... Creo...
-¿Segura?
-No...- y Ka rompió a llorar.
Adrián volvió a sentir aquella impotencia que invadía su cuerpo al ver a Ka llorar, pero aquella vez, multiplicada por dos por no tenerla delante para poder abrazarla y susurrarle al oído que no pasaría nada, que todo estaría bien.
-Ka, por favor... No llores, que me hundes...- suplicó él.
-Per-perdóname...- Ka inspiró un par de veces por la nariz intentando no derramar más lágrimas- No volveré a llorar.
Adrián sintió alivio al escuchar a Ka un poco mejor.
-¿Qué ha pasado Ka?
-No puedo contártelo por aquí...- susurró.
-Entonces quedemos, sólo dime una hora y un lugar.
-Estoy castigada, Adrián. No puedo salir...
Hubo un silencio dedicado a pensar qué podían hacer para verse. Ka fue más rápida que Adrián:
-¿Sabes venir hasta mi casa?
Adrián sonrió. Por supuesto que sabía. Aquella mañana había sido la primera vez que había ido pero Adrián se había quedado con cada paso cuidadosamente para ir a verla cuando hiciera falta. Se alegró de haber echo una cosa tan simple e insignificante como aquella, pues aquella tarde le iba a dar algo más grande y muchísimo más importante: ver a Ka.
-Sí, claro sí. ¿Quieres que vaya?
-Sí. Tienes que venir dentro de media hora. Yo dejaré la puerta de la valla abierta. Entra sin que te vea nadie y busca en la parte de atrás la ventana que da a mi habitación. Da un par de golpecitos y te abriré desde dentro.
-Espera, espera... ¿quieres que entre por la ventana de tu habitación? ¿No es más fácil entrar por la puerta?
-No porque mi abuela no puede saber que vas a estar aquí. Estoy castigada sin ningún tipo de trato con alguien humano, ya sabes...
Adrián parecía dubitativo. Dado que no quedaba otra opción que no fuera saltar ventanas para verla, decidió aceptar sin protestar.
-Está bien. En media hora me tendrás dando golpes en tu ventana.
-Cógete el metro si quieres, y te paras en la estación de la calle principal, que está a tan solo diez minutos de mi casa.
-No tengo dinero, Ka.
-Cierto...
-Tranquila, iré corriendo.
-Te debo una.
-No me debes nada, Ka.
-Está bien, hasta dentro de media hora entonces.
-Adiós Ka.
Y los dos colgaron casi a la vez. 
Adrián suspiró. Tenía que irse ya si no quería pegarse la maratón del año. Fue a su habitación, cogió una chaqueta por si venía tarde -aunque lo cierto es que dudaba mucho que así fuera-, y terminando con coger las llaves, salió de casa y empezó a correr en dirección a casa de Ka.

Mientras tanto en casa de Ka...

Ka ni siquiera había llevado el móvil al salón de nuevo. Le incomodaba tener que ver a su abuela después de lo que había pasado y más sabiendo que dentro de apenas 30 minutos iba a volver a traicionarla saltándose uno de sus castigos. 
Después de hablar con Adrián, dejó el móvil en la mesa donde lo dejaba todas las noches y se tumbó en la cama, bocabajo, con los brazos mentido en la almohada y la cara aplastada contra el mismo saco de plumas. Ka se había merecido muchos castigos a lo largo de todo el año, y jamás había recibido uno excepto el pequeño secuestro de su madre en Londres. Pero, ahora que Ka intentaba hacerlo todo bien, todo el mundo se había puesto en su contra. Su abuela, sus ex-amigos... Sabía que lo que había echo quizás estuviera mal, pero Ka había echo en el pasado cosas todavía peores. Aquello, si no fuera por la forma en la que iba a acabar, apenas había sido una trastada. Una inocentada.
Ka no quería llorar pero la noche anterior casi la mataron y al día siguiente, la castigan de por vida. Lo estaba pasando realmente mal. Para el colmo se había dado cuenta de que quedaban apenas 4 días para que empezara el instituto y ya no podría salir tanto como antes. No sabía por qué pero había decidido sacarse aquel curso. Había decidido sacarse 4º de la ESO, el mismo año que iba a repetir. Suspiró. Mejor sería no pensar en aquellas cosas.
Sin darse cuenta, se quedó dormida debido al extremo cansancio de la horrible noche que había pasado. No había podido dormir desde aquella misma mañana debido a la inquietud del momento que estaba pasando con su abuela, pero el saber que Adrián estaba de camino la tranquilizó un poco, cerrándola los ojos y sumiéndola en el sueño por completo.
Pareció que al segundo de cerrar los ojos se oyeron los dos golpes que habían acordado Adrián y ella como señal para abrir la ventana, pero la realidad era que habían pasado los 30 minutos exactos.
Ka se levantó y abrió la ventana cuidadosamente para que su abuela no lo oyera. Tenía la suerte de que justo en aquel momento parecía haberse metido en su habitación a echarse la siesta.
-Hola- dijo Adrián.
-Gracias por venir- empezó Ka.
Se miraron, como hacían siempre que se encontraban. Se observaban abstraídos durante unas décimas de segundos que para ellos pasaban como minutos de tranquilidad. Y aquello era algo que les salía de dentro sin saber por qué. Y era algo que a Adrián le agradaba mucho pero que, a Ka, le inquietaba e incomodaba demostrándolo siempre con la interrupción de aquel momento:
-Ven, siéntate.
Hablaban en voz baja para no levantar ninguna sospecha. Se sentaron los dos en el borde de la cama.
-Te ofrecería algo de beber o de comer pero estoy encerrada sin poder salir apenas de la habitación.
-Tranquila, no tengo sed, no pasa nada.
-Está bien...
Se quedaron en silencio. Ka pensó que aquello era lo último que necesitaba así que decidió decir cualquier tontería:
-¿Te ha costado mucho subir por la ventana?
-No, no... No está tan alta como parece, creo que podrá hacerlo más veces- le sonrió a Ka.
Pero ella no pudo sonreír, y eso le recordó a Adrián por qué estaba allí.
-¿Qué ha pasado?- la dijo con toda la ternura del mundo para que no se sintiera obligada a contar nada que no quisiera contar.
Pero Ka necesitaba desahogarse, necesitaba soltarlo todo. 
-Me han denunciado...
Adrián se esperaba de todo menos aquello.
-¿Cómo? Esto... ¿por qué? ¿Quién?
Ka sacó del cajón de la mesilla que tenía al lado un sobre con un posit pegado encima, y se lo entregó a Adrián.
-Esta mañana mi abuela ha recibido la denuncia con esta nota.
Adrián quitó el posit del sobre y leyó lo que ponía: 
"Espero que hayas sobrevivido anoche para ver el regalito que te tengo.
Firmado: Yoli."
Adrián no podía creerse lo que estaba leyendo a pesar de que no entendía nada. ¿Yoli? ¿No era la chica a la que pegó Ka? ¿La chica que subió la foto? ¿Qué tenía que ver Yoli con la noche anterior y la denuncia?
-Ka, no entiendo nada...
-Adrián anoche no fui yo la que se metió toda esa mierda al cuerpo...
-¿Cómo que no fuiste tú? ¿Qué quieres decir?
-Un antiguo amigo me llamó pidiéndome ayuda y yo fui a socorrerle. Cuando llegué me di cuenta de que me había traicionado y que, tenía a unas 30 o 40 personas rodeándome y esperando a que me metiera todo lo que me dijeran para luego dejarme tirada a mi suerte, inconsciente o vete a saber como...
-No entiendo... ¿por qué están haciéndote esto?
-Por lo que le hice yo a Yoli...

-Tú no tienes la culpa, solo te defendiste...
-Pero quise abandonarlos y eso es algo que sienta muy mal.
-Si te ha denunciado por pegarla puedes denunciarla tu por drogarte...
Ka sonrió levemente. Adrián era tan inocente...
-No puedo. Nadie puede demostrar que me obligaron a meterme toda esa droga y mucho menos demostrar que no era mía. Sin embargo Yoli tiene testigos que testificarían a su favor. Además, no me ha denunciado por pegarla...
-¿Entonces...?
-¿Te acuerdas del primer día que quedamos?

Adrián sonrió. ¿Cómo iba a olvidarlo?
-Sí, claro.
-Bien, ¿te acuerdas de lo que hicimos?
-Fuimos al metro y...

-Y pintamos.
Ahora lo entendía todo.
-Te ha delatado...-dijo confimándolo así mismo.
-Así es. Le habrá dado mi dirección o mi nombre completo a la policía y el metro me ha denunciado.
-Pero... ponía Ka y Adrián, ¿no?
-Tranquilo, en la grabación tu no sales pintando además, nadie sabe tu nombre completo. Ni siquiera yo.
-Adrián González Campeador.
-Oh, venga, no quería saber tu nombre. Ahora tendré que dárselo a la policía- dijo bien seria Ka.
Adrián se quedó blanco como la piedra. Entendía que una denuncia no era bienvenida en ninguna casa pero, en la suya precisamente era lo peor que podía pasar.
Ka echó a reír sin mucha fuerza:
-Venga, tranquilo. Es una broma. No te vendería a la policía ni loca. No después de todo lo que has echo por mí.
-Lo justo, entonces, es que me digas ahora tu el tuyo.
-Oh, no. No, no, no, no. Ni de coña.
-Venga, no es justo. Tu tienes mi nombre completo, merezco el tuyo.
Ka se lo pensó y por no discutir acabó accediendo:
-Ka Sánchez Domínguez.
-¡Es verdad, como tu Tuenti! El mío también es como mi nombre.
-Lo siento, no tuve tiempo de mirarlo...
Adrián aprovechó el momento de aquella conversación sobre nombres:
-Ka, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Por poder...
-¿De verdad te llamas Ka?
-¿Cómo?
-Si tu nombre es "Ka" o es un apodo.
Ka le miró duramente.
-Eso es algo que nadie sabe ni sabrá.
Con aquella contestación Adrián dedujo que no era su nombre verdadero, pero que Ka se había encargado de con su frialdad dejarle bien claro que no se le ocurriera preguntar por su nombre original. Tendría que quedarse con la curiosidad.
Adrián decidió retomar la conversación:
-¿Qué piensas hacer?
Ka volvió a tener su expresión seria con una mezcla de tristeza mal disimulada.
-¿Qué puedo hacer? Pagaré la denuncia y cargaré con este castigo hasta el resto de mis días...
-¿Necesitas ayuda con el pago?- Adrián no tenía ni idea de como podría ayudarla puesto que económicamente él era el peor que estaba, pero quería ayudarla.
-No, el dinero no es problema. A mi madre la sobra, se casó con un rico inglés, como ya sabes, pero el problema está en llamarla y pedirla 1000 euros por una denuncia.
-¿La has llamado ya?
-Sí...
-¿Qué te ha dicho?
-Que no entendía por qué hacía esas cosas... Que me mandaba el dinero pero que estaba totalmente de acuerdo con el castigo que me había puesto mi abuela. Luego a seguido con numerosas charlas sobre como ser un buen ciudadano y sobretodo una "señorita" como digo yo.

-Entonces lo malo ya ha pasado, ¿no crees?
Pero Ka se puso todavía más seria. El labio inferior le tembló un par de veces a la vez que baja la mirada al suelo.
-Lo malo no son las broncas, el dinero, ni mucho menos el castigo...- le miró a los ojos- Lo malo es la decepción de tu familia.
Ka recordó lo mucho que había llorado su abuela cuando discutió con Ka por aquella denuncia. Recordó aquella frase que su abuela no pudo parar de decir: "Pensé que Londres te había venido bien". Recordó lo pequeña que se sentía ante aquella situación, las ganas de llorar que tenía...
-Eh, venga Ka, no te vengas abajo.
Pero era demasiado tarde. Por la mejilla de Ka ya había resbalado dos o tres lágrimas. Adrián se acercó a ella y la abrazó. Ka se dejó rodear por sus brazos y hundió sus ojos llorosos en su hombro, respirando lenta y profundamente para intentar tranquilizarse.
-Tranquila, Ka. Es simplemente el enfado del primer día. Mañana las cosas estarán diferentes.
-¿Tu crees?
-Claro que sí Ka.
Ka se apartó de los brazos de Adrián y le habló muy duramente:
-¿Tu crees que mañana habrá se habrá pasado toda esta mierda? ¿Tú crees que mañana no van a intentar volver a matarme o delatarme ante más pintadas? ¿Tú crees que mañana puedo estar segura?
La verdad es que Adrián no sabía que creer. No conocía muy bien al grupo de personas que Ka tenía antes como amigos, pero parecían ser unos hijos de puta muy grandes, por lo que Adrián poco sabía de lo que podrían hacer con Ka.
-Creo que, mañana tu abuela estará mejor contigo, y que, si sales de casa, saldré yo para protegerte y quitarte cualquier botella de alcohol que se te ponga por medio. Seré tu sombra si tú lo deseas. Solo tienes que decírmelo, yo te ayudaré en todo.
Ka le miró, empezó a llorar de nuevo y se abrazó a él.
-No puedo, Adrián. No puedo con todo. Mi único apoyo hasta ahora ha sido mi abuela y está enfadada conmigo. Me da miedo salir a la calle y ya no tengo amigos. Sólo te tengo a ti...
-Entiendo que yo no sea suficiente, pero te ayudaré a buscar amigos nuevos, te ayudaré a hacer que tu abuela te perdone. Me da igual lo que tenga que hacer, yo te ayudaré.
Ka volvió a apartarse de Adrián. Necesitaba su apoyo pero, cuando Adrián se ponía así de romántico o buenazo con ella, Ka se sentía incómoda y decidía cortar por lo sano dejando las cosas claras. 
-Déjalo, ya has echo bastante, tranquilo.
Adrián cogió la indirecta. Ka necesitaba ayuda, no sobreprotección. Había momentos en los que se olvidaba que Ka era la chica fuerte y solitaria que había conocido hacía casi ya un mes en una noche lluviosa.
Se quedaron de nuevo en silencio, sin saber que decir. De nuevo fue Ka lo que lo cortó con cualquier tontería:
-Además, me gustaba mucho pintar y cada vez que lo haga me delatarán...
En la mente de Adrián se iluminó una idea como ilumina una bombilla al apretar el interruptor.
-Creo que tengo la solución para eso...
-¿Qué solución?
-¿Tienes un papel y un bolígrafo?
-Sí...
Ka fue a la mesa donde dejó el móvil antes y sacó de uno de los dos cajones que había un folio en blanco y un bolígrafo azul. Adrián los tomó y apoyándose en la mesilla empezó a pintar una especie de signos raros.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó Ka impaciente.
Adrián terminó de pintar aquellos signos y le tendió el folio a Ka.
-Verás, mi madre me enseñó de pequeño una especie de idioma de los dragones o algo así, para que escribiera mis secretos donde quisiera sin que nadie los pudiera leer. De pequeño me encantaba los dragones, por lo que me hizo mucha ilusión poseer su idioma y mi madre y yo jugábamos todas las noches a pasarnos notitas por debajo de la puerta. A veces me mandaba un beso, otras veces me mandaba a la cama... Mensajes simples y cotidianos que cogían importancia por el hecho de que sólo ella y yo entendíamos ese lenguaje...
-¿Nadie más lo conocía?
-Nadie. Solo ella y yo, y ahora tú.

Ka echó un vistazo. Menos mal que debajo de casa signo ponía la letra a la que equivalía pues no se entendía nada.
-Es perfecto...- susurró- pero no puedo aceptarlo.
-¿Por qué?- se extrañó Adrián.
-Es algo de tu madre y tú y nadie más...
-No importa, yo quiero que sea tuyo también. Además, mi madre y yo ya no lo usamos...
-¿Estás seguro?
-Totalmente.
Ka volvió a echar otro vistazo.
-Pero, ¿voy a tener que llevar este folio encima para escribir allá donde vaya?
-No, aprendetelo.

-¡Pero como voy a aprenderme algo así!
-Es fácil. Al principio cuesta escribirlo, pero te acabas acostumbrando. Es más, te escribiré algo.
Adrián le quitó el folio a Ka y escribió 3 símbolos raros.
-¿Es una palabra?
-Es algo...

Ka cogió el folio aceptando el desafío de descifrar aquellas 3 letras. Adrián se levantó de la cama y se puso la chaqueta.
-Pasa rápido el tiempo... Tengo que irme ya, no quiero que mi padre me vea fuera de casa, últimamente está un poco "sensible".
-Está bien, ten cuidado al bajar por la ventana.
-Sí, tranquila. Mañana te llamaré.
-Espero poder cogértelo.
-Hasta mañana, Ka.
-Hasta mañana, Adrián.
Y así de rápido se despidieron, aunque los dos desearan pasar más tiempo juntos.
A Ka solo la quedaba abrir aquel folio, descubrir lo que Adrián había pintado y dormir, dormir para que un nuevo día llegase.


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