miércoles, 28 de diciembre de 2011

Capítulo 15

16 de Septiembre de 2010:


Ka camina ligeramente por los largos pasillos de una enorme casa. La reconoce como si fuera suya. El pasillo dónde se encuentra tiene las paredes blancas y el suelo cubierto de baldosas marrones. Es un tanto soso el decorado.
Pero ella ignora el decorado. Sigue caminando. Siente cuál es su objetivo pero en realidad es su cuerpo el que la está llevando. Siente un punzón en el pecho. Es todo demasiado raro. Respira entrecortadamente, los pies le pesan muchísimo. Le sudan las manos y tiene en la garganta un nudo.
Tuerce a la derecha. Aquello parece un laberinto. Pero aquel laberinto es suyo y lo conoce.
Intuitivamente sabe a qué habitación se dirige y qué espera encontrarse. Llega a su destino, el cuarto de baño. El suyo. La puerta es blanca y el pomo plateado. Muy mal gusto incluso para Ka.
Apoya la mano sobre el pomo dispuesta a hacerlo girar, pero alguien es más rápido que ella y abre. Sin salir, agarra a Ka por el cuello de la camisa que lleva puesta y la hace entrar rápidamente, cerrando la puerta tras ella.
Ka se asusta ante tal arrebato y mira quién es su secuestrador. Le ve. Le huele. Le siente cerca. El corazón le deja de latir y los músculos se tensan. ¿Qué hace ahí?
Impresionante la situación cuando Ka la analiza mejor. Es él. Está enfrente de ella. Está semidesnudo, únicamente le tapa unos calzoncillos de marca. Ka parece sonrojarse, pero no deja de estar demasiado seria.
Él ni si quiera la mira. Se ha lanzado a besarle. Ella no ha sabido reaccionar, se ha dejado llevar. Él no piensa quedarse ahí, ahora está besándola el cuello, pasando su mano por debajo de la camisa de Ka...
Ka parece paralizada. Aquel chico que tanto conocía está volviéndolo a hacer. Mientras la besa el cuello, no puede evitar mirar al fondo de la habitación, dónde se encuentra la bañera. Es una bañera grande, con espuma. Hay una chica dentro, desnuda. Es castaña, con los ojos azul mar. Tiene el pelo cortito, la piel muy blanca. Es la chica de la foto que Ka vio en su  Tuenti, no sabe exactamente hace cuanto tiempo. Se fija mejor en ella. Tiene los ojos abiertos, de ellos asoman lágrimas. Del centro de su juventud sale un fino hilo de sangre. No sabe si está consciente o no.
Ka siente un dolor agudo en las entrañas. Él está con otra. ¿Cómo ha podido hacerle eso?
Se separa de él, con  los ojos llorosos.
-¿Por qué?- sólo sabe preguntar.
Pero él solo quiere volver a besarle, a desnudarle. Ka le vuelve a detener, empujándole.
-¿Por qué?
Él vuelve a intentar, una vez más, echarse encima de ella. Ka le pega y le araña la espalda, intentando desprenderse de él.
-¿Por qué?
Él se aparta de ella, enfadado. Corre hacia la bañera y agarra con una mano la barbilla de aquella joven chica, más guapa que ella. La gira bruscamente la cara, haciendo que Ka pueda ver bien sus heridas.
-¡Porque tú me obligaste!- grita él.
Y seguidamente besa a la chica de la bañera, a pesar de que esta no le responde a aquel beso, mientras Ka va sintiendo uno a uno, los golpes de aquella decepción.

"Bip bip"
Alguien parecía llorar en una almohada, sin embargo, no parecía que lo hiciera conscientemente. Parecía hacerlo en un sueño.
"Bip bip"
En ese instante el sueño perdió rigidez. Se fue esfumando  poco a poco. Aún así, Ka seguía con los ojos cerrados, clavando sus uñas en la almohada, dando patadas a las sábanas, pesadas, que parecían querer raptarla.
Estaba en medio de una pesadilla y su cuerpo temblaba brutalmente, mientras de vez en cuando parecía emitir un sonido parecido al de un llanto o quejido.
"Bip bip"
El pesado despertador no parecía callarse y su abuela decidió ir a despertar a su nieta ella misma. Apagó el "cacharro", como solía llamarlo ella, y posó una mano sobre el hombro de Ka, para moverlo ligeramente, lo suficiente para despertarla.
Su nieta abrió los ojos de golpe y se levantó, quedando sentada en la cama. Su abuela percibió algo de miedo en sus ojos. El sudor de su frente se lo confirmó.
-¿Estás bien?- le preguntó.
Ka todavía seguía medio dormida, sin enterarse muy bien de dónde se encontraba y con quién. Necesitó unos minutos para contestar:
-Sí, estoy bien. Ha sido una pesadilla.
Su abuela le besa en la frente y se levanta para irse:
-Date prisa, es tu primer día de clase y no deberías llegar tarde.
Otra pesadilla, más real, cayó sobre ella. Era 16 de Septiembre. Era el primer día de todo un año lleno de agobios, inseguridades, emociones y desilusiones.
Aquel día estaba demasiado cansada para empezar de nuevo el instituto, pensaba. Aunque, ¿qué día se está preparado para empezar algo tan horrible?
Para el colmo, aquella noche había soñado con una persona no muy agradable. Conocía al chico de su sueño. Hacía tanto tiempo que no lo veía... ¡Y para nada quería verle! Era un cabrón sin corazón, un hijo de puta.
Ka apretaba los puños asfixiando un trozo de sábana blanca. Era mejor no recordar. Precisamente ese día tenía mil y una dudas mejores, o peores, que pensar. No, aquel no era el momento de volver al pasado. Aquel no era el momento, ni ningún otro.
Se levantó con las piernas temblando y se dirigió hacia el armario. Pocas veces abría dicho mueble, pues la mayoría de la ropa que ella usaba frecuentemente se encontraba en la mesa del escritorio, usada como "sujetaprendassuciasyarrugadas", pero cada vez que iniciaba algo nuevo, a Ka le gustaba usar ropa "nueva", o mejor dicho, ropa que no tuviera tirada por el suelo día tras día esperando ser recogida y lavada. 
Escogió unos pantalones no muy anchos, y una camiseta que encontró en el fondo del armario. La desdobló y se la puso enfrente, a distancia, para poder verla mejor. Era una camiseta de tirantes blanca, con un símbolo de la paz en medio, formada por un estampado de flores. A Ka la gustaba mucho esa camiseta, cuando hacía tan solo un año se olvidó guardarla en cajas como hizo con el resto de su ropa, y la escondió en el fondo de su armario para no volverla a usar más.
Pero aquel día decidió ponérsela. Total, encima iba a ponerse una sudadera fina, de color gris con letras blancas. Se desnudó, se puso ropa interior. Abrochó los botones de sus pantalones, un poquito más ajustados de los que solía usar, y metió la cabeza en el cuello de su camiseta. Antes de ponerse la sudadera se miró en el espejo del baño.
Sí, recordaba cuando se ponía esa camiseta. Se la regaló su mejor amiga, la que tenía antes, cuando cumplió tan sólo quince años, la misma edad con la que tuvo que sufrir demasiadas injusticias.
Ka negó rápidamente con la cabeza. ¿Pero qué la pasaba aquel día? Estaba realmente pesada con el pasado...
Se volvió a la habitación y se escondió debajo de su sudadera, tan ancha y grande como solía llevarlas habitualmente. Seguidamente cogió la mochila, se la colgó en el hombro derecho de un solo asa, y aprovechando que su abuela estaba en la cocina, salió de casa sin desayunar.
Aquella mañana, no tenía el estómago para comer.


En otra calle diferente, a la misma hora...


Todavía le quedaba la mitad del camino hasta el instituto. Apenas había dormido la noche anterior. Los nervios y los dolores de cabeza le habían impedido cerrar los ojos para descansar. 
Había decidido levantarse mucho antes de lo habitual, a las seis de la mañana. Decidió ir andando al instituto, necesitaba pensar y despejarse. Se puso unos vaqueros negros y un polo gris, con rayas gris oscuro. Se lavó la boca para quitarse el mal sabor de por las mañanas y se peinó sin mucho entusiasmo. La noche anterior había dejado preparada la mochila, por lo que solo tuvo que cogerla e irse, sin desayunar.
En ese preciso instante se encontraba en una calle un poco lejos todavía del centro de la ciudad, dónde se encontraba su instituto. Por aquella calle ya veía a algún que otro chico o chica madrugadora que se encaminaba al instituto charlando por el móvil con su novio, escuchando música en su MP3 o simplemente mirando al frente, con los ojos brillantes, llenos de ojeras e ilusión. Por suerte, Adrián no conocía a ninguna de estas personas, a pesar de que, seguramente, fueran al mismo instituto.
Adrián caminaba lentamente, todavía quedaba mucho tiempo para que la sirena sonase. Eran las siete y media de la mañana y sólo le quedaban diez minutos para llegar. 
Siempre solía ser el primero en llegar al instituto. No era porque calculara mal las distancias respecto al tiempo, era que le gustaba entrar el primero y sentarse apoyado en la puerta de su clase, esperando a que llegara alguien con la llave para abrirla, y poder comenzar las clases.
Aquel día, 16 de Septiembre, no iba a ser una excepción. La puerta de la verja del instituto se encontraba abierta ya, pero como de costumbre no había nadie. Adrián entró. Se paró un momento a observar aquel horrible lugar. 
Su instituto era un gran recinto vallado, con dos patios grandes, con dos edificios, uno muy grande, otro no tanto. El más grande era para todas las clases de la E.S.O., mientras que el pequeño era para las clases de Bachillerato. Él, por suerte, se mudaba aquel año al edificio pequeño, donde la gente era más pacífica, supuestamente.
Volvió a caminar, hacia el interior del edificio pequeño, situado a la izquierda de aquel recinto. Entró y saludó al nuevo conserje, totalmente desconocido para él. Parecía majo, así que se arriesgó a preguntarle dónde estaba su clase:
-Hola, buenos días- saludó primero el conserje.
-Hola. Perdone, ¿me podría indicar dónde está la clase 1ºF?
El conserje le miró y sonrió. Usó las manos para recalcar su explicación:
-Segunda planta a la derecha, la primera clase.
-Gracias.
Y subió las escaleras, despacio, sin cansarse. Iba a tener que reservar muchas fuerzas para aquel duro día. Llegó al pasillo, encontró su clase y se sentó en el suelo, apoyado. Se puso a pensar en las cosas horribles que podían pasarle a lo largo del año, porque sólo podrían pasarle cosas horribles, según él. Y por su mente pasó fugaz unos ojos azules. Pensó en la dueña de aquellos mares diminutos, y suspiró. ¿Por qué pensaba en ella en aquel momento? ¿Era una obsesión o algo parecido? Lo cierto, es que le encantaría estar en ese mismo instante con ella, hablando o riendo, incluso discutiendo. Con ella todo era más bonito que aquella porquería de lugar. 
Miró a su alrededor. Las paredes de los pasillos eran de balsosas verde sucio y el suelo era negro. Caminar por aquel edificio era una depresión. Se preguntó como sería el instituto de Ka. ¿A cuál iría? No se le había ocurrido preguntárselo nunca. Había tantas cosas que no sabía de ella... Guardaba muchos secretos, porque Adrián sabía que los tenía. Y pensaba averiguarlos, con el paso del tiempo, ganaría la total confianza de Ka, esa confianza que según ella es totalmente imposible alcanzar, lograr. Él estaba dispuesto a ganársela.
Con todos los pensamientos, un ruido agudo e insoportable le puso la piel de gallina. Era la sirena que anunciaba el principio de las clases. Adrián decidió ponerse de pie antes de que alguno le viese tirado en el suelo. Poco a poco se fueron oyendo los pasos de la gente subiendo, a unisono, haciendo de aquella escalera un auténtico terremoto. 
Los primeros en venir fueron unas chicas de su clase. Las reconocía a todas a pesar de que no se acordaba de su nombre. Luego vino un chico con la llave de clase. El conserje le había obligado a ser él el que abriera la puerta aquel día hasta que eligieran al delegado de la clase. Parecía enfadado por el simple echo de meter una llave en la puerta de clase. Los siguientes en venir fueron los más frikis de la clase, los que mejores notas tenían. Constaban de un grupo de tres chicos, uno gordo, otro con gafas y otro con aparato de dientes, gordo y con gafas, que sólo quedaban para hacer los deberes juntos y echar una partida a cualquier juego friki con dragones y peleas. Adrián suspiró, hasta ellos tenía un grupo de amigos. En ese instante el segundo chico que vino consiguió abrir la puerta de clase y se dirigió al fondo, donde dejó su mochila. Luego, se marchó al pasillo, al encuentro de algunos amigos. Adrián entró en la clase y puso su mochila en un sitio que había en la segunda fila, contra la pared. Le gustaba esconderse en ese sitio donde casi todo el mundo lo ignoraba. Entonces entró una chica más a clase. Era bajita, morena con flequillo al lado y los ojos cubiertos por unas gafas. Era un poco gordita y no vestía muy bien. Se sentó delante de Adrián, en primera fila. "Debe ser una de los nuevos" pensó Adrián, "porque no me suena de nada". Entró más gente que él conocía. Entró el típico guaperas, con buena vestimenta, todo de marca y unos dientes totalmente blanqueados por un dentista profesional. Parecía ser modelo. Con él apareció una chica despampanante, rubia como él y con unos ojos azules perfectamente maquillados a juego con su minifalda y su escote de talla 100. Tenían pinta de ser hermanos. Eran nuevos. Siguió entrando gente, la mayoría conocidos, algunos pocos nuevos. Llegó la profesora que les había tocado como tutora. Era la profesora de lengua que Adrián había tenido el año anterior. Era bastante maja y dejó a la gente sentarse donde quisiera. Habló un poco de las materias que iban a dar, los profesores que iban a tener, dio los nombres de las materias optativas y los que se encontraban dentro.
-Laboratorio, Adrián González, Lydia Llorente, David Llorente...- siguió pronunciando los nombres de algunos cuantos más.
Por lo visto, los hermanos "modelos" iban a ir a la misma optativa que él. Aquello no le desagradaba, puesto que él se sentaría solo, como siempre. La lista concluyó con el nombre de la chica que tenía delante, pues levantó la mano cuando escuchó:  "Helena Patiño". Al menos ella parecía maja, aunque las apariencias engañan siempre.
Cuando la profesora terminó de dar los horarios, se hizo la votación de delegado. Alguien que estuvo el año pasado con Adrián, le ofreció para presentarse. Adrián se enfadó muchísimo cuando ganó por mayoría absoluta, pues él no quería ser delegado. Además sabía perfectamente por qué le había elegido a él: era el primero que llegaba clase y no protestaría en ningún momento. Lo que llamaban ellos un "pringado".


La hora del recreo, en el patio de los "pequeños":


Ka sacó un cigarro de su paquete "Camell" mientras se dirigía al muro donde se aloja todo su grupo. Sonríe esforzadamente a modo de saludo y les va dando uno a uno un choque de puños.
El grupo que Ka tenía en el instituto abarcaba gente desde 2º de la E.S.O. hasta alguno de 4º que, como ella, se habían quedado atrás, repitiendo. Niños y niñas de entre catorce y diecisiete años se reunían en aquel muro para fumar, meterse con la gente y reírse de los demás. Era un grupo fuerte, o al menos pensaban ellos.
-El mejor de todos los que hay- dijo uno observando el patio.
Aquel extenso campo de fútbol seguido de uno de arena estaba lleno de pequeños grupos sociales. En el banco que había justo en la entrada del edificio se sentaban las "pijas", escuchando música con sus caras BlackBerrys y charlando sobre la última compra del fin de semana, lo mal que la peinaron a una y como otra dejó a su novio por otro. A su lado había otro grupo de "pijas" no tan insoportables, no de esas que te restriegan el dinero por la cara. Ka siempre se quedaba mirando a ese grupo, envidiando su felicidad. Eran niñas de quince y dieciséis años con los estudios en orden, el pelo precioso y algunas vestidas con un bonito vestido que lucía su cuerpo haciéndolas dulces e inocentes a la vez que sexys y guapas. Eran chicas buenas. "Niñas de papá". Cerca también se agrupaban los "pijos macho" como les llamaba el más insoportable del grupo de Ka, Luis. Más lejos, apoyadas en la valla que daba cara a la calle están las "guarras del instituto". Chicas cubanas, colombianas, españolas, negritas... que con catorce años habían probado todo tipo de posturas en la cama y conocían perfectamente las medidas de muchísimos chicos del instituto, o incluso de fuera. Siempre van vestidas con minifaldas y algún que otro notable escote. Cerca siempre andaban las bandas de chicos latinoamericanos, dispuestos a conquistarlas y acabar su bonita historia de amor en la cama, las veces que hicieran falta. Eran chicos que también dedicaban el recreo a meterse en pelea con otro grupo que se encontraba un poco más lejos, cerca de la pista de fútbol. Aquel era el grupo de los "pokeros" reunidos con las chicas "chonis" que iban vestidas siempre con colores chillones, con estrellitas y cuyos ojos se pintaban con largas rayas negras y azules. Contra ese grupo también andaban enfrentados los "raperos", chicos y chicas vestidos de ancho, como el grupo de Ka, pero un poco más legales y sanos. En las pistas, los famosos "deportistas buenorros", cerca, "las buenorras" del instituto, animándoles. En una esquina apartados también había un grupo que siempre vestían con pañuelos y gafas, el grupo de teatro del instituto. También existían otro grupos como los chicos "frikis", las chicas "gordas y feas que no se comen ni un rosco" y las niñas "pequeñas" que acababan de entrar en el instituto, asustadas. Casi todo el mundo pertenecía de alguna u otra manera a un grupo social, y si no, simplemente era gente "normal", que pasaba desapercibida, o marginados sin amigos, como aquel chico con el que su grupo se solía meter tanto. 
Ka nunca se llegó a enterar muy bien de esa historia, pues su grupo suele meterse con todo el mundo y cada día  uno diferente es el que está en el suelo intentando protegerse de ellos. A Ka no le gustaba nada ver aquellas peleas, tener que escupir a alguien para pertenecer a un grupo. Pero Ka lo llamaba supervivencia. "Comer o ser comido".
-¿Has traído hierba?- preguntó Luis a Lukone.
-¿Tu que te crees? ¿Qué soy camello?- hizo la gracia Lukone, sabiendo perfectamente que sí lo es.
Los dos se enzarzaron en una pelea de amigos, aunque algo violenta. Luis acabó con un moratón en el ojo y Lukone con un "hijo de puta" en la cara. A los dos les daba igual. María aprovechó para cogerle la hierba a Lukone y liarse un porro. Se lo encendió y se lo pasó a las demás chicas del grupo. Eran chicas vestidas con sudaderas, peinadas con melenas largas o moños mal echos. Eran María, Pa', Yaiza y Ka. Cuando el porro llegó a Ka, ésta le dió una buena calada. Le apetecía colocarse, pero sin exceder. Quería perderse de aquel miserable mundo, pero no quería defraudar a su abuela. Pasó a la chica pelirroja que tenía al lado el porro. Era Pa'. Estaba hablando con Yaiza, posiblemente buscando una víctima para reírse. Ka se arrimó un poco para enterarse mejor. Como de costumbre, las víctimas a principio de curso siempre eran las...
-Las niñas de primero, ¿qué se creen? Mira como van vestidas... ¡Alguna llevará todavía el estuche de las princesitas!
Todas echaron a reír. Yaiza le quitó el porro de la mano a Pa' y le dio la última calada. Lukone, dándose cuenta de que su porro había desaparecido la miró con desprecio. Ella sonrió irónicamente y se encogió de hombros, intentando parecer inocente. Sin éxito.
-¡Ya ves! Cada vez son más bajitas y más bebés. ¡Por favor, si puedo pisarlas mientras voy andando!
Las chicas siguieron riéndose. Pero Ka estaba en otra parte, mirando a lo lejos. Pensaba en cómo podría ir el  año. Desde luego no sospechaba que podría ser el mejor de su vida. Se sentía incómoda, ya no estaba a gusto con el grupo que tenía y también había abandonado el grupo de Yoli. ¿Qué podía hacer? Si se iba, ¿qué sería de ella? No pararían de meterse con ella, de reírse. Y Ka no quería eso. Pero tampoco lo que tenía en esos momentos.
-¡Mira que choni!- la sobresaltó María, que la dio un golpecito pequeño en el brazo, señalándola con la mirada una chica bajita con el pelo negro y enorme y destacado tupé. 
Ka asintió para fingir interés, y después regresó a sus pensamientos. Ella siempre había querido tener una mejor amiga o un mejor amigo, o los dos, pero nadie más. Siempre había odiado los grupos, y sobre todo, la gente que era como era ahora ella. Gente insolente, maleducada, insana, ilegal... Ka llevaba mucho tiempo cambiada, pero solo hasta entonces jamás se había despertado de aquel gran teatro: se daba asco a sí misma. Sin embargo, era tarde para cambiar. Los problemas del pasado y los que podría tener en un futuro por ello, le impedían volver a ser la Ka de antes. Estaba encerrada en un cuarto con paredes negras, sin puerta ni ventanas. No podía salir. No sin hacerse daño...


Después de un timbre sordo y un largo camino a casa...


Ka dejó la mochila en el salón, nada más entrar. Se sentó en el sofá y encendió el ordenador portátil. 16 de Septiembre, un día de mierda. Pero como todos los días de instituto, ¿no?
Se metió al Tuenti. No tenía ninguna foto de ninguna chica, por suerte. Habían dejado de acosarla, o al menos no tan intensamente. Suspiró. Todo se le estaba yendo de las manos. 
Por casualidad se le ocurrió meterse en su correo eléctronico. Se había acordado de su madre al ver en la mochila de una niña de primero la bandera de Londres y recordó que su madre la había echo prometer que la escribiría por lo menos por correo electrónico.
-No te pido que me llames todos los días, quizás dos veces a la semana. ¡Ah, y por favor, sé que no te vas a poner a escribir cartas, pero un correo eléctronico algún día no viene mal!- le dijo.
Ka sonrió. Metió la dirección de su correo electrónico y su contraseña. Aceptó a la primera. Vio 435 mensajes sin leer y fue a cerrar el correo cuando vio algo que la dejó paralizada. Tan sólo un nombre: "Andrea Larrosa". Y tal vez un asunto que tampoco pasó desapercibido: "Tenemos que hablar."
A Ka le daba miedo pinchar encima de su nombre y abrir aquel correo. ¿Tenemos que hablar? ¿Desde cuando tenían que hablar ellas? Hace un año que se separaron por culpa de su primo y Ka no había querido saber nada más de ella. Nunca. 
¿Por qué había aparecido justo ese día? ¿Justo el día que Ka había decidido ponerse su camiseta? A veces la vida es tan misteriosa... Llevas mucho tiempo sin saber de una persona y cuando piensas en ella sin saber por qué, aparece.
Ka pinchó. El mensaje era breve y claro:
"Tenemos que hablar de... bueno, de mi primo... Agrégame al Tuenti".
Ka contuvo la respiración. No sabía muy  bien si quería hablar con ella, y menos aún para hablar de el cabrón que la hizo cambiar tanto. 
Recordó todos los momentos que había vivido  junto Andrea, antes de que le presentase en un cumpleaños a su primero, el primer gran amor de Ka. Eran grandes amigas, pasaron de jugar juntas a las barbies a salir a la calle bien arregladas y pintadas, haciendo levantar suspiros y recibiendo uno tras otro los piropos de los chicos. Compartieron noches, tardes y mañanas. Compartieron ropa, calzado, maquillaje, secretos, amores imposibles, fiestas e incluso casa. Lo que era de Andrea era de Ka y viceversa. Eran como hermanas, inseparables. Eran uña y carne. Y Ka supo realmente el dolor que producía arrancar una uña de la carne.
La echó de menos durante meses, preguntándose por qué por culpa de aquel hijo de puta ellas habían dejado de ser amigas. Lloró noche tras noche por los dos, primero por él, después por ella. Tiró todos los recuerdos al cabo de dos meses, excepto su camiseta favorita que quiso olvidar en el fondo del armario.
-Seremos siempre amigas- se decían una y otra vez.
Ka se lo creyó, la amistad y el amor era algo que duraba para siempre. Pero aquel pensamiento de niña pequeña desapareció tan pronto como su niñez. Algo muy gordo se llevó consigo muchas partes de ella.
Y después de tanto tiempo, de tanto dolor, ¿qué hacía ella? ¿Aceptaba y hablaba con ella? ¿O ignoraba y volvía a su vida nueva, esa que tanto odia?
Ka se metió de nuevo en el Tuenti. Buscó un nombre: Andrea Larrosa. Hubo varias chicas, pero ella reconoció la que fue su mejor amiga enseguida. Tenía una foto en la que salía su precioso ojo verde. Era guapísima, como su primo.
Le dio a un botón llamado "Añadir como amiga". Escribió su  mensaje "¿Qué tenemos que hablar?", y esperó impaciente una aceptación, y una respuesta.

3 comentarios:

  1. Me encanta! :D escribe mas que eres la mejor! ^.^

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  2. Hola guapa, ¿te acuerdas de lo que hablamos? necesito que te pongas en contacto conmigo para aclarar algunos detalles.
    Mi e-mail es: perdidasentrelibros@hotmail.com

    Espero tu respuesta.

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  3. Publica ya el capitulo 16 por favor! Que no puedo esperar más! Un besito ^^

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