sábado, 10 de septiembre de 2011

Capitulo 1

21 de Agosto de 2010


Se preparó la mochila azul que tenía desde hacía dos años. Metió el móvil, las llaves, la cartera con 50 euros dentro y el saquito.
Suspiró. ¿Cuantas veces habría echo eso ya y todavía no lograba acostumbrarse? No tenía miedo, pero algo le fallaba. Algo no terminaba de convencerla. Era demasiado arriesgado.
Sin embargo sabía que no quedaba otra opción si quería cumplir su sueño. Quedaba poco para poder dejar todo atrás, para escapar.
Salió de su habitación y se encontró con una señora de unos setenta años de edad, con un moño que recogía su pelo canoso. Era bajita, y un poco gordita. Tenía el aspecto que tiene cualquier abuela.
Ka se acerca a ella y la da un beso.
-Adiós, abuela.
-¿A que hora volverás, hija?
-Abuela, no me esperes despierta. Llegaré muy tarde, hay una fiesta en las afueras.
A Marga Román, la abuela de Ka, no la hace mucha gracia que su nieta vaya a fiestas de esas. Ka siempre la dice que no la espere despierta, pero Marga nunca consigue dormir bien hasta que oye la puerta de casa. Y ha habido días que la ha llegado a oír a las siete de la mañana.
Pero, a pesar de no hacerla gracia, no quería prohibirle divertirse.
-Ten cuidado por favor...
-Vale.
Y Ka se fue.
Su primera dirección era el "Parque blanco". Le llamaban así por la cantidad de "polvos blancos" que se dejaban ver en él. No estaba muy lejos de su casa.
En su infancia, ese parque no tenía ese nombre. Cualquier niño podía jugar a los columpios y castillos de arena sin correr el peligro que ahora correrían. Pero los mismos niños que antes corrían sin peligro crecieron, trayendo consigo muchas consecuencias. Botellones, drogas, sexo, muchas bandas... Toda esa mierda lo jodió todo.
Cuando llegó, Ka se sentó en el banco donde siempre quedaban para realizar la “operación”. Miró hacia todas partes en busca de la policía. Pudo respirar tranquila cuando no vio ningún rastro de motos azules y rojas o coches con sirenas. Miró también si había señales de aquella persona a la que estaba esperando. Ni si quiera sabía su nombre, siempre usaban seudónimos. 
Tan solo tuvo que esperar dos minutos hasta que la otra persona llegó. Era un chico más alto que ella. Estaba delgado y lucía unos dientes sucios y rotos como su camiseta. Daba asco verle, pensó ella.
-100 euros- dijo ella.
Quería hacerlo rápido. No quería saludos, no le debía nada a aquel chaval excepto el negocio.
-Toma. ¿Lo mío?
-Aquí tienes.
Aquella tarde ganó cien euros en tan solo dos minutos.
Rápido y sencillo.
Ilegal.

Por la noche, a las 00:00 exactamente…

Un chico caminaba hacía el puente. No estaba seguro de lo que estaba haciendo y tampoco entendía por qué, pero pensaba que debía un favor a alguien, o al menos un agradecimiento. Ni si quiera sabía su nombre, ni su edad, solo sabía lo bonitos que tenía los ojos, aquellos ojos azul mar. La chica que él buscaba en sí no era preciosa, la verdad, cuando la conoció parecía desarreglada y su largo pelo negro no parecía recibir muchos cuidados. Pero aquella chica le salvó la vida, y le hizo despertar algo en su interior.
La noche anterior había estado a punto de cometer un error. A él le había parecido la solución más fácil, pero aquella chica tenía razón cuando decía que le daba miedo. Le daba miedo porque él no era cobarde, era valiente. Valiente de seguir adelante y enfrentarse a la vida, tan mal como estuviera en aquel momento. 
Hacía dos horas, estaba en su casa dudando sobre si ir, o no ir. Quería ir para verla y darla las gracias, pero el orgullo y el miedo a que ella no estuviese allí como el día anterior prometió, le hacía dudar constantemente. Al final se decidió al escuchar su padre venir. Se puso un polo de rallas grises y moradas, y sus vaqueros de Jack Jones, y las zapatillas que le regaló su madre por su decimoquinto cumpleaños. Cogió las llaves y un poco de dinero, unos 5 euros, puesto que nunca se sabe si vas a necesitar comprar algo, y el móvil. Salió de la habitación deprisa para que no le vieran y salió de su casa.
Él vivía en una parcela chiquitita que había a diez minutos del puente, a donde se dirigía él en aquel instante. Conocía a muy poca gente, ya que nadie más vivía por allí, en mitad del bosque, y la gente que iba eran adolescentes dispuestos a montar fiesta y beber hasta llegar al coma etílico. 
Jamás tuvo amigos, sólo su primo dos años mayor que él, que de vez en cuando iba a visitarle y jugaban al fútbol, aunque últimamente había cambiado mucho. Se había olvidado por completo de él.
Sacudió la cabeza mientras caminaba. No quería recordar aquellas cosas…
Cuando estuvo cerca del puente, casi llegando se puso demasiado nervioso. ¿Y si no estaba? ¿Y qué le iba a decir? 
Para el colmo empezó a escuchar muchas voces. Chicos riéndose, chicas chillando, diciendo tonterías. Parecía que se lo estaban pasando bien. Tuvo envidia, él jamás podría hacer esas cosas que se suelen hacer con diecisiete años. Jamás podría pasárselo bien con nadie. No era encajado en ningún lugar. Ni si quiera en su casa...
Pasó entre los árboles y llegó al puente. Intentando pasar desapercibido, con miedo y nervios, empezó a cruzarlo y rápidamente divisó a alguien. Era una chica. Llevaba una sudadera verde, y los pantalones demasiados anchos para su delgada cintura. Parecía ser la chica que estaba buscando.
Con paso disimuladamente tope e intentando parecer seguro de aquello, se acercó hasta que a poca distancia la reconoció. Sí, era la chica que él buscaba. Pero no se la encontró como él esperaba. Él recordaba una chica fuerte, madura, con los pies en el suelo, alguien que apreciaba la vida lo suficiente para convencerle a él de que no se suicidase. Sin embargo, la chica que él encontró aquella noche estaba de rodillas, con la cabeza entre los palos del puente, vomitando sin parar y llorando desconsoladamente.
Se acercó deprisa, asustado. Se arrodilló junto a ella:
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?- no sabía exactamente que hacer.
Pero la chica no dejaba de llorar excepto cuando la daban arcadas y vomitaba.
A él sólo se le ocurrió sujetarle el pelo  para que no se lo manchara al vomitar.
-¿Te ha sentado algo mal?- dijo él, inocente.
-¡He bebido gilipollas!- le contestó ella, y seguidamente vomitó de nuevo.
Con su contestación lo entendió todo. Aquellos chicos y chicas que oyó armando jaleo mientras venía hacia el puente estaban haciendo botellón. Y la chica parecía haberse pasado con el alcohol.
La noche anterior parecía tan madura, y tan solo veinticuatro horas después era una niñata borracha a punto de deshidratarse.
No quería creerlo. Parecía incluso decepcionado con aquella desconocida.
-¿Cuánto has bebido? ¿Has tomado drogas?- cada vez se preocupaba más.
-¿¡Me quieres dejar!?
Y de nuevo vomitó. Él estaba muy asustado, la chica no paraba de vomitar y llorar y acabaría deshidratándose. Pero no sabía qué hacer. La chica no estaba por la labor de dejarse ayudar y él no podía hacer otra cosa que callarse y sujetarla el pelo.
-¡Me voy a morir!- lloraba ella.
-No, tranquila. Se te pasará.
-¿¡Y tú qué coño sabes!?
La verdad, era una chica muy rebelde, por no decir demasiado borde y agresiva. Un tanto orgullosa también. Pero él no estaba dispuesto a rendirse, le debía una:
-Por favor, déjame ayudarte. Te llevaré al hospital.
-No, ¡joder! Al hospital no…
El chico la intentó levantar, pero ella se resistió.
-Pues te llevaré a casa. Dime dónde vives.
-¡Olvídame, ¿Quieres?!
El chico estaba desesperado. ¿Qué podía hacer?
De pronto, alguien vino corriendo hacia el puente como si detrás hubiera un asesino con un hacha dispuesto a hacer filetes pequeños con cualquiera que se cruzase por su camino. Era una chica pelirroja cuya camiseta olía demasiado a Whysky. No se paró para decir lo siguiente:
-¡Policía! ¡La policía, joder!
Y corrió hacia el metro, ella y unos cuantos más que pasaron igual de asustados.
-¡Mierda!- dijo la chica morena que no paraba de vomitar.
Estaba perdida. Pensaba que iba a morir, y sabía que la policía estaba cerca, pero no recordaba cómo había llegado hasta tal punto, ni sabía a donde ir. Se le venía encima un gran problema. Quiso salir corriendo, pero el cuerpo había dejado de obedecerla. 
Él, al ver que la chica no reaccionaba, decidió cogerla de la cintura y levantarla. Sintió el peso de un cuerpo muerto, aquella chica no se sostenía en pie. Se pasó un brazo por sus hombros e intentó llevarla lo más deprisa posible a su casa. Ella al principio se resistió un poco, pero al final se dejó llevar por los rápidos pasos de él, en dirección dentro del bosque. Si hubiera estado normal y no borracha, ni loca se hubiera dejado llevar por los pasos de un chico y menos si no sabía a donde la llevaban. Pero ella solo veía manchas y sentía alguien agarrarla cuando se caía o volvía a vomitar. No tenía nada que perder.
Para él fue muy duro. La chica se le resbalaba cada dos por tres y la policía andaba cerca. Tuvo que llevarla casi a volandas porque las piernas de ella no se movían. Solo solo pudo estar relajado y tranquilo cuando dejó de oír las sirenas del coche de policía. Entonces decidió que era un buen momento para intentar hablar con ella y preguntarla donde vivía. Pero ella solo contestaba estupideces sin sentido. No podía dejarla allí tirada pero si se la llevaba a casa quizás tendría problemas. 
La chica vomitó otra vez. Él suspiró. 
No quedaba otra alternativa.


22 de Agosto de 2010


Ka se despertó con un terrible dolor de cabeza. Se sentía un poco mareada y tenía la boca muy seca. Le sabía mal. 
No se acordaba de nada de lo que había pasado la noche anterior, pero por la forma en la que se sentía, supo por experiencia que había cogido una borrachera horrible la noche anterior. Se regañó internamente por haberse pasado con el alcohol. Las mañanas de resaca eran horribles.
Se frotó un poco los ojos y descubrió que la habitación donde estaba no era la suya. Y la cama donde había dormido en ropa interior tampoco. Se asustó muchísimo. ¿Donde estaba? ¿Cómo había llegado a parar allí?
Se fue a levantar y vio que había un chico durmiendo en el suelo con un cojín. Ka había pensado en chillar intentando que alguien la salvara de aquel secuestrador. Vale, quizás estaba exagerando, pero no conocía de nada a aquel chico, no estaba en su casa y había amanecido en ropa interior. ¿Y si era mejor largarse sin hacer ruido? 
El chico se despertó en ese mismo momento...
-¿Estás ya mejor?- le dijo preocupado.
Ka solo podía pensar en una cosa:
-Dime por favor que no me desnudaste anoche...
-No, tranquila. Nada más llegar me echaste de la habitación y cuando entré estabas dentro de la cama tapada. Te desnudaste tú sola.
-¿Y por qué estoy aquí?
-Ayer por la noche te encontré, estabas muy borracha, y vino la policía. Quise llevarte a tu casa pero no me decías donde vivías.
-Joder...
-Entonces, ¿estás mejor?- aquel chico parecía insistir sobre su estado.
Ya sólo quedaba saber una cosa...
-Sí, pero... ¿quién eres?
El chico la miró perplejo. ¿No le reconocía?
-Bueno, yo... soy el chico que se intentó suicidar hace dos noches...- dijo avergonzado.
Ka se sorprendió muchísimo. Recordó de golpe su cara, sus ojos. Incluso su voz, aunque ahora parecía más firme. Anoche la había encontrado en el puente y la había salvado. ¿Casualidad o causalidad?
-¿Enserio? ¿No te tiraste? 
-No.
-Te lo dije, já.- pareció satisfecha de llevar ella razón, y no de que él no se hubiera tirado.
-Ya...
-¿Y cómo es que me encontraste anoche?
-Fui a ver si estabas como tu dijiste, para darte las gracias...
Ka se fue acordando de aquella noche, poco a poco. Nunca pensó que volvería a ve a aquel chico.
-¿Las gracias por qué?
-Por haberme convencido de no tirarme.
-Ah no, yo solo te dí mi opinión. Tú decidiste si yo llevaba razón.
-Supongo.
Un silencio incómodo.
-¿Cómo te llamas?
-Adrián, ¿y tú?
-Ka.
-¿Ka?
-Sí.
-¿Te llamas así? ¿Ka solo? ¿Una letra?
-No, me llamo Ka, K-A.
-Que nombre más raro...
-Que te den.
-¿Por qué?
-Mi nombre no es raro...

Adrián no quiso discutirla.
-¿Quieres desayunar?
-No, quiero vestirme e irme a casa. Si me permites, por favor.- Ka le señaló la puerta de la habitación echándole, como si estuviera en su casa.
-Ah, claro...
Adrián se salió de la habitación. Todo aquello era muy extraño. La verdad, no sabía muy bien que sentir. Vergüenza ante aquella desconocida, alegría por haber cumplido su deseo de agradecerle lo que hizo por él o decepción al ver que tampoco ella le agradecía mucho todo lo que hizo él por ella la noche anterior. Ka no sabía hasta que punto se había arriesgado él para salvarla. 
Dos minutos después, Ka le avisó para que entrara.
-Perfecto, me voy.
Aquella chica de nuevo vestida había cogido su móvil y se acercaba a la puerta dispuesta a irse.
-Espera, nos veremos otro día, ¿no?
Ka se quedó sorprendida. Adrián en cambio, al ver la cara de ella, se mordió la lengua. No debería haber dicho eso. En el fondo nunca quiso. Simplemente, se le escapó.
-¿Que te crees que es esto? ¿Una cita o algo raro?
Adrián no supo que contestar. Ka tenía razón, ¿qué esperaba?
-No...
-¿Entonces por qué tengo que quedar contigo?
Aquella chica estaba siendo demasiado dura con él.
-No sé, me salvaste la vida, creo que podríamos pasárnoslo bien.
Se le notaba que quería quedar con ella, pero, ¿por qué? Ka se quedó pensativa. Era la primera persona en mucho tiempo que intenta hacerse amiga suya. Lo cierto es que tenía pintas de ser un chico solitario, sin amigos... Como ella. Le comprendía hasta cierto punto.
-¿Por qué te intentaste tirar?- se le ocurrió preguntar.
-Eso es algo que no quiero recordar ahora...
Ka no esperaba otra respuesta, ella tampoco hubiera contestado. Sin embargo la curiosidad la podía, y el saber como sería pasar una tarde en compañía la llamaba la atención.
-Entiendo... Bueno, lo cierto es que en los próximos días no tengo nada que hacer...
Adrián vio un poco de esperanza sobre su propuesta.
-Entonces, ¿quedamos esta tarde?
-Puff hoy no, tengo una resaca que lo flipas...
-¿Cuándo?
Ka pensó. Debería quedar con él al día siguiente y así quitarse del medio aquella "quedada" o lo que fuera. Pensó una hora que la viniera bien y respondió sin pedir opinión;
-Mañana a las 5 en el puente.
-Vale, Ka.
Ella abrió la puerta de la habitación, se acerco a la puerta de casa y la abrió también. Cuando estuvo fuera y marchándose se la escuchó decir:
-Adiós Adrián. Gracias.

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