martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo 28

23 de Marzo de 2011:

David había cogido en tan sólo dos días la buena costumbre de buscar a Ka cada mañana y desayunar juntos en su casa. Él quería pasar más tiempo con ella, y ella necesitaba mucho apoyo. Y resultaba que parecía que sólo era David la única persona que se preocupaba por ella, visto lo que pasó el día anterior con Adrián y la otra. A ver como se presentaba aquel miércoles. El lado bueno era que si todo seguía mal, era el último día de clase que aprobado 
tenía para ver a Adrián y su amiga, pues a partir de aquel día empezarían las vacaciones de semana santa, algo cortas, pero suficientes para liberarse un poco de todo. Había  todo, así que quizás se fuera algún fin de semana fuera, a celebrarlo. David la había ofrecido su pueblo:
-No es gran cosa, pero si lo que necesitas es olvidar todo lo relacionado con la ciudad y sólo buscas descansar, es sin duda la mejor opción- le dijo.
Ka le prometió que lo pensaría, pues se le hacía muy apetecible, pero su pueblo estaba muy lejos y su abuela muy enferma. Ka no sabía si era buena idea dejarla sola.
-¿Tostadas?
-Por supuesto. Te ayudaré a hacer el café.
-Gracias.
Los dos empezaron a hacer el desayuno con cuidado de no hacer mucho ruido para no despertar a su abuela. Ka metió cuatro panes en la tostadora mientras observaba como David inspeccionaba toda la cocaína hasta encontrar el café.
-¡Aquí estas!- dijo poniendo una cara muy graciosa. 
Ka echó a reír. Parecía mentira que un tío con pinta de pocos amigos, un "malote", un Rebelde o como quisieran llamarlo, la hiciera reír y la tratara de aquella forma. Nada que ver a....
-Mierda, no llego- dijo Ka intentando coger de puntillas un bote de mermelada en la estantería.
David se dirigió a ella, se puso detrás y la cogió en brazos. Ka soltó un pequeño grito ahogado. Empezó a temblar como cada vez que David la rozaba. No entendía el por qué de ese efecto. Le miró a los ojos durante un instante, o al menos eso la pareció. Sintió como los ojos de David penetraban en los suyos y dejó de respirar. No sabía muy bien si aquel momento era el paraíso o una auténtica tortura  Sintió que la cabeza le daba vueltas y decidió cortar aquel momento girándose para coger el bote de mermelada y bajarse de los brazos de David rápidamente.
-¿Te gusta la mermelada de fresa?- forzó la pregunta para borrar del todo el momento.
-Emmmm... Sí.
Las tostadas saltaron en quel momento. "Salvada por la tostadora".

En otra casa...

La tarde anterior se había acostumbrado ya bastante a su nuevo trabajo en el almacén. Ihncluso había empezado a hacer amigos. La mayoría de los trabajadores eran hombres casado e incluso mayores, es decir, le doblaban la edad, pero ninguno lo tenía en cuenta a la hora de invitarle a un cigarro en el descanso o proponerle unas cañas a la salida. Era gente muy alegre, todo lo contrario a lo que se había imaginado, a sus pesadillas. Quizás algún día en semana santa aceptara una ronda de cervezas a pesar de que ´l nunca bebía.
Aquella noche por suerte no había tenido ningún a pesadilla, de hecho, no recordaba lo que había soñado y, aunque se había acostado agotado y se había levantado algo cansado, no llegaría tarde al instituto. Y le daría tiempo a desayunar. 
Quizás acabaría acostumbrándose a esa gran responsabilidad que tuvo que asumir a la fuerza. Si quería seguir teniendo luz y agua y alimentos, alguien tenía que pagar por ellos, y él parecía el único dispuesto a hacerlo en aquella casa. A veces pensó que le salía más barato independizarse y alquilar un piso con algunos estudiantes, pero seguía teniendo dieciséis años, y no tenía tiempo ni ganas de meterse en líos pidiendo la mayoría de edad anticipada. También había pensado en escaparse, pero no tenía valor suficiente de dejar a su padre tirado, a pesar de lo mucho que se lo merecía. Recordó una vez que con diez años se escapó de casa y se refugió toda la tarde en la vieja caseta que había en medio del bosque, dónde muchas veces su madre y él habían compartido juegos y cuentos, abrazos y llantos... Esa casa que sólo conocían su madre y él. su sueño era reformar aquella casa y vivir el resto de su vida allí, apartado de todo el mal, en medio de la tranquila paz. 
Paz que se acabó justo en aquel momento cuando alguien abrió la puerta de su casa y entraba gritando y dando golpes a todo cuanto se ponía en su camino. Su padre regresaba a aquellas horas a casa, tan borracho como siempre.
-¡Putos taberneros y putos policías!- dio un golpe a la puerta y sin cerrar entró en casa y se dirigió al salón- ¡Me han echado de todos los lados!
Adrián resopló y comenzó a temblar de rabia. Intentó hacerse a un lado y no meterse en líos, pero su padre no parecía buscar paz.
-¿Qué miras?- le chilló escupiendo todavía gotas de whisky o vodka.
Adrián se dio la vuelta y fue a cerrar la puerta.
-¡Te estoy hablando, gilipollas!
-Vete a dormir, ¿quieres?- dijo Adrián intentando contenerse.
-¿Sabes dónde te voy a mandar yo, eh? ¡Con tu madre!- empezó a reír.
Adrián no pudo con aquel golpe tan bajo y se abalanzó hacia su padre para darle un puñetazo en la cara que, con el mareo de la borrachera, le hizo caer al suelo, no sin antes darle una fuerte patada en el estómago a su hijo, que le hizo doblarse y caer de rodillas al suelo. Adrián estaba cegado de ira. Se puso encima de su padre sujetándole el cuello excesivamente fuerte.
-¡Hijo de puta!- le chilló.
Y comenzó a atizarle una larga serie de puñetazos en la cara, con la manoq ue le quedaba libe. Aunque él también recibió un puñetazo que le hizo sangrar la nariz, siguió golpeando a su padre con la fuerza que jamás pensó tener. No podía parar, tenía mucha rabia acumulada y quería matarlo.  Uno tras otro su padre dejó de defenderse y se llevó las manos al cuello casi sin respiración.
-Hij...- intentó decir.
Entonces Adrián vio la cara de pánico que tenía su padre y recordó como él también había sentido l pánico y toda esa violencia cuando estuvieron a punto de destrozarle en el instituto, cuando Ka vino a salvarlo. Ka... ¿Qué pensaría si lo viera atacar a su padre de aquella forma? Así sólo se convertía en alguien parecido a él. 
Quitó sus manos y se levantó mientras su padre se quedaba tirado en el suelo, tosiendo, intentando coger aire. Cogió su mochila y echó a correr hacia el instituto.

Más tarde...

Sonó la sirena y Helena fue rápidamente a la mesa de Adrián mientras los demás parecían estar en una carrera para ser el primero en salir al patio.
-Vayámonos a la biblioteca, será mejor que Ka no nos vea- dijo ella.
-Está bien...- dijo él sin fuerzas para ni siquiera preguntar el motivo de su decisión.
Recogió su mochila y salieron hacia la biblioteca, en un silencio aterrador.
-¿se puede saber qué te pasa?- Helena le paró en mitad del pasillo.
-Nada...
-Adrián, conozco esa mirada, ¿te ha vuelto a pegar?
Adrián parpadeó un par de veces seguidas con la esperanza de que sirviera para que no se le cayesen las lágrimas, y cuando no lo consiguió, rompió a llorar. Helena le abrazó y le acarició la cabeza.
-Tienes que denunciarlo.
-No, Hel...
-Adrián, que no puede ponerte la mano encima, ¿no lo entiendes?
-¡Que no ha sido así!
-¿Cómo ha sido...?
-He sido yo... Casi le mato...
Helena palideció.
-¿Qué te ha pasado, Adrián?
-Dijo algo, yo no pude contenerme... Vino esta mañana buscando guerra y no sé que me ha pasado... Estaba ciego... Sólo he podido parar cuando a mi padre le quedaba poco para ahogarse...
Helena tragó saliva ante la nueva cara que Adrián había sacado aquella mñanana.
-La verdad... No sé qué decirte. Me alivia ver que puedes defenderte de él, pero esto no debería seguir así... Tienes que hacer algo con tu padre.
Adrián dejó de abrazar a su amiga y se secó las lágrimas con el puño de la manga de su camiseta.
-Yo te ayudaré en todo lo que quieras- le prometió Helena.
Adrián sonrió  le dio un beso en la mejilla.
-Gracias, pequeña. Menos mal que te tengo a ti.
-Vamos, entremos en la biblioteca. 
-Por cierto, ¿qué va a pasar con Ka?
-¿Tienes el teléfono de sus padres?
-No, vive con su abuela.
-Pues, ¿el de su abuela?
-Qué va. Ni si quiera creo que tenga. Tengo el de su casa.
-Pues tenemos que hablar con ella.
-¿Para qué?
Helena le contó todo el plan que había diseñado. Lo llamaron "Operación K". 
-La heladería del centro está muy bien, pero no tengo dinero ahora mismo- concluyó él.
-Yo te prestaré el dinero, no ceo que sea muy caro, y tengo bastante dinero ahorrado
-¿Y la gente?
-No sé... ¿Dónde podemos encontrar sus contactos?
-No sé...
Adrián miró por la ventana que daba al patio del otro edificio, y vio  a un chico. No le gustaba, pero él era la clave.
-Ya lo tengo.

La misma hora en otro sitio...

Ka no podía creérselo. No sólo no la esperaban a la salida, si no que en el recreo ya no aparecían. Cabía la posibilidad de que alguno estuviera malo y no hubiera venido pero, ¿los dos? No. Simplemente no querían estar con ella, sobraba en aquella pareja de amigos o lo que fueran. Ka recordó como Helena la había acusado de estar enamorada de Adrián, Seguro que estaba celosa y lo había apartado de su lado. Pero, ¿de verdad él había permitido aquello? No entendía nada...
Resignada y muy dolida se fue a su edificio, a esconderse en su clase hasta el fin del recreo.
Aguantó las tres siguientes horas en una soledad terrible. A pesar de que David se sentó a su lado en una clase, apenas habían hablado. Ka estaba apagada. Cuando salió del instituto esperó cinco minutos por si Adrián y Helena se habían arrepentido de dejarla sola. Pero no, nadie apareció a su lado para no irse a casa sola.
Por la tarde comenzó a sentirse más sola de lo que se había sentido en mucho tiempo, y empezó a pensar sin quererlo. Pensó que era injusto que después de lo que habían pasado Adrián y ella juntos viniera otra chica y la reemplazara apartándola de su lado en un abrir y cerrar de ojos. Era verdad que Ka no siempre había tratado de maravilla a Adrián, pero se habían salvado el culo el uno al otro, incluso habían dormido "juntos". Y ese beso furtivo... 
Decidió que aquello no podía acabar así, que por mucho orgullo que tuviera, Ka no quería perder a lo más parecido a un amigo que había tenido en un año. Cogió su iPhone y marcó el móvil de Adrián. Se lo sabía de memoria gracias las pocas semanas de verano que habían pasado juntos.
Pi... Pi... Buzón de voz.
Nuevo intento. Pi... Pi... Buzón de voz.
¿Estaría hablando con Helena?
Pi... Pi...
-¿Sí?- contestó una voz masculina que parecía estar lejos.
-¿Hola? ¿Adrián?
-Si, dime- de fondo parecía oírse música y bastante gente.
-Adrián, ¿podemos hablar? Osea, quedar y hablar un poco, no sé...
-No te oigo bien, Ka.
-Decía que si podemos quedar esta tarde- alzó más la voz.
-Adrián, esto ya está listo- se escuchó a Helena de fondo.
-Lo siento, Ka, hoy no puedo quedar. Ya hablaremos, ¿vale? Hasta luego- y colgó.
Ka apretó los puños y sintió una rabia terrible. Estaba claro que Helena le estaba comiendo la cabeza para que se alejara de ella. La impotencia empezó a apoderarse de ella y cada vez le era más imposible contener las lágrimas. Rompió a llorar. ¿Por qué siempre la pasaba lo mismo? ¿Por qué las personas que más quería acababan marchándose? Volvió a mirar su iPhone como si alguien fuera a llamar preguntando por ella y sin saber como, llegó a la galería de fotos recién estrenada con la que se hizo con Adrián apenas un día antes. Observó como le había tenido tan cerca y a la vez tan lejos, y no pudo evitar pensar que hacían buena pareja. Pero jamás lo serían, y eso era algo que Ka tenía muy asumido.
Necesitaba ayuda. Necesitaba un abrazo, algo de consuelo. Su abuela no estaba, como de costumbre y sólo le quedaba una persona a la que acudir. Cogió su cazadora, el iPhone y las llaves de casa y en quince minutos estaba llamando a la puerta de otra. Abrió una señora muy joven y bastante guapa.
-Hola, ¿está David?
-Sí, pasa. Tú debes ser Ka, mi hijo me ha hablado mucho de ti. ¡David, está aquí tu amiga!
David salió de su habitación y vino a recogerme del recibidor de su casa.
-Vaya, qué sorpresa verte por aquí- sonrió de oreja a oreja.- Pasa, vamos a mi habitación.
-Gracias.
Fueron a su habitación. Antiguamente Ka ya había estado allí con todo su grupo entero, fumando y escuchando música, pero aquella le pareció la primera vez que veía su habitación. Quizás tras haber cambiado ella, sentía que su alrededor también lo había hecho, a pesar de que seguía todo igual. David se sentó en la silla de su escritorio dónde tenía el ordenador encendido con música reggea, que había bajado el volumen nada más llegar Ka. Ella se había sentado en el borde de la cama.
-¿Estás bien?- David le notó en la cara que había estado llorando.
-Sí, es sólo que necesitaba hablar con alguien, no sé... 
-Cuéntame, pequeña.
Ka dudó un momento. De verdad que no quería aburrirle con sus problemas pero...
-Es que... últimamente todo va mal. Mi abuela me oculta cosas, mi madre me manda regalos de cumpleaños como si no me hubiera abandonado jamás y Adrián... Adrián ha desaparecido de mi vida ya.
-No me gusta ni un pelo ese tío...
-Y es que... es que me siento sola y nadie se da cuenta. ¿Es que la gente entra en tu vida y siempre tiene que irse? ¿Es que nadie se queda, David? ¿Nadie?
Ka se arrepintió enseguida de haberle contado todas esas cosas, pues había empezado a llorar y era lo último que quería: montar el númerito en casa de David.
-Eh, pequeña...- David se sentó a su lado y la abrazó- Pues claro que no todo el mundo tiene por qué irse, yo estaré aquí, pequeña, ¿vale?
David le secó las lágrimas con la punta de su camiseta y le apartó el pelo de la cara. La miró fijamente a los ojos, le dio un beso en la mejilla y separándose lentamente, cuando estaban a un centímetro el uno del otro, la besó. Ka se quedó paralizada un segundo, y luego, sin saber por qué, besó a David, otra vez. Empezaron a acariciarse, siguieron besándose, hasta que Ka se dio cuenta de lo que estaba haciendo y con quién. Se retiró suavemente y dijo:
-Tengo que marcharme.
David intentó besarla otra vez, pero Ka se levantó y recogió sus cosas. Salió de la habitación y de la casa sin que él tuviera tiempo de acompañarla.

Más tarde...

No entendía lo que había pasado. Podía haberlo esperado por parte de él pero, ¿y su reacción? ¿Dejarse llevar? ¿Qué se supone que es lo que estaba haciendo ella? Se arrepentía claramente y su cabeza se había llenado de más confusión todavía. Pero enseguida olvidó el asunto cuando por la noche llamaron a su casa y respondió ella:
-Dígame.
-Hola, ¿está la señora de la casa?- Ka escuchó la voz de una joven, la cual le resultaba exageradamente familiar.
-Sí, ¿de parte de quién?
-¿Podría ponerme con la señora de la casa, por favor?- incluso la irritaba.
-Si, claro...
Buscó a su abuela en la cocina y le pasó el teléfono.
-Te llaman, no han querido decirme quién es.
Su abuela contestó al teléfono extrañada.
-Si, ¿quién es?
De pronto la cara de su abuela se volvió una sonrisa y se dirigió a su cuarto, cerrando la puerta tras de si. Ka, intrigada con tanto misterio, puso la oreja dentrás de la puerta pero no escuchó nada. Su abuela estaba hablando lo suficientemente bajito para que no la escuchara. Sólo pudo escuchar la última frase cuando se acercó a la puerta para salir de la habitación:
-Me parece perfecto, muchas gracias.
Y colgó.
-¿Quién era, abuela?
-Ah, era una encuesta, nada importante.
Ka se enfadó.
-Una encuesta ¿de qué?
-Pues sobre la casa de los jubilados a la que voy.
A pesar de que su abuela había contestado rápido, Ka sabía que la mentía. No entendía por qué todo el mundo la ocultaba algo ultimamente.


1 comentario:

  1. Me ha encantado el cap., cuándo subirás el siguiente???

    ResponderEliminar