sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo 2

23 de Agosto de 2010:


Eran las 4:54 y apenas quedaba media hora para su encuentro con Adrián. Ka no se daba mucha prisa, pues poco la importaba llegar tarde a los sitios:
"Donde me quieran, me esperarán", pensaba siempre. Y razón no la faltaba. Pero por si acaso se apresuró un poco en vestirse y coger su mochila. No sabía muy bien que meterse en la mochila pues a pesar de haber quedado, no decidieron ningún plan.
Ka no quería perder el tiempo con aquel chico, quería pasárselo bien, hacer algo que le gustase a ella.
Dio una vuelta por su habitación en busca de algo que la diera una idea y vio algo que la motivó mucho: sus sprays de pintura morada, verde y roja. Los metió en la mochila junto a sus llaves, un poco de dinero y una chaqueta grande de Ecko. Ropa cara. Pero Ka se la podía permitir.
Salió de su casa como todos los días, y con su rutina se fue al metro. Pero ese día no iba a ser como todos.
Por el camino, Ka pensó muchas cosas. Llevaba muchísimo tiempo en las calles, acompañada algunas veces de alguien, pero siempre sola. No tenía amigos. No hacía planes con nadie. Se dejaba llevar como la marea del mar, por la noche. Si había alcohol y algo más, iba a donde fuera. Si no, pintaba ella sola o se dedicaba a ir al puente y recordar, recordar muchas cosas.
Pocas veces -por no decir nunca-, había echo lo que aquella tarde estaba haciendo: quedar con alguien. Comprometerse a pasar toda la tarde al lado de alguien. No dejarse llevar y planificar su compañía.
A decir verdad, no supo que había cambiado aquella vez, qué era distinto para que Ka decidiera quedar con aquel chico, frágil y sin sentido de la vida. La había salvado aquella noche, sí, pero ella no se lo había pedido. No le debía nada.
Sin embargo, Ka no se arrepentía de pasar la tarde con él. De momento.


En otro lugar a la misma hora...


Ka tenía que venir en cualquier momento. Ya era la hora y Adrián se había adelantado diez minutos. Lo hizo a posta por varias razones: quedar bien, no hacer esperar a Ka y sobretodo, estar a solas un momento antes de verla de nuevo.
No se creía lo que el día anterior hizo. Jamás había pedido a alguien que quedase con él. Y menos una chica. ¡Una chica como ella! Rebelde. Quizás eso fuera lo que más le llamaba la atención de ella...
Pero no era eso. Adrián no podía quitarse los ojos de Ka de la mente. Ese precioso color azul... Y ese misterio que aguardaba su mirada...
Las chicas de su instituto eran pijas, góticas o unas simples niñas que solo pensaban en buscar novio y perder la virginidad. Ka era diferente, de eso estaba seguro.
No vamos a decir que ella tuviera la cabeza más asentada, pues estar al borde de un coma etílico no es muy maduro, pero Ka no buscaba ni esperaba nada de nadie. No exigía. No cotilleaba. No lloraba por nada, o al menos eso pensaba él. Ka era fuerte, todo lo contrario a las chicas de su instituto.
Adrián se preguntaba a que instituto iría Ka. Luego se lo preguntaría junto a otras tantas cosas que quería saber. Pero tenía miedo, no sabía como tratarla. ¿Cogía confianza y la preguntaba por su vida o sería mejor callarse y dejar que pasase lo que fuera?
Suspiró y apoyó los codos en el posamanos del puente, mirando hacia abajo. Hace dos días él podía ser parte del agua y las rocas, si no fuera por ella... ¿Por qué no se tiró aquella noche?
Sonríe y no sabe ni por qué. Recuerda que vio a Ka, y que cuando esta le habló, Adrián sintió que no estaba solo en el mundo. No sabe por qué, las palabras de Ka le hicieron sentirse mejor, a pesar de que no iban con esa intención. Ka lo único que hizo fue llamarle cobarde y él recuperó su vida. Así de sencillo. Pero... ¿por qué? Adrián sabe perfectamente que si hubiera sido otra chica la que le hubiera dicho aquellas palabras, se hubiera tirado. Pero Ka... Ka era diferente, una vez más. Ka le retó a vivir o morir. Y Adrián escogió vivir. No tenía ningún motivo, solo quizás, averiguar los secretos de sus ojos.
Adrián se cansó de la postura que mantenía y se puso a caminar despacio por el puente. Miró el reloj de su móvil. Las 5 y 20. Ya había pasado bastante tiempo de la hora que concretaron. ¿Y si le había dejado plantado? No le extrañaba...
Adrián se puso a jugar con unas piedras lanzándolas al agua y observando las ondas que provocaban. Era bello. Y aburrido.
¿Dónde estaba Ka?
Y apareció.
Una chica morena, de pelo extralargo y liso, andaba con paso desenfrenado y con una mochila al hombro. Sin duda era ella, a pesar de que no llevaba su sudadera verde.
Ka miró a Adrián desde la lejanía y se preguntó si todo aquello valdría la pena. Adrián era un chico de su misma estatura, con el cabello castaño, corto y algo rizado y los ojos negros como el azabache. No gran cosa, pero para lo que quería ella...
-¡Ey!- saludó ella.
-¡Pensé que no llegabas!
Ka se molestó. Bien empezaban la tarde, pues no la gustaba para nada que le echasen cosas en cara.
-Estoy aquí, que es lo que importa- dijo más seca de lo normal.
Adrián lo notó y tragó saliva. Ka era un huracán de genio. Tenía que tener cuidado para no enfadarla.
-No tienes planes, ¿verdad?- dijo ella, echando en cara también.
Adrián ignoró el tono con el que se realizó la pregunta.
-No, Ka. Lo siento.
-Bueno, tienes suerte de que me halla acordado de algo que llevo queriendo hacer mucho tiempo...
-¿El qué?
-Vengarme del metro. Hacerme con él.
Adrián se perdió.
-¿Qué dices?
-No me gusta la gente que me mira tan mal en el metro. Encima es caro y no muy rápido. ¡El metro es una mierda! Y como mínimo me gustaría que el metro tuviera mi nombre.
-No lo entiendo...
Ka suspiró. Había que ser tonto... Para que lo entendiera mejor abrió la mochila y sacó los sprays de pintura.
-¿Entiendes?
-¿¡Pretendes pintar el metro con eso!?
-Firmar...
-Es lo mismo. ¡Estás loca!
Ka se cabreó muchísimo y le agarró del cuello de la camiseta:
-A mi no me llamas loca en tu puta vida, ¿vale?
Adrián se quedó atónito ante tanta frialdad. Ka le soltó y guardó de nuevo los sprays a la vez que Adrián intentaba reaccionar. No se podía creer lo que acababa de pasar...
-Vamos, tenemos que irnos.
Adrián la siguió sin rechistar.
Atravesaron el puente y se metieron de nuevo al metro. Bajaron escaleras y a la izquierda había un pasillo que conducía al tren que Ka cogía casi todos los días. Soltó la mochila y la dejó en el suelo. Miró a Adrián más callado que nunca.
-Quizás me he pasado, lo siento. Pero dirígeme la palabra que no puedo hacer esto yo sola.
Adrián reaccionó y un poco desanimado acepto las disculpas de Ka y la ayudó a sacar los sprays.
-Te explico. ¿Sabes usar un spray?
-Más o menos.
-Bien, a partir de aquí tenemos 3 minutos para pintar nuestros nombres y salir corriendo.
-¿Salir corriendo por qué?
-Tú avisa si viene la policía.
Y Ka destapó su spray morado y empezó a dibujar mazo de grande una K sobre las paredes del metro. Adrián se quedó mirando, alucinado. Jamás había visto a una chica hacer ese tipo de cosas.
Ka se dio cuenta del embobamiento de él:
-¡Vamos! ¿Quieres pintar tu nombre o te lo escribo yo por tí?
-Sí, sí...
Adrián no tenía ni idea de que hacer. Tenía que pintar, vigilar que no viniera la policía y contar el tiempo para cuando hubieran pasado 3 minutos, salir conrriendo.
-¡Ay, hijo! ¡Trae que te lo pinto yo!
Adrián se quedo mirándo a Ka, mientras esta escribía su nombre. La poca gente que pasaba por aquella estación, dos o tres quizás, se quedaban mirándo y murmurando algo así como: "Menuda juventud". En una ocasión, una mujer los insultó, llamándoles gamberros. Pero Ka descargó sobre ella una mirada asesina, y la señora echó a andar rápidamente. En cuestión de dos minutos, en las paredes del metro nació entre el verde y el rojo dos nombres nuevos: Ka y Adrián.
Ka se alejó dos o tres pasos para ver su creación, contenta, cuando Adrián se alarmó.
-¡La policía, Ka!
-¡Mierda! ¡Corre, corre!
Adrián se quedó paralizado una vez más y Ka salió corriendo hacia un vagón de metro. Le agarró de la muñeca a Adrián para tirar de él y que reaccionase. La policía empezaron a perseguirlos como locos y las puertas del vagón casi pillaron a Ka y Adrián cuando los policías se tuvieron que quedar fuera.
Ka se reía a carcajadas.
-¡Joderos!- gritaba.
A Adrián no le hacia nada de gracia huir de la policía. Se había llevado el susto de sus vidas.
-¿Has visto? ¡Menudos mierdas! No saben como pararme...
-Hasta que te paren y la mierda seas tú...- susurró Adrián.
-¿¡Cómo!?
-Digo que no me parece normal lo que haces...
-¿Y eso por qué?
-¿Qué ganas manchando las pareces de todos los lugares públicos?
-Tu no lo entiendes...
-Desde luego que no.
-Pues hazme un favor y no me hables sobre temas que no sabes.
-Tampoco hay que ser muy listo para usar un spray.
-No has demostrado lo mismo hoy...
Ka se decepcionó mucho con lo que Adrián había dicho. Cuando Ka pintaba en las calles, siempre había algún chaval de su edad haciendo lo mismo. Ka aprendió a pintar gracias a ellos. Pero, ¿por qué Adrián no era así? Ka dudaba si le interesaba quedar con alguien que no fuera como ella...
Adrián por otra parte no dejaba de mirar en todas direcciones, por si algún policía había conseguido entrar al vagón. Estaba asustado. Las cosas iban demasiado mal para que le detuvieran, precisamente ahora. Él tenía conciencia de que Ka era rebelde, pero jamás se imaginó una chica tan gamberra. Desde luego, de tres días que estuvo con ella, dos de ellos puso en peligro a Adrián por salvarla a ella. Devolverle el favor de  haberle convencido de no suicidarse, le estaba saliendo muy caro.
Pasaron 5 minutos hasta que el tren paró en la siguiente estación. 5 minutos en los cuales ninguno de los dos habló. Estaban enfadados y decepcionados y ni si quiera sabía por qué.
Ka se levantó sin decir nada, y se acercó a la puerta del vagón, dispuesta a salir. Adrián la siguió por no hacerle un feo, y quizás, porque todavía le quedaban ganas de estar con ella. Adrián se acercó a Ka cuando salieron del tren y mirando hacia todas las partes, nervioso, la preguntó:
-¿Crees que habrán informado sobre nosotros? ¿Que nos detendrán?
Ka se rió.
-¿Qué te crees que es esto? ¿El FBI?
Adrián era un chico muy inocente, pensó Ka.
Subieron las escaleras mecánicas y compraron un billete para poder salir. Cuando por fin estuvieron fuera, en la calle, Adrián respiró tranquilo.
-¿Dónde estamos?
-Cerca de aquí hay un parque. Vamos, nos compramos unos litros y pasamos lo que queda de tarde, sin policía por medio.
A Adrián tampoco le hacía mucha gracia beber, pero por un día, se lo permitió.
Ka se dirigió dos calles más abajo, a una tienda de alimentación muy pequeña, casi escondida en un callejón. Antes de entrar, le informó a Adrián:
-Aquí venden alcohol, tabaco y maría de Colombia. Yo tengo confianza con los dueños, me venden todo lo que quiera.
-Ah...
Adrián no sabía que decir.
Ka entró, y detrás Adrián. Un chico joven, quizás más que ella, la reconoció y la sonrió.
-¿Cómo tú por aquí, Ka?
-Hola, Sam. ¿Qué tal estáis?
-No muy bien... ¡Padre mira quien vino!
De dentro de la tienda salió un hombre mayor, de unos 40 años y su mujer, bajita y regordeta.
-¡Ka, que gusto verte!
-Hola, señora.- saludó educadamente ella.
-¿Qué querías esta vez, muchacha'? - dijo el padre con una sonrisa.
-Vine a por dos litros, y...- se giró hacia Adrián- ¿Quieres maría?
Adrián se quedó en blanco, cuando ya contestaron por él:
-Ya no vendemos maría, Ka.
-¿Y eso? ¿Por qué?
-Pasó que vino la policía y casi nos pillan. Jamás pasaron por aquí hasta ese maldito día...
-Tuve que salir corriendo de la tienda, cuando la inspeccionaron- dijo Sam, triste.
-Así pues, decidimos quitarnos la hierba de encima.
-Joder, lo siento. Es muy raro que haya pasado la policía por aquí...- dijo Ka.
-Bueno, pues aquí tienes dos litros- le dio la señora.
Ka sacó 5 euros de la mochila y se los dio, luego guardó los dos litros.
-Gracias, quedaos con el cambio.
-Muchas gracias, Ka.
-Hasta luego...
-Ka.- la paró Sam.
-¿Sí?
-No le digas a nadie que vendemos alcohol a los chavales. Si nos pillan, nos deportan. Y nos quedamos sin nada, ya tu sabes.
-Sam, jamás diré nada. Suerte.
Y Ka junto a Adrián salieron de la pequeña tienda.
Adrián estaba alucinando. ¿Acaba a de escuchar lo que había escuchado?
-Me dan pena... No me gustaría que los deportasen- dijo Ka.
-Son ilegales...
Ka le miró muy seria:
-Lo ilegal no siempre es malo. Esa tienda es lo único que tiene esa familia, y el alcohol y tabaco que le compra gente como tú y como yo es el mayor dinero que entra en esa familia. ¿Has visto lo pequeña que era la tienda? Pues su casa no es mucho más grande. Viven fatal...
Adrián pensó en lo que sería vivir una vida así. Ka tenía razón, esa familia lo único que quería era poder vivir.
-No diré nada, tranquila.
-Confiaba en ello. ¿Qué hora es?
Adrián miró el reloj de su móvil.
-Las 9:30.
-Genial, va a empezar a oscurecer, así que habrá menos gente en el parque.
Adrián se sorprendió:
-Pensaba que te gustaba estar rodeada de mucha gente.
-Que va, no me gusta la gente. Es tan... superficial. Idiotas todos.
Adrián se sintió identificado. Cuantas veces intentó hacer amigos, y falló por ser diferente a ellos, por pensar como Ka.
-Ka...
-Dime.
-¿Tú tienes amigos?
Ka se quedó en blanco. Para nada se esperaba una pregunta así. ¿Qué si tenía amigos? ¿Quién no tenía amigos? Ella... Pero jamás lo admitiría delante de alguien. No demostraría su lado frágil:
-Claro, como todo el mundo.
Adrián se quedó en silencio. "Como todo el mundo". ¿Qué pasa? ¿Él no formaba parte del mundo? Él no tenía amigos. No encajaba en esa sociedad. La única persona que le entendía la perdió hace 3 días...
Se pasaron todo el camino en silencio. Pensando en sus cosas. La tarde no estaba yendo muy bien. Cuando por fin llegaron al parque, Adrián vio 3 o 4 grupos de yonkis tirados en el suelo, con los porros y los litros. El parque no era muy grande, tampoco muy pequeño. Había jardines, caminos y bancos. Muchos bancos. Pasaron al lado de unos matorrales y oyeron gemidos.
-Están follando- aclaró Ka, por si había alguna duda.
La verdad, el parque no tenía muy buen aspecto. Nadie parecía normal allí. Y sin embargo, Ka se sentía a gusto en aquel lugar. Se alejaron un poco de toda esa gente y se sentaron detrás de unos matorrales que había al final del parque. Ka dejó la mochila en el suelo y sacó un litro, lo abrió, y se lo pasó a Adrián. Seguidamente sacó el otro litro, y bebió ella.
-Tranquilo, por aquí no pasa policía. Puedes beber.
Y Adrián se decidió y dio el primer trago. Pocas veces bebía, y mucho menos cerveza. No le gustaba ese sabor amargo que tenía. Pero le gustaba beber al lado de Ka.
Cuando Adrián tan solo llevaba media botella, Ka ya se había terminado la suya. Estaba contenta y riéndose. Le gustaba verla así.
-¿De qué te ríes?
-De que hallamos acabado la tarde así.
-¿Así como?
Ka se rió, y rió, y se echó encima de Adrián para decir:
-¡Ataque de cosquillas!
Y Ka hundió sus dedos en los abdominales de Adrián, riéndose a carcajadas y produciéndolo a él cosquillas. Adrián no podía creérselo. Ka cambiaba tanto de un momento a otro... De mujer rebelde a niña dulce y feliz. Se habían pasado casi toda la tarde enfadados y sin hablarse, pero solo aquel instante hizo que todo mereciera la pena.
Adrián la siguió el juego y empezó a hacerla cosquillas a ella, revolcándose por el suelo, haciéndola ponerse debajo de él. Ka no dejaba de reírse hasta que vio la cara de Adrián mirándola fijamente, muy serio.
-¿Qué pasa?- preguntó.
A Ka se le había echado para atrás el gran flequillo negro que tenía, descubriéndola toda la frente. Adrián se fijó en una marca que tenía arriba, en el lado izquierdo. Una cicatriz, profunda. Adrián se la tocó suavemente y Ka se apartó de golpe. Ya no se reía. Se quitó a Adrián de encima y se sentó.
-¿Por qué tienes esa marca, Ka? ¿Qué te pasó?
Ka le miró enfadada.
-No me preguntes nunca sobre mi cicatriz. Es algo de lo que jamás querré hablar.
-Pero...
-No. Yo respeté tu silencio sobre la razón por la que te quisiste tirar del puente, respeta tu la mía sobre la cicatriz.
Adrián lo intentaba, pero su preocupación y curiosidad le podía:
-¿Te pegaron?
Ka le lanzó una mirada de odio.
-Me voy. Se me ha echo tarde.






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