sábado, 1 de junio de 2013

Capítulo 29

24 de Marzo de 2011:

Primer día de vacaciones. Decimoséptimo cumpleaños. Día fatal para Ka.
Desde que ya no era la misma se había dado cuenta de que odiaba los cumpleaños. Era un día supuestamente especial en el que todo el mundo siente la obligación de celebrarlo. Pero, ¿por qué? ¿Acaso todo el mundo había elegido nacer?¿Acaso era bonito el paso del tiempo, envejecer? Ka sabía que si, pero ella no lo sentía así. No es que tuviera el síndrome de Peter Pan ni nada parecido, simplemente odiaba la idea de que aquel día fuera el centro de atención, al menos, para los pocos que permanecía en su vida.
Escuchó como su abuela parecía hablar con alguien, seguramente por teléfono. Luego debió de haber colgado porque el teléfono volvió a sonar. Miró la hora: las once y media. No se equivocó cuando pensó que aquella llamada, y a partir de ahora todas las que se hicieran durante el día, serían para ella. su abuela entró e la habitación y subió la persiana. Ka se revolvió en la cama, molesta.
-Despierta, cielo. Te llama tu madre.
Ka gruñó y sacó la mano de debajo de las sábanas para coger el teléfono.
-Hola- dijo seca.
-¡Cariño, felicidades!
-Gracias. Mamá sabes lo mucho que me molesta que me despierten.
-No exageres que no se me olvida que en España son las once y media.
-Ya...
-¿Qué tal el instituto?
-Bien.
-¿Y los chicos, cariño? ¿Ya hay alguno en tu vida?
-No.
La empezó a sentirse molesta.¿Por qué a partir de cierta edad los adultos te recuerdan lo sola que estás preguntando por un novio que no existe? Además, si había un chico en su vida, pero parecía ser que era ella la única que sentía eso. 
-No te preocupes, cariño, ya encontrarás alguno.
-No estoy preocupada.
Hubo un momento de silencio incómodo. Ka bostezó.
-Bueno mamá, estoy cansada, me voy a volver a dormir...
-Vale pequeña, felicidades de nuevo.
Ka colgó justo al tiempo que llegó su abuela para recordarle que no iba a dormir más porque no lo iba a permitir.
-¡Felicidades, hija!- le dio un fuerte abrazo, por lo menos, lo más fuerte que puso.
-Gracias, abuela.
-Levántate ya, que te he hecho el desayuno,.
La sonrió a modo de agradecimiento. se levantó y miró a su abuela. Le llamó la atención el gorro ajustado de lana que llevaba puesto. No le preocupó  pues todavía hacía frío y su abuela estaba enferma, a pesar de que aquel día se le veía mucho más contenta.
-¿Estás bien, abuela?
-¡Claro que si! Siéntate, te traeré el desayuno.
Ka se sentó en el sillón de la mesa dónde siempre comían y su abuela trajo un café especial, comprado en una tienda o cafetería, pues tenía espuma, canela  por encima y granos pequeños de café en el fondo del vaso. Un manjar. También traía con el café un pastel pequeño, como una magdalena grande de chocolate, con chocolate negro fundido por encima y virutas de chocolate. Además, al darle un mordisco, Ka descubrió que estaba rellena por tiras de chocolate blanco también fundido.
Cuando se acabó aquel paraíso  de sabor, decidió lavarse los dientes. Luego apareció de nuevo por el salón, dónde la estaba esperando su abuela con un paquete enorme.
-Cariño, ven aquí, abre mi regalo.
Ka se sentó a su lado y abrió el regalo con ilusión. Era un baúl bastante grande y bonitos, a la par que viejo.
-Es el viejo baúl de la familia, ya sabes, mi abuela se lo dio  ami madre, mi madre a mi, y esta ve quiero dártelo directamente a ti, porque te lo mereces, mi niña, has crecido tanto...
Ka abrazó a su abuela, emocionada.
-Pero ábrelo, niña, ábrelo.
abrió el baúl, todavía medio abrazada a su abuela. el baúl estaba lleno de objetos viejos. De recuerdos. Álbumes de fotos, el peluche que de pequeña siempre necesitaba para dormir, la mantita que usaba cuando estaba enferma, un chupete, una pulsera a la que le tenía mucho cariño porque se la regaló él... Una foto de ella con su abuela y su madre, el vestido favorito de cuando Ka era ella misma, dos o tres diarios...
Ka se puso a llorar. Ahí estaba, todo su pasado, toda esa felicidad antigua ya consumida y guardada como un fósil en su baúl. Se abrazó a su abuela, como una niña recién herida.
-¿Te ha gustado?
-Mucho...
-quería mostrarte que fuiste feliz, y que tienes que ser tú misma, Ka, tienes que seguir adelante para llenar el baúl, para demostrarte a ti misma lo fuerte y preciosa que eres.
Ka lloró un poco más fuerte, aprovechó para desahogar todas sus frustraciones  Y al cabo de diez minutos, sonrió, se secó las lágrimas y supo que había cambiado. Y debía compartirlo con alguien. Le dio las gracias a su abuela y guardó el baúl. Se puso unas mallas negras y una camiseta ancha de manga caída y fue a buscar a David a pesar de lo que había pasado el día anterior. llamó a su puerta con una sonrisa y la madre de él la recibió con otra sonrisa. le dijo que su hijo estaba en su habitación, y Ka subió. David estaba en su ordenador, escuchando música con los cascos. Ka le tapó los ojos con las manos. David se quitó los cascos.
-Hola- le susurró al oído, y le destapó los ojos.
David se giró.
-¡eh, guapa! ¿qué haces aquí?
-He venido a verte.
David se levantó  de la silla y la abrazó con fuerza.
-Felicidades, pequeña.
-Gracias, David,.
Él se separó de ella y se puso a rebuscar algo en su armario. Sacó una cajita pequeña con un lazo. 
-Pensaba dártelo esta noche, pero prefiero que lo veas ahora.
Se la dio. Ka abrió su tercer regalo de cumpleaños avergonzada porque ella jamás le había hecho un regalo a él. El regalo resultó ser una preciosa pulsera de plata, muy finita, con mariquitas colgando. Toda una monada.
-Es preciosa, David, muchas gracias- le abrazó.
Y entonces, volvió a pasar. David sonrió. ka se separó un poco. Lo miró a los ojos. Él se acercó más  Ella también. Él la besó. Ella le respondió acercándose más. Él la agarró por la cintura y la acercó a la cama. Ella se dejó llevar. Él la tumbó. Ella abrió los ojos. Ella se apartó.
-Espera, espera...- dijo.
-¿Qué...?
-Esto no está bien. Somos amigos.
Ka agradeció que la madre de David interrumpiera en su habitación sin darle opción a él de responder.
-¿queréis algo de comer o beber?
-No, gracias. Yo ya me iba- aprovechó Ka.
Cogió su pulsera nueva.
-Gracias por el regalo.
Y se marchó lo más deprisa que pudo. 
Y David no entendía nada, especialmente, no entendía  a Ka.

En otro lugar...

-¡Venga, inflarlos más rápido! Son las cinco y debo pasar por casa a arreglarme.
-¿Han traído la tarta ya?
-La súper-tarta está guardada en el frigorífico ya.
¿La música?
antes han hecho pruebas con el sonido.
-Confeti, adornos...
-¡En sus puestos, señor!
-¿Y las velas?
La cara de ella se puso blanca.
-¡Mierda, las velas!
-¡voy corriendo a comprarlas!
-Está bien. Vete a casa ya a cambiarte si quieres, yo me ocuparé de lo poco que falta.
-No quiero ir  a casa...
-Debes relajarte. Vete a comprar las velas y luego a casa. Te relajas bajo la ducha y a las ocho y media vuelves.
Iba a replicar, pero contra ella no había nada que hacer.
-Está bien...
Le dio un beso en la mejilla y se fue.

Más tarde...

No podía dejar de pensar en ella. Estaba claro que estaba enamorado de ella. Estaba tan claro como que últimamente no había conseguido otra cosa que alejarla de él. Adrián jamás pensó que ella estuviera enamorada de él, ella era un alma libre, no creía en el amor ni en casi ningún tipo de relación. Pero él quería recuperarla como su amiga por lo menos. Habían pasado tantas cosas juntos...
Su piel empezó a arrugarse bajo la ducha y salió de ella. Se enrolló la toalla a la cintura y se miró al espejo. Ledio la sensación de ser un poco más alto, pero seguía pensando que era poco hombre para ella. "No la juzgo que no se fije en mi, es normal".
Adrián suspiró. Era su primer día de vacaciones y ya estaba agotado de tener más tiempo para pensar y no sacas nada claro. Lo único que si sabía era que aquellas vacaciones las iba a dedicar a recuperar a Ka, como fuera.
Miró la hora y se dio prisa en vestirse y peinarse. Aquel día había pedido en el trabajo la tarde libre e iba a llegar tarde a su gran noche si no se daba prisa.

En otra casa, a las ocho...

Ka tenía pensado acostarse pronto y terminar cuanto antes aquel día. Era consciente de que acababa de perder al único amigo que le quedaba: David. ¿O acaso la amistad era posible cuando uno de los dos sentía mucho más? había comprobado con Adrián que no.
Acababa de salir de la ducha cuando entró su abuela al baño.
-Date prisa, cariño, quiero llevarte a un sitio a cenar por tu cumpleaños.
-No me apetece mucho, abuela,...
-Voy a prepararte la ropa, quiero que te pongas el vestido que te regaló tu madre en navidades.
Ka recordó el vestido de color rosa palo. Precioso, pero ella ya no se ponía vestidos.
-Estoy cansada...
-¡Venga, sécate el pelo!
su abuela desapareció con la orden todavía en el aire. Ka sacó el secador poco convencida y se secó el pelo. Se dirigió a la habitación, le quitó la etiqueta al vestido y se lo puso. Se miró en el espejo. estaba tan rara... se dirigió de nuevo al baño para peinarse.
-Recógetelo, cariño, que se te vea la cara.
Aquello a Ka no le hacía gracia en absoluto, pero hizo caso a su abuela y se hizo un recogido-coleta hacia un lado, dejando que su flequillo tapase su cicatriz, por supuesto. Cuando hubo terminado, decidió ponerse la pulsera de David y la pulsera de su abuela. se calzó unos zapatos rosa palo que tenía guardados de su anterior "yo" y se miró de nuevo al espejo. ahora, además de rara, estaba preciosa. 
Apareció su abuela.
-¡Oh, estás tan bonita...!
Ka sonrió y terminó de coger una chaqueta americana y un bolso con un lazo, todo ropa antigua. Metió el móvil en el bolso, no sin antes mirar si alguien había llamado para felicitarle. Pero ese alguien llamado Adrián no había dado señales de vida. "Le odio".
su abuela y ella se abrigaron y fueron en taxi hasta el centro de la ciudad, ya que su abuela todavía seguía algo débil. Cuando bajaron, su abuela se dirigió a la heladería antigua. Ka recordó cuando empezó a conocer un poquito más a Adrián en aquella heladería. Era mejor no cenar allí, además, estaba cerrada. sin embargo, su abuela llamó a la puerta.
-Abuela, está cerr...
Abrieron la puerta dos hombres vestidos de traje y su abuela pasó. Ka la siguió pensando qué demonios estaba pasando. Y cuando entró, su día cambió por completo. Pasó todo muy rápido; se encendieron las luces, un montón de personas gritaron al unisono: "¡Feliz cumpleaños!" mientras tiraban globos y confeti, y empezó a sonar una canción inglesa. "Let's start in style, let's dance for a while heaven can wait we're only watching the skies" . Ka la conocía: Forever young. No sabía muy bien qué hacer. Estaba en shock. su abuela le susurró al oído:
-Todo esto es gracias a un tal Adrián.
Y a Ka le temblaron las piernas. Sintió morirse de amor. Sintió que quería llorar y reír. sintió que necesitaba verle. Y al son de la música bajó poco a poco las escaleras  buscándolo. Y cuando lo encontró, sólo pudo abrazarse a él y bailar lentamente. Adrián sintió que todo había valido la pena, que tenerla allí, abrazada a él era mucho más de lo que había soñado. Le acarició el pelo, la espalda semidescubierta por el vestido... y cuando Ka levantó la mirada, se besaron. Fue un beso intenso, demasiado esperado por los dos. Ka necesitaba tenerlo cerca. Adrián necesitaba acariciarla más. El mundo había desaparecido, ahora lo único que importaba era aquel beso, los labios buscando los otros labios. Y cuando terminó, ninguno sabía qué decir, así que Ka sonrió y se perdió entre la gente de la fiesta. Y Adrián la vio irse, pero no le importó, porque después de aquel beso nada podía ir mal Aunque él no sabía que aquel beso era el último, al menos de aquella noche.

2 comentarios:

  1. No me jodas!! O//O Dios odio q tengas tanta punteria para dejarme aquí con la intriga >.< muy interesante pero... quiero más! *^*

    ResponderEliminar