viernes, 23 de diciembre de 2011

Capítulo 13.

14 de Septiembre de 2010:


-¿Seguro que estas bien? - se encargó de volver a preguntar
-¿Has oído a los médicos? Estoy bien Ka.
-¡Pero sólo has estado 12 horas ingresado!
-Tampoco ha sido tan grave, te recuerdo que ellos son los expertos.
-¡Bah, ellos que sabrán! No estuvieron en el parque cuando te pusiste rojo.
-Me vieron minutos mas tarde, cuando mi asfixia llegaba a color morado.
-Jajaja, ¡parecías un Teletubi!
-Qué graciosa- dijo Adrián irónicamente pero sin borrar su sonrisa.
A primera hora de la mañana, cuando todavía ni siquiera habían repartido los desayunos, un doctor había despertado a los dos jóvenes que habían ingresado en el hospital la tarde anterior.
-Las 12 horas acaban de pasar, ¿cómo te encuentras?- dijo el doctor.
-Bien- respondió el joven somnoliento.
-Te haremos una observación rápida y te daremos el alta.
-Está bien...
Le desnudaron sin quitarle la ropa interior que Adrián se había puesto nada mas subir a la habitación, incómodo por llevar un pijama de hospital y mas estando en compañía de Ka; y el médico empezó a observar posibles rastros de manchas, ronchas o granitos extraños. Ka tuvo que darse la vuelta para no echar a reír, y también por respetar la intimidad de Adrián. Además, si lo veía desnudo, cada vez que quedara con él se acordaría de aquella imagen y sería muy incomodo a la vez que gracioso.
-Tenemos que comprar las pastillas- dijo Adrián atravesando las puertas del hospital.
-Enfrente hay una farmacia. ¿Para que son?
-Para que no me vuelvan a aparecer en los próximos días.
Ka pensó lo listo que parecía Adrián. Ella también era lista, pero tiró todos sus estudios e inteligencia a la basura cuando pasó aquello...
-Gracias- la saco de sus pensamientos.
-¿Gracias por qué?
-Por todo lo que estas haciendo
Ka sonrió:
-No te equivoques, no lo hago por ti, es que me encanta dormir en los sillones incómodos de los hospitales.
Adrián echó a reír. Nunca estar al borde de la muerte había sido tan reconfortante.
-Deme esta receta, por favor- dijo Adrián cuando se encontraba en el mostrador de la farmacia.
Ka sacó dinero y pagó.
-Te lo devolveré- prometió él en la calle.
-No hace falta, casi te mato.
-Pero me has salvado la vida. Dos veces.
-Y tu ami, estamos en paz- le dio las medicinas.
-¿A dónde vamos ahora?
-¿Tienes hambre? Mi estómago está gruñendo- se tocó la tripa.
-Bastante. Me han echado del hospital 5 minutos antes del desayuno. ¡Podrían habérmelo dado!
-Tampoco te pierdes tanto. Leche sin Colacao, una pera sin sabor, galletas integrales y demasiada mantequilla para poca tostada.
-Cierto...
-Yo te daré algo bueno, sin frutos secos.
-No sé si debo dejarte pagarme todo...
-Sí, debes hacerlo, porque si no, lucharás en vano.
-Me he convertido en un mantenido...
-No sufras- se rió ella.
De nuevo Ka tuvo el control y llevo a Adrián por las calles, en busca de una buena cafetería.
-¿Puedes beber café?- preguntó.
-Soy alérgico a los frutos secos, no a todo- rió Adrián.
-Está bien. Vas a entrar en el paraíso de los cafés. Es un bar colombiano cuya especialidad son las bebidas, especialmente café.
-Ah, bien.
Ka empujó la puerta del bar colombiano y entraron. Más que un bar aquello parecía un pub. La luz era tenue pues a pesar de ser de día, los cristales estaban tintados. En el interior se oía a un nivel justo música estilo bachata y la gente charlaba en los grandes sillones o bailaba en la pista de atrás.
-¡Hola preciosa! ¿Qué es lo que tú quieres?- dijo con acento propio el camarero que los atendió. Parecían conocerse.
-¿Me pones dos Tássimos, Jose Carlos? 
-Ay pues claro, mi amor. Tomen asiento y yo les llevo para allá su cafecito.
-Gracias, Jose Carlos- respondió Ka.
Adrián no dejaba de mirar a la gente que había en aquel establecimiento o bar, como lo llamaría alguien normal. La mayoría era gente colombiana, había algún que otro africano y gente de América del norte o no sabía muy bien de dónde. El caso es que Ka y Adrián eran los únicos españoles que había en aquel momento en el bar. Adrián se sentía incómodo con todos esos hombres que le imponían tanto. Eran grandes, fuertes y encima guapos. ¿Tendrían mal humor? Adrián no quería comprobarlo.
Por otra parte, Adrián se había fijado en la confianza que tenían Ka y el camarero que les había atendido. ¿De qué se conocerían? Sabía que aquella gente hablaban en plan cariñoso pero, ¿llamarla "amor"? ¿Eso era normal? Cuando se sentaron en un sillón uno al lado del otro Adrián quiso preguntárselo:
-¿Conocías al camarero?
-Sí, es bastante majo, él hace los cócteles, están buenísimos.

-Ah... ¿Vienes mucho por aquí entonces?
-Sí, he venido bastantes veces. Me gusta la gente que hay aquí, el ritmo que tienen... Siempre te atienden con la sonrisa más sincera que puedas encontrar, y te hablan con muchísimo cariño y respeto, pero siempre manteniendo el suyo. Si alguien se mete con alguno de sus seres queridos, pueden cambiar bruscamente en cuestión de segundos.

Adrián tragó saliva. Se imaginó como sería pegarse con un colombiano y decidió quitar aquella imagen de su mente. Acabaría realmente mal. Adrián no era cobarde, pero jamás se había peleado con nadie. Básicamente, porque todo el mundo pasaba de él.
Apenas cinco minutos después de sentarse, el camarero llamado Jose Carlos trajo les trajo dos cafés con una muy buena pinta. La mitad de aquel vaso tan grande (igual de alto que el de un cubata normal), dejaba ver el marrón chocolate goloso del café mientras que la otra mitad la componía un blanco espumoso seguido de una dulce nata salpicada con canela y atravesada por un barquillo y una pajita negra.
-Tienen muy buena pinta- dijo en voz baja. No quería que Jose Carlos se llevara el mérito a pesar de tenerlo.
-Pruébalo, te enamorarás. Son los mejores cafés que he probado en el mundo, Este es mi favorito y el más sencillo, pues otros pueden llevar virutas de chocolate, ron, frutos secos, siropes... 
-Guao, nada que ver con el típico café de por las mañanas antes de ir a trabajar entonces.
-Para nada.-Ka cogió su pajita y empezó a sorber de aquel líquido que parecía gritar sus deseos de ser consumido.- Pruébalo- insistió.
Adrián cogió su vaso un poco caliente para su gusto y rezando para no quemarse la lengua dio un sorbo a su primer café colombiano. Cuando tragó, dio un sorbo más, esta vez con menos miedo a quemarse.
-Increíble...-susurró.
Volvió a sorber. Ka rió satisfecha.
-Sabía que te iba a gustar. No he pedido nada de comer porque estos cafés milagrosamente te quitan todo el hambre, pero si quieres algo...
-No, no, suficiente que me has invitado a un café.
-Entonces, ¿te alegras de no haberte quedado a desayunar en el hospital?
-Por supuesto, por supuesto.

Adrián vio como Ka bebía directamente del vaso y empezó a reír cuando a Ka se le había formado el típio bigote de espuma, o en su caso nata que se queda cuando bebes leche, en su caso café colombiano.
-¿De qué te ríes?
-Te ha crecido el bigote.
-¿Te ríes por eso? ¡Anda! Si fuera un bigote de verdad te asustarías.
Adrián dejó de reír. Una mujer con bigote no era una buena imagen. Ka sabía hacer callarle. Siguieron desayunando mientras charlaban de las series infantiles que veían cada uno cuando tenían tan solo 5 años. Son ese tipo de conversación que después de haberlas terminado cada uno se pregunta: "¿Cómo hemos llegado a hablar de esto?".
Terminaron, pagaron y se fueron. Adrián sintió ardor en las manos cuando el tal Jose Carlos despidió a Ka con dos besos y luego le estrechó la mano a él. ¿Desde cuando los camareros tenían tanta confianza con sus clientes? Pero  no quiso darle más vueltas ni ponerle más importancia de la que realmente tenía.
-Deberías ir a casa descansar- le sugirió Ka una vez fuera.
-Tú también tienes que descansar creo yo.
-Sí, la verdad, esta tarde no creo que salga.
-Entonces, yo tampoco.
Hubo un silencio incómodo.
-Pues vamos hacia tu casa.
Y echaron a andar hacia la casa de Adrián, en silencio. Silencio incómodo. Sólo a Adrián se le ocurrió decir:
-Pues dentro de dos días empiezo el instituto.
Ka suspiró. Lo que le faltaba, hablar del instituto. Quería aprobar aquel año y dar una alegría a su abuela, pero no le apetecía nada volver a empezar los madrugones para estudiar.
-Ya, yo también. Creo que todos empezamos el mismo día.
-No te creas, en algunos sitios empiezan antes.
-Qué suerte tenemos...-dijo irónicamente.
-¿A qué curso pasas?-preguntó Adrián.
-A ninguno. Repito 4º.
-Oh... yo paso a 1º de Bachillerato. La verdad es que se me da bastante bien los estudios.
-Y a mí.
-¿Entonces...?
-No di ni un palo al agua el año pasado. Cambié muchísimo y no quise hacer nada. Pero este año será diferente.
-Supongo... La verdad, no me apetece nada empezar el instituto otra vez...
-Es rollo... Madrugar, las clases, estudiar, la preocupación por aprobar, los profesores...
-La gente...
Ka recordó la historia que le contó Adrián de como se metían con él en el instituto. A Ka le dio pena. Sabía que lo iba a pasar realmente mal. Se acercó a él y acariciándole un brazo le dijo mirándole a los ojos:
-No te dejes pisar, Adrián...
-Lo intento...
Adrián se puso muy tenso al ver a Ka preocupada por él. Le gustaba pero le daba miedo y no sabía ni por qué. Era su estómago el que se revolvía.
-No he ido a mirar las listas, tendré que ir mañana...
-Sí, yo a mi instituto también...
-Ag, no quiero empezar. Mañana hay que hacer algo especial, es nuestro último día de verano- dijo Ka.
Adrián pensó en aquello. "Nuestro último día de verano". Cierto, a partir de aquel día no tendrían tanto tiempo para salir, para quedar... Seguramente hasta perderían la amistad porque Ka tendría sus amigos en el instituto y si no, haría unos nuevos. Ka era bastante sociable...
Ka, por otra parte, se sumió en otro tipo de pensamientos. Dio gracias por no tener en el instituto a Yoli ni a ninguno de aquella panda. El grupo entero dejó el instituto hacía muchos años y Ka era la única que permanecía allí. Pensó en lo fatal que hubiera sido tener que ver a Yoli todos los días, y acabó arrepintiéndose de haberla conocido. Cosas que suelen pasar...
Con tantas preocupaciones y pensamientos estaban cruzando el puente cuando a Ka se le erizó los pelos de la nuca. Había un grupo de personas en el puente haciendo bastante ruido. Ka los reconoció desde lejos. Era Yoli y los demás. Ka podría haber dejado a Adrián allí perfectamente y haberse dado la vuelta ella, pero decidió acompañarle hasta el final.
Buscando una mínima fuente e apoyo, Ka agarró la mano de Adrián sin pensárselo y empezó a cruzar el puente despacio, mientras las piernas parecían cada vez más una gelatina.
Adrián sintió su mano apretando la suya y supo que había algún tipo de problema. Quería tener la mano de Ka en la suya para siempre, pero sabía que si aquella vez la tenía así era por algo realmente malo para ella. Intentó darle el máximo ánimo posible con tan solo un apretar de dedos.
Yoli había visto a Ka también, y la ignoró completamente. Todo iba perfectamente bien, Ka cruzando el puente ya, hasta que al pasar al lado de Yoli alguien le puso la zancadilla y la hizo caer al suelo.
-¡Uy! Cuánto lo siento...- se burló ella.
Adrián intentó levantar a Ka del suelo y devolverla a su postura inicial. Yoli y los demás empezaron a reírse mientras la señalaban. Luego Yoli miró fijamente a Adrián y le dijo:
-Cuidado si te acercas a Ka, puedes contraer la enfermedad de la idiotez, aunque la verdad tu ya pareces tenerla. Tu cara lo dice todo.
La gente soltó un "ohhh" dando a entender lo bajo que había sido el golpe 
Ka se enfadó muchísimo con Yoli por haberse metido con Adrián. Entendía que la acosara ella pero Adrián no había echo nada que pudiera enfadarla. Adrián se había quedado callado sin saber que contestar. La verdad tampoco sabía si era bueno contestar. Pero Ka no se podía callar:
-¿Por qué te metes con él si ni siquiera le conoces?
Ka había entonado la frase de una forma en la que pareciera totalmente inocente y sin ganar de pelea, pero poco importaba la intención de ella si Yoli quería malintrepetarla.

-¿Tengo que conocerle acaso? Ya he dicho que es su cara la que chilla "soy un auténtico gilipollas".
Ka apretó los puños. No podía con las injusticias a pesar de haber cometido alguna que otra. Además, no quería que se metieran con Adrián.
-Retira lo que has dicho, el no tiene la culpa de nada- volvió a intentar hablar con calma y tranquilidad.
-Tu no tienes que decirme quien tiene la culpa o no de las cosas. Eso lo decido yo.
-No debería ser así...
-Ni tú deberías estar con él. ¿Qué pasa? ¿Te has enamorado?
-Es sólo mi amigo...

-¿Y qué más da? Tu sitio era este, con nosotros y nos abandonaste. ¿Te recuerdo por qué estabas aquí?
Ka se quedó callada. No quería que Yoli se chivara de algo que muy poca gente sabía: el verdadero motivo por el que Ka se había convertido en lo que era y había salido con ese tipo de gente.

-No quiero discutir.
-Una pena porque me resulta realmente fácil reírme de los dos.
La gente estalló a carcajadas de nuevo. Ka fue a dar un paso hacia Yoli pero Adrián fue rápido y la sujetó por el antebrazo.
-Tranquila...- la susurró. 
Ka sabía de sobra que si Yoli hubiera estado sola podría haberla matado. Pero aquella gente odiaba a Ka y no les importaría acabar con ella echándose 30 personas encima de ella a marcar sus ojos de color morado o sus cejas de rojo sangre.
Ka se despidió en voz baja de Adrián y decidió volver a su casa desde allí, no quería tener que volver a pasar por el puente. Adrián se adentró por el bosque que había al lado del río sin agua.
-Es interesante saber donde vive tu amigo- la última palabra en la boca de Yoli sonó muy mal.
-Déjale en paz, Yoli.
-Tranquila, no es él el que me interesa. Sé que tus puntos débiles jamás son personas, se nota sobretodo cuando  las abandonas con tanta facilidad.
-Me obligasteis a drogarme.
-Una pena que mi plan no funcionara del todo.
Ka entendió perfectamente a qué se refería. A Yoli la hubiera gustado verla muerta por intoxicación. Aquella gente era muy agresiva, con el paso de los años y la droga consumida, el carácter de cada uno se volvía más inestable e irracional hasta perder ellos mismos la cabeza. Sólo a uno de ellos se le hubiera ocurrido matar a alguien obligándole a meterse droga.
Ka no contestó e intentó pasar de nuevo por el puente para volver a casa. Pero Yoli no tuvo bastante y se puso enfrente suya:
-¿Dónde te crees que vas?
-A mi casa-contestó Ka.
-No.
Ka suspiró. ¿Qué podía hacer?
-Por favor...
Ka hizo amago de echar a andar cuando Yoli la empujó con el hombro, haciendo tanta fuerza como daño recibió Ka. El odio en la mirada de todos era realmente notable, en el ambiente se respiraba un aire de tensión empolvada y a Ka le sudaban las manos de los nervios. No quería ir deprisa para no parecer asustada, pero tampoco fue despacio por si alguien se arrepentía y decidía matarla.
-¡Cobarde de mierda!- empezó a chillarla Yoli según se alejaba.
Ka no quiso mirar atrás. Era demasiado humillante.
-¡Subnormal! ¡Retrasada!
Ka se preguntaba cuantas veces tendría que encontrarse con ella. ¿Iban a estar todos los días en el puente? Si fuera así, Ka no quería volver a recoger a Adrián. Seguro que él lo entendería, quedarían en un lugar próximo, donde le pudiera venir bien.
Pero... ¿cómo podía pensar en Adrián después de todo? Había estado cara a cara con la muerte, con los drogadictos que un día fueron sus amigos.
-¡Hija de puta!- fue el último insulto que oyó Ka, pues ya estaba demasiado lejos.
Por el camino intentó mantener la calma y no dejar caer todas esas lágrimas que se desbordan de los ojos. Caminó deprisa para alojarse en su habitación cuanto antes. Llegó justo a la hora de comer:
-Hola hija, ¿qué tal la fiesta?
"Genial, estuve en el hospital y esta mañana me han empezado a insultar" pensó.
-Bien, estuvo realmente bien. Gracias por dejarme ir, abuela. 
-De nada, cariño. Hay cocido para comer.
Ka se trocó la tripa y puso mala cara a su abuela.
-No tengo hambre, abuela. ¿Puedo irme a descansar?
Su abuela pensó que estaría cansada de hablar hasta la madrugada con sus amigas, y no de haber pasado toda la noche en un hospital, y es por eso por lo que su abuela no dijo ni mú con la comida, con lo que solía ser bastante estricta:

-Tranquila, vete a descansar y luego más tarde ya comerás algo.
-Gracias abuela- Ka dio un beso a su abuela.
Se fue a su habitación y cerró la puerta. Antes de caer en la cama la primera lágrima ya dirigía su recorrido por las mejillas de aquella frágil chica.
"¿Qué he echo para merecer esto?" se preguntaba una y otra vez. 
¿Cuando iba a parar aquello? ¿Cuando dejarían de acosarla? 
Ka de momento tenía el puente prohibido de por vida...
¿Qué haría?
Lloró de nuevo.

1 comentario:

  1. Soy Colombiana y me encantó que mencionaras a mi pais y la forma tan bonita que lo hiciste.

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