lunes, 25 de febrero de 2013

Capítulo 27

22 de Marzo de 2011:

El despertador tuvo que sonar siete veces para que Adrián consiguiera despertar aquel día. Y ni si quiera fue el despertador lo que le hizo despertarse bruscamente y lleno de sudor. Había tenido una pesadilla: estaba en lso almacenes de su trabajo una noche oscura y tormentosa, y alguien o algo empezaba a perseguirle por los largos, solitarios e infinitos pasillos.
Adrián se levantó y se metió en la ducha rápidamente. Llegaba tarde al instituo. Sólo había trabajado un día y ya le estaba pasando factura. Estaba agotado. Salió d ela ducha , se vistió, cogió la mochil ay salió de casa. Aquel día no tenía tiempo para desayunar.

En otra parte...

Se había levantado una hora antes de lo  normal para actualizar su iPhone con aplicaciones y música. Buscó en la carpeta "Música" de su ordenador y sólo había canciones de rap y reggea, algo que a ella en el fondo nunca le había gustado. Suspiró. ¿Cómo había llegado hasta el punto de volverse como ese tipo de personas que jamás le gustó?
Buscó en Internet los grupos que había escuchado siempre: Maná, El canto del loco, La oreja de Van Gooth, Pereza, La fuga, canciones de los ochenta y noventa... Recordó una muy antigua que solía escuchar desde pequeña, una inglesa que decía algo sobre la juventud eterna...
-Forever young- se recordó.
Buscó la canción, la escuchó, la recordó y empezó a emocionarse con el pasado. Empezó a descargarse todas las canciones que la habían acompañado en sus catorce- quince años, cuando era una joven inocente y guapísima, una niña enamorada y confiada de quién jamás debió cruzarse en su camino.
Si algo estaba claro es que la música es vida, y Ka estaba recuperando su vida.
Sonó el timbre de la puerta. Ka corrió para abrir la puerta para no despertar a su abuela, aunque sin tener la menor idea de quién llamaba a aquellas horas, exactamente las siete y media de la mañana.
-Buenos días, guapísima- dijo la voz de David para su sorpresa.
-Buenos días... ¿qué haces aquí?
-He venido a recogerte para ir juntos al instituto. ¿Ha sido mala idea?
-No, qué va. ¿Y estos? - preguntó ella refiriéndose a su grupo, que tanto asco la tenían.
-Les he soltado no se qué rollo de que tenía que hablar con un profesor y tenía que irme antes y bla, bla bla...
Ka rió ante las burlas de él.
-¿Puedo entrar?
-¡Ah, claro! Perdona, es que a estas horas todavía estoy dormida...- dijo ella cerrando la puerta tras haber entrado David.
-No me extraña, creo que hacía mucho tiempo que no me levantaba tan pronto. Siempre suelo despertarme a las ocho y veinte para llegar a las nueve menos cuarto.
-Pero si las clases empiezan a las ocho y media...
-Correcto, ya sabes por qué siempre llego tarde.
Ka sonrió.
-¿Has desayunado?- le ofreció.
-Pues la verdad es que no.
-¿Te hacen unas tostadas?
-¡Con mantequilla, por favor!
-¿Café?
-Genial.
Ka se dirigió a la cocina para preparar el desayuno todavía en pijama. Tras quince minutos, volvió con una bandeja que dejó en la mesa del salón. Ambos se sentaron en el sofá y comenzaron a desayunar.
-¿Tu abuela?
-Dormida. Lleva unos meses un poco débil...
-Bueno, se va haciendo mayor, es normal.
-La verdad no sé si es muy normal... No sé, es extraño.
David miró la expresión de tristeza que reinaba en la cara de Ka. Decidió cambiar de tema:
-Están riquísimas las tostadas. Creo que voy a venir a desayunar aquí más veces.
-¡Anda, idiota!- le dio un puñetazo suave en el hombro. - Debería vestirme ya, asi que espérame aquí, prometo no tardar mucho.
-Está bien.
Ka se dirigió a su habitación y tras haber elegido un chandal beige y una camiseta de manga corta blanca con un dibujo del símbolo de la paz con flores, comenzó a desnudarse. David no pudo evitar asomarse a la puerta y mirar por el pequeño hueco que había dejado Ka al no cerrar del todo ésta. Tuvo la mala suerte de que su amiga estaba despaldas, eso sí, sólo la tapaban unas braguitas de color blanco. Se puso un sujetador, el pantalón del chandal y cuando se fue a poner la camiseta, David decidió no arriesgarse más a ser pillado y se volvió a sentar en el sillón del salón. Ya había visto perfectamente la delgadez que Ka poseía, pero que a la vez se mezclaba con unas curvas suaves.
-Ya podemos irnos- le interrumpió ella, con el abrigo ya puesto y la mochila colgada del hombro.
-Oh, vale. Vayámonos.

A la hora del recreo...

Ka fue al mismo lugar de siempre (el rincón apartado del patio que no era el que le correspondía) , donde estaban las mismas personas de siempre (Helena y Adrián), haciendo lo mismo de siempre (tontear, hablar de sus cosas...). Siempre lo mismo. Con lo que odiaba Ka las rutinas... Pero no la quedaba alternativa. Era aquello o estar sola.
-Hola, Ka- le saludó Adrián.
-¡Hola!
-Hola...- saludó a los dos sin ganas.
Ka notó que Helena la miraba con especial atención aquel día. ¿Qué estaría pensando?
De pronto Helena sacó dinero del bolsillo de su chaqueta y se dirigió a Adrián:
-Adri, por favor, - (¿Adri? ¿Cómo que Adri?)- ¿puedes comprarme un bocadillo en la cafetería?
Adrián protestó un segundo.
-¿No puedes ir tú?
-Oh, venga, que estoy muy cansada... Te prometo que te la devolveré.
Adrián miró a las dos chicas, sin saber muy bien si era buena idea dejarlas a solas. Sabía de sobra que Ka no aguantaba a Helena y ésta última, más bien ignoraba a Ka en la medida en lo que podía.
-Bueno, está bien. ¿Bacon?
-Sí, por favor. ¡Gracias!
Cuando Helena y Ka se quedaron a solas, la primera atacó:
-Te gusta Adrián, ¿verdad?
Fue simple, directa. Tanto, que a Ka le sentó como una patada en el culo.
-¿Qué dices?- se defendió cabreada.
Helena resopló. Jamás podría hablar con aquella chica con la manía que le había cogido.
-En realidad ni si quiera es una pregunta. Quería afirmar lo que se ve desde lejos.
-No digas estupideces.
Ka empezaba a enfadarse de verdad. ¿Acaso ahora la novia de Adrián iba a sacar su lado gamberro para defender a su novio en un ataque de celos sin justificación alguna?
-Verás Ka, él te quiere, y me extraña que no lo sepas. Sólo creo que deberías dejar un poco tu orgullo y empezar a luchar por lo que quieres. No pierdas a Adrián por una tontería así. Adrián es demasiado valioso.
Ka la fulminó con la mirada. ¿De qué iba? ¿No era ella la que estaba con él? ¿Se lo estaba restregando por la cara o algo así?
Por suerte para todos, Adrián llegó en el momento en el que el aire empezaba a encrispar. Le dio el bocadillo y las vueltas a Helena y miró como Ka sacaba un nuevo móvil y enchufaba unos auriculares en él. Intentó acercarse a ella, desesperado por la distancia que los había separado:
-¿Es nuevo?
Ka levantó la vista. Le miró. Se ahogó.
-Sí...
Adrián le pidió con un gesto que le dejara observar. Ka le tendió el iPhone y guardó de nuevo los auriculares en el bolsillo del chandal.
-Guaooo, estos son carísimos, ¿no? - preguntó Helena.
-Sí, supongo- dijo Ka de mala gana.
-¿Quién te lo ha regalado?- preguntó Adrián con el miedo en el cuerpo. Si había sido otro chico, él jamás podría superar un regalo tan caro como aquel.
-Me lo ha regalado mi madre, por mi cumpleaños.
-¿Tu cumpleaños? ¿Cuándo es?
-Dentro de dos días...
-El veinticuatro de marzo.., - afirmó Adrián, pensativo.
-Sí.
-Bien, y ¿por qué no estrenamos la cámara de tu iPhone? Trae, te haré una foto con Adrián.
A ambos les pilló por sorpresa. Adrián aceptó con una sonrisa y se puso al lado de Ka. Le pasó el brazo por la cintura y ella dejó de respirar hasta el momento en el que Helena tenía la foto hecha. La miró junto a Adrián. No habían salido del todo más.
Ka recuperó su iPhone justo en el momento en el que el timbre que indicaba el fin del recreo sonaba.
-Tengo que irme, adiós.
-Adiós, luego nos vemos- dijo Adrián, refiriendose a la salida.
Cuando Ka desapareció, Helena sonrió.
-He hablado con Ka.
-¿Y por qué haces eso?
-Está muy celosa. Creo que mi plan está funcionando.
-No sé yo si es verdad eso de que está funcionando... Ka está cada vez más distante.
- Sí funciona, sólo necesita el toque final.
-¿Qué toque?
-Necesita aumentar la dosis de sus celos para acabar en una gran sorpresa.
-¿Cómo?
-A partir de ahora ningún contacto con ella hasta el día de su cumpleaños.
-Pero...
-Veinticuatro de marzo, ¿no?
-Sí...
-Verás, tengo una idea fantástica.

A la salida...

Toda la gente de bachillerato ya había salido hacía más de diez minutos, estaba segura de ella. Adrián y Helena se habían marchado sin ella. La pobre Ka, otra vez sola. Aquello la deshizo por dentro. ¿Qué había pasado con Adrián? Con lo bien que estaban en verano...
Era cierto que le gustaba, pero ¿como iba a admitirlo si la trataba así?
Por suerte se encontró con el grupo de David, cuyo líder rápidamente se despidió de ellos y acudió a su encuentro.
-¿Qué pasa, Ka?- dijo con una sonrisa.
-Nada, estaba esperando a alguien.
-Ah... al tonto al que íbamos a destrozar cuando...
Ka le miró suplicando que dejara la historia. Él calló.
-¿Se ha ido sin ti?
-Eso parece...
-¡Ahora si que se merece que le rompa la cara!
-David...
-No lo haré, pero... Uf.
-Bueno, ya te tengo a ti- dijo sonriendole.
David acompañó a Ka hasta su casa y ambos se encontraron con un problema: su abuela estaba en el suelo del baño vomitando otra vez.
Ka fue corriendo a ayudarla y David buscó rápidamente una fregona para limpiar el suelo.
-¡Abuela! ¡Joder, otra vez no!
-Lo siento...- lloraba ella.
Ka consiguió llevar a su abuela de nuevo a la cama cuando ésta se había tranquilizado. La dejó arropada y durmiendo. Regresó al comedor y vio que David salía de la cocina. Ya lo había limpiado y recogido todo. Ka empezó a llorar y David la abrazó fuertemente:
-Tranquila, pequeña... Le habrá sentado mal algo...
-No, David... Mi abuela está enferma... No sé que la pasa, pero lleva mucho tiempo así.
-¿Habéis ido al médico?
-Ella dijo que se había hecho unas pruebas y que no salía nada extraño en ellas...

David le besó la frente y suspiró.
-Mi abuela también estuvo enferma. Nunca supimos lo que tenía hasta que murió. Era muy cabezona, y jamás quiso pisar un médico...
Ka le miró.
-Lo siento...
-No pasa nada, fue hace unos años ya. Ahora céntrate en averiguar que le pasa a tu abuela y en cuidarla.
-Sí...
-Yo te ayudaré, ¿de acuerdo?
-Gracias, David.
-No las des. ¿Quieres venir a comer a casa?
-No, debería quedarme aquí por si se vuelve a poner mal mi abuela...
-Como quieras, si necesitas ayuda, llámame, preciosa.
-Lo haré.
-Hasta mañana, guapa- le dió un beso fuerte en la mejilla, muy cerca de la comisura del labio.
Ka se hubiera sonrojado si no fuera por la situación en la que se hallaba.
-Hasta mañana, David- le devolvió un abrazo.

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