domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo 12

13 de Septiembre de 2011:


Adrián llamó a las 18:00 a Ka. Para su suerte fue ella quien lo cogió esta vez:
-¿Sí?- se la notaba todavía con la voz un poco apagada.
-Buenos días, chica mala- intentó hacerla de reír.
Adrián escuchó algo parecido a una mueca o intento de sonrisa pero no estaba muy seguro.
-Buenos días, chico saltaventanas- dijo ella.
-Quería comprobar que seguías con vida después de pasar encerrada toda una noche.
Ka frunció el ceño a pesar de que Adrián no podía verlo.
-Puedo aguantar un castigo perfectamente, ¿sabes?
-¿Ah, si? Mis felicitaciones, pues.
Adrián empezó a reír y Ka se mosqueó.
-¿Para que me has llamado?
Él notó la sequedad y dureza que Ka utilizó y dejó de reírse rápidamente.

-Te llamaba para sacarte de ahí o volver a saltar la ventana de tu habitación y pasar la tarde contigo.
Ka se arrepintió de enfadarse tan pronto. Lo cierto era que Adrián siempre había echo todo lo posible para hacer que ella estuviera bien y, aparte de eso, Ka se había quedado sin gente con la quién quedar o salir por ahí. Quería conservar aquella amistad que estaba naciendo entre ellos.
-Verás, no sé si mi abuela me dejará salir...-respondió suavemente esta vez.
-Tranquila, puedo ir a tu casa si quieres.
Ka pensó detenidamente. No era justo que Adrián tuviera que arriesgarse a ser descubierto saltando ventanas ajenas o incluso a hacerse daño, con tal de complacerla a ella. Sabía de sobra que Adrián también se aventajaba con aquello de quedar juntos y hablar, pero Ka dejó de ser tan egoísta con él y buscó alguna solución. Pensó que quizás su abuela se ablandaría un poco con ella si recogía su habitación como llevaba esperando su abuela que lo hiciera desde años inmemorables.
-¡Creo que tengo la solución!
-¿Cuál es?
-Llámame dentro de media hora, ¿vale?
-¿Qué? ¿Por qué?
-Tú llámame. Hasta luego.

Adrián quiso al menos despedirse pero Ka colgó demasiado rápido para él.
Ka sonrió y dejó su móvil en la mesilla. Echo un vistazo a la habitación y suspiró al ver el desorden que se había acumulado día tras día, semana tras semana e incluso mes tras mes. Suspiró al darse cuenta de que quizás necesitaría más de media hora para recoger tal desastre y haciendo un gran esfuerzo contra la vaguedad, empezó a recoger. Decidió empezar por el montón de ropa que había encima del escritorio. Supuestamente tendría que mirar cuál estaba limpia y cuál estaba sucia, pero no tenía tiempo y decidió echar todo el montón a la lavadora, además, así pasaría por el salón y su abuela la vería en acción. Cogió el montón como pudo intentando que ningún calcetín se quedara atrás por el camino y se dirigió hacia la cocina, pasando por el salón y haciéndose la indiferente delante de su abuela.
-¿Qué haces, Ka?- le preguntó ella.
-Estoy recogiendo la habitación- respondió Ka con una bonita sonrisa mientras volvía a su cuarto.
Su abuela incrédula alzó las cejas en señal de sorpresa. No podía creerse que su nieta después de tanto tiempo se hubiera dignado a recoger la habitación.
Ka siguió recogiendo su habitación rápidamente y de mala manera, poniendo papeles y resto de latas en la papelera, cables de móviles dentro de los cajones y las prendas tiradas dentro del armario, colgadas en las perchas. Luego hizo la cama y dio gracias por haber tirado todos los peluches de animales que tenía hace un año, pues tendría que colocarlos uno a uno de tal forma que quedase bien. Siguió ventilando la habitación, abriendo la ventana. Miró la hora. Las 18:30. No le daba tiempo a limpiar más, pues Adrián iba a llamarla enseguida. Salió al comedor con el móvil guardado en el pantalón y se sentó al lado de su abuela.
-Abuela, ¿dónde guardas el limpiacristales?-preguntó pareciendo interesada.
Ka rezó para que Adrián llamase en aquel momento y Ka no tuviera que limpiar los cristales.
-Está en la tercera estantería de la terraza de la cocina, hija- la contestó.
Y cuando Ka fue a levantarse lentamente a por él, el móvil sonó.
-Me llaman- dijo intentando parecer un poco sorprendida.
Sacó el móvil del pantalón y mirando a su abuela de reojo lo cogió delante suya.
-¿Quién es?
-¿Ka? ¡Oye, antes no me has dejado ni tan si quiera despedirme!
-¿Cómo? ¿Una fiesta de cumpleaños sorpresa para Alba?- dijo Ka intentando que su abuela prestara atención a su conversación falsa.
-¿Qué? ¿Qué dices? ¿Quién es Alba?
-No sé si podré ir... Estoy castigada...- miró a su abuela a ver si conseguía librarse del castigo, pero ésta seguía mirando la televisión intentando ignorar.
-Ka no entiendo nada... ¿Vamos a quedar?
-¡Me encantaría, de verdad! Suena genial eso de la fiesta de pijamas. Quiero ir, pero no puedo...
-Ka...
Su abuela miró a Ka. Parecía interesada en aquella fiesta de cumpleaños. Lo cierto es que se había portado muy bien aquel día, pues había limpiado su habitación desinteresadamente -o al menos eso creía- y a ella siempre le había costado ver a su nieta triste y castigada. Sabía que lo que Ka había echo estaba mal, pero ella se lo explicó y aseguraba haberlo echo hace un mes, cuando ni si quiera se había ido a Londres todavía, pues, desde que volvió era cierto también que se había portado bastante bien.
-Bueno, pues nada, felicitar a Alba de mi parte...- empezó a darse por vencida Ka.
Su abuela posó una mano sobre su brazo y la dijo en voz baja:
-Puedes ir, pero que no vuelva a pasar.
-¡Gracias abuela! No te defraudaré, te lo prometo.
Mientras tanto, Adrián no entendía nada de lo que escuchaba. Ka decía cosas sin sentido sobre una tal Alba y luego la había escuchado darle las gracias a su abuela.
-¡Me dejan ir al cumpleaños!-dijo Ka por el móvil.
-¿Qué cumpleaños?- preguntó Adrián.
-¿A que hora quedamos?
-Hola, me llamo Adrián y no es mi cumpleaños. ¿Te has equivocado o es conmigo con quien quieres quedar?
-Lo sé, iré contigo.
Adrián no entendía nada, pero quedó con ella igualmente.
-¿Quedamos a las 19:00 en la calle de siempre?
-Está bien, allí estaré.
-Bien, pues, hasta ahora, Ka.
-Hasta luego.
Ambos colgaron el teléfono. Adrián fue a vestirse y Ka terminó de recoger algunas cosas que todavía quedaban por encima de la cama. Se fue al baño y se miró en el espejo. Lo cierto es que Ka no se sentía para nada guapa. No al menos desde hace un año.
-No pensarás en eso- dijo Ka.
La verdad, Ka no entendía por qué motivo cada vez que pensaba en Adrián o estaba con él, recordaba constantemente el pasado. "¿Se parece a él?" se preguntó. No quiso contestarse...
Salió del baño y cogió una sudadera. Todavía no se había puesto una por el calor asfixiante que hacía aquel día. Ka pensaba que era el último esfuerzo que hacía el verano por darse a notar antes de irse definitivamente. A Ka le gustaba el invierno, pero no la navidad. Se supone que era una época familiar donde todo el mundo es muy feliz. Bien, pues Ka jamás había pasado las navidades con su madre, y mucho menos con su padre al que no conocía. Siempre había sido una noche cualquiera, cenando un huevo frito con su abuela y en silencio, pensando ambas por qué no podrían tener una familia normal. Era una noche bastante incómoda.
Cuando tuvo su sudadera blanca puesta y revisó que no le faltaba ni el dinero, ni las llaves, ni el móvil en los bolsillos, procedió a marcharse, no sin antes dar un fuerte abrazo a su abuela.
-No sabes cuanto te lo agradezco, abuela.
-Agradécemelo portándote bien, por favor.
-No lo dudes. Te quiero.
Su abuela no sabía si tendría que arrepentirse de haberla dejado salir, de levantarle el castigo tan pronto, pero Ka era una chica buena, y se le notaba cuando sabía decir "te quiero" como antes.


Más tarde...


Ka había llegado a la calle. Con el calor que hacía parecía estar todavía más llena de gente. Era una calle principal, por lo que era totalmente normal que la gente mirara en los escaparates las últimas ofertas de la poca ropa que había quedado de verano, totalmente liquidada, y la nueva ropa de invierno que, tan pronto salía, la gente solía ir a comprarla.
-¡Hola!- dijo Adrián al verla.
-Hola-sonrió ella- Tengo toda la noche libre, podemos quedarnos en la calle. Además tengo planes.
Adrián se sorprendió al ver a Ka un tanto emocionada. Parecía una niña de 12 años cuando la dejan salir por primera vez con sus amigas y tiene tantas cosas por hacer que no sabe por dónde empezar y controlar toda esa emoción contenida. Desde luego, lo de Ka no era tan exagerado -solo llevaba sin salir un día-, pero se le parecía al menos en esencia.
-Vaya, me alegro de que tengas planes y estés tan bien.
-¿Puedes quedarte toda la noche en la calle?
-Pues la verdad, no lo sé...

-Ve a preguntárselo a tus padres.
-No están en casa.
-Llámalos.
-No tengo saldo.
-¡Por diós! Llama desde mi móvil. Dime el número.
Adrián se sacó el móvil del bolsillo del pantalón negro que se había puesto aquella tarde, a la vez que Ka sacaba el suyo. Pero Adrián estaba poco convencido. No quería molestar a su padre porque no sabía como iba a reaccionar éste.
-No sé si debería...
-Trae-dijo Ka quitándole el móvil- No seas tonto, no te van a morder.
"Si tu supieras...", pensó Adrián mientras suspiraba.
Ka se metió en la agenda del móvil de Adrián y vio los pocos contactos que tenía: "papá", "mamá", una tal "Sofía",  "Carlos" y poco más.
-Llamaré a tu madre que las madres siempre son más comprensivas...
-¡No!- la detuvo Adrián nervioso- No debería molestarla, no creo que pueda cogerlo...
Ka sintió el nerviosismo en la voz de Adrián. ¿Qué pasaba con su madre? Ni que trabajara en el ejército con altas disciplinas...
-Está bien, llamaré a tu padre...-dijo Ka.
Y marcó el número que apareció en la agenda móvil de Adrián, le dio a la tecla verde y se lo pasó a Adrián. Este se puso al teléfono a la vez que veía a Ka arrimarse intentando poder escuchar algo.
-¿Quién es?- contestó una voz ronca al otro lado del móvil.
-Soy yo... papá...- a Adrián le costaba llamarle "papá", pero quería parecer normal delante de Ka.
-¿Qué cojones quieres?- elevó más el tono de voz.
-Me preguntaba si puedo quedarme en casa de un amigo a dormir.
-¿Amigo? ¿Desde cuando tienes amigos?
Aquello fue un golpe bajo para Adrián, pero no esperaba otra contestación mejor.
-¿Me dejas o no?- insistió él ya un poco cabreado.
-¡Vete a donde quieras! ¡Mejor! ¡Así no tengo que verte el pelo!
Y su padre colgó murmurando una cantidad de insultos considerables.
Ka lo había escuchado todo. No era que el altavoz del móvil sonara muy alto, si no que el padre de Adrián le había chillado en todo momento. Y Ka se sentía muy mal por haberle obligado a llamar a su padre. Ella seguía pensando que tenían que haber llamado a su madre.
-¿Lo has escuchado?- dijo Adrián conociendo ya la respuesta.
-Sí, te ha dejado quedarte toda la noche por ahí...- dijo Ka intentando disimular.
Pero Adrián lo sabía. Sabía que había escuchado todo, pues a él le dolía el oído derecho de todos los gritos que había dado su padre.
-No nos llevamos muy bien.
Ka no sabía muy bien que decirle.
-¿Por qué?
-Digamos que hemos tenido una serie de problemas que han echo que nos llevemos mal...
Ka quería saber más sobre aquella historia pero sabía perfectamente que aquel no era el momento. Cambió de tema rápidamente:
-Bueno, ¡tenemos que irnos! ¡ La tarde y la noche son muy largas, y nosotros tenemos las dos!
Ka empezó a reír y a andar rápidamente. Adrián la siguió como pudo y como siempre solía pasar. Pero ya no le importaba.
-¡Oye!- la llamó.
-¿Sí?
-¿Qué era eso de una fiesta de pijamas de una tal Alba?
-¡Ah! Era una escusa.

-¿Qué?
-Que me estaba inventado todo ese rollo del cumpleaños para darle pena a mi abuela y que me dejase salir.
-Ah... No lo entendía.
-Siento no haberte avisado.
-No pasa nada. ¿A dónde vamos?
-¿Has probado alguna vez los brownies?
-¿Los qué?
-Jaja, ¡me lo suponía!
A Adrián le daba vergüenza este tipo de cosas. Cuando Ka le llevaba a sitios que nunca había visitado, o cuando probaban cosas que jamás pensó que existían... Se sentía demasiado inferior e inculto por así decirlo cuando estaba con ella. Pero todo merecía la pena.
-¿Dónde vamos entonces?- dijo Adrián.
-Verás, en verano, en un parque que hay aquí cerca siempre ponen un puesto de gofres, crepes, brownies y algún que otro bollo. Esta mañana cuando me he levantado, me he acordado de los brownies que solía comprar de pequeña para merendar y he pensado que quizás te gustaría probarlos. Están muy buenos.
-Me fío de ti. Si no, siempre podemos comprar gofres.
Adrián y Ka se rieron juntos, algo que quizás no hicieron por primera vez, pero si por segunda o tercera como mucho. Ka aminoró el paso para ir al compás con Adrián y no dejarle atrás. Cruzaron pasos de cebras, de una calle a otra hasta que Adrián, entre la gente, pudo divisar un gran parque. Tenía una gran puerta junto con unas grandes vallas negras que rodeaban todo el parque, tan grande que desde el principio no se veía el final y para poder acceder a todos los sitios, el parque tenía cuatro puertas principales. Tenía paseos con aceras, y muchos muchos árboles. Era una especie de bosque con zonas donde solo había césped o algún columpio. También había fuentes y algún que otro chiringuito. Pero solo en la entrada estaba el famoso puesto de gofres y demás.
Ka entró por la puerta de las grandes vallas y sonrió al ver aquel puesto de gofres. Hacía tanto que no iba... Y la verdad, no sabía por qué aquella mañana se había acordado de él. Solo sabía que quería enseñarle a Adrián un trocito más de su vida, y la infancia era la mejor etapa que había pasado ella, dentro de las posibilidades que le dejó su madre al marcharse.
-Vamos- dijo Ka yendo hacia él.
Adrián la siguió, contento.
-Dame dos brownies de chocolate, por favor- pidió al chico encargado del puesto.
El chico sacó de una mini nevera dos brownies y los puso en la plancha donde hacía los crepes para calentarlos. Ka mientras tanto aprovechó para sacar 7 euros y pagar los dos brownies. El chico aceptó su dinero y con una gran sonrisa le dio sus brownies envueltos en servilletas.
-Vamos a sentarnos en un banco y los comemos tranquilos, ¿te parece?- ofreció Ka.
-Desde luego.
Se sentaron en el banco más próximo que había, pues estaban cansados de andar, y Ka le ofreció su brownie a Adrián.
-Muchas gracias, de verdad- dijo Adrián totalmente sincero.
-¿Me das las gracias por esta tontería?
-Sí... No sé, nadie se ha interesa por mí, por quedar conmigo y mucho menos por llevarme a probar dulces nuevos...- rió un poco.
-Entonces, prueba el brownie y no me agradezcas nada.
Ka y Adrián desenvolvieron sus brownies y empezaron a comerlos. A Ka le encantó volver a sentir aquel dulce en su paladar, trayéndole recuerdos de su infancia, y a Adrián la verdad es que no le disgustó nada el sabor que tenían. El chocolate de los brownies era totalmente dulce y bueno, y la textura del bollo totalmente jugosa y nada dura. Estaba perfecto. Mejor no podía existir. Pasaron cinco minutos en silencio mientras se comían el pequeño brownie que Ka había comprado para los dos y cuando terminaron se limpiaron con las servilletas y Adrián las tiró en la papelera que tenían al lado.
Adrián se sentó de nuevo al lado de Ka.
-Bien, ¿y ahora que haremos?
-Pues tenía pensado quedarnos un rato aquí, hablando y tal, y cuando se haga un poco más de noche ir a cenar por ahí.
Adrián se preguntaba como Ka podía tener tanto dinero.
-No me sentiría bien si me vuelves a invitar a comer...- dijo Adrián serio.
-¡Venga!, ¿que más dará?
-No da  igual, no tienes por qué gastarte tu dinero en invitarme a mí...
Adrián comenzó a sentirse mal. Su cuerpo cogió un malestar repentino y sentía que le costaba respirar.
-No pasa nada, de verdad Adrián...
-Ka...-dijo en voz baja Adrián.
-¿Qué pasa?
-Me cuesta respirar...
Ka observó a Adrián asustada. En cuestión de dos minutos unas manchas rojas habían invadido la cara y el cuello de Adrián.
-¡Adrián! ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa?
Ka se asustó muchísimo cuando vio que Adrián se llevaba una mano a su camiseta para intentar despegarla un poco más de su garganta, como si aquello fuera a devolverle la respiración.
-Ka... ¿qué llevaba el brownie?- dijo con todas su fuerzas él.
-Pues... pues... lleva chocolate, huevo, nueces...
-¿Nueces?
-Sí. ¿Adrián que pasa?
-Llama a alguien, tengo que ir al hospital...
-¿Qué? ¿Por qué?
-Llama a alguien...- a Adrián le costaba cada vez más respirar.
Ka se levantó corriendo y asustada y buscó a alguien que pudiera ayudarlos. Vio en un banco sentado a un hombre de 30 años, leyendo, y fue a pedirle ayuda. Parecía majo.
-Perdone, ¿puede ayudarme? ¡Se está ahogando!
El señor de 30 años miró en dirección que Ka señalaba y vio a un joven lleno de manchas rojas, asfixiándose en un banco, pidiendo ayuda.
-¿Qué ha pasado?- preguntó el señor.
-No lo sé, estábamos comiendo un brownie y de repente...
El señor comprendió lo que podía haber pasado y se levantó corriendo, guardando su libro en un maletín y dirigiéndose a Adrián.
-¿Qué ha pasado?- le preguntó él.
-Soy... soy alérgico a los frutos secos... - dijo Adrián como pudo.
El señor de 30 años ayudó a Adrián a levantarse y se pasó un brazo por su hombre para ayudarle a caminar.
-Os llevaré al hospital.
-Gracias, muchísimas gracias- dijo Ka, realmente asustada por la situación.
Por suerte para todos el señor de 30 años tenía su Mercedes aparcado prácticamente en la puerta y rápidamente entraron en urgencias. Adrián estaba muy mareado por la falta de oxígeno y Ka por el miedo que llevaba dentro. Menos mal que el señor se había dignado a ayudarles porque si no, Ka no podría haber echo nada sola.
Los médicos llevaron corriendo en una camilla a Adrián, dentro de las puertas que siempre se ven en las series de médicos. Dentro de las puertas donde la gente sin título en medicina no puede entrar.
-Tengo que irme, si necesitáis algo más...- dijo el señor cuando Adrián estuvo en manos de los médicos.
Ka no sabía muy bien qué decir, ni qué pensar.
-Gracias...-dijo en voz baja.
Cuando el señor se fue decidió sentarse en una de las sillas de la sala de espera, a esperar como su propio nombre indica. Se sumergió en un mar de dudas, y de malestar. No tenía que haberle dado aquel brownie. Se sentía culpable pero... por otra parte, ¿qué sabía ella sobre sus alergias?
La verdad, es que a penas sabía nada de Adrián en general.
Pasó 10 largos minutos angustiada, triste, asustada. No sabía bien definir el conjunto de emociones que chocaban una y otra vez dentro de su mente. ¿Qué podía hacer ella? Nada... Sólo esperar. Pero por fin alguien preguntó por los familiares de Adrián González Campeador y Ka se dio mil gracias así misma por haberse aprendido sus apellido el día que Adrián se los confió.
-Soy yo- dijo sin dudar y mintiendo para que la doctora le diese noticias de su amigo.
La doctora se acercó a ella con un informe y la miró a los ojos seriamente.
-¿Me puede explicar que ha pasado?
-Estábamos comiendo un brownie y de repente le empezó a faltar el aire y a salir esas manchas...

-¿Es alérgico a algo?
-A los frutos secos...-dijo en voz baja.

La médica iba apuntando las cosas que Ka narraba a la par que asentía con la cabeza. Cuando terminó de apuntar volvió a mirarla a los ojos. Ka sentía que le sudaban las manos de los nervios. ¿Cuándo pensaba aquella doctora decirla como estaba Adrián?
-¿Eres su hermana?
-Sí- volvió a mentir sin problemas.
-¿Has llamado a tus padres?
-Sí, pero no podrán venir. Están trabajando y no pueden salir...
-Está bien. Adrián ha sufrido una fuerte reacción alérgica por ingestión de frutos secos. Le hemos inyectado en vena Urbasón, pero no sabemos si la reacción va a volver a aparecer por lo que le tendremos ingresado al menos 12 horas.
-Puff... ¿puedo entrar a verle?
-Sí, claro. Pasa por aquella puerta- le señaló la puerta por donde desapareció Adrián- y entra en la sala 15.
-Está bien, gracias.
Ka fue corriendo literalmente a la sala 15 de aquel pasillo casi vacío, o ocupado por tan solo enfermeros y algún que otro médico. Entró en la sala 15 y encontró una camilla en medio de la habitación iluminada por alógenos y llena de carritos con inyecciones y armarios con cajas de medicinas. Ka se acercó a la camilla donde Adrián se encontraba tumbado y vestido ya con el pijama del hospital.
-Menudo susto me has dado- dijo ella.
Adrián la miró y le sonrió como pudo. Parecía totalmente agotado.
-¿Puedes hablar?- le preguntó ella.
-Sí...- todavía tenía la voz un poco mal.
-¿Por qué no me dijiste que tenías alergia a los frutos secos?
-No sabía que los brownies llevaran...
Ka pensó que no era conveniente discutir aquel tema en aquel momento y se calló. 
-¿Tienes alergia a algo más?
-No.
-Está bien...
-Me han dicho que me tengo que quedar ingresado toda la noche...
-Es cierto.
-Siento fastidiarte los planes...
-¿Bromeas? Nada hubiera sido tan emocionante como esto- intentó reírse de la situación ella.
Adrián rió como pudo con ella.
-Deberías  irte a casa a descansar.
-No. Me voy a quedar aquí contigo.
-Vamos Ka, no vas a dormir en esta mierda de sillón- Adrián señaló los típicos sillones de hospital realmente incómodos en los que la gente parecía insistir en dormir.
-Te he dicho que pasaría la noche contigo, y lo haré. Cumplo mis palabras.
-No tienes por qué...
-Quiero hacerlo, de verdad- le paró ella, suavemente.
Le acarició el pelo a Adrián sin saber por qué, pues sabía de sobra que aquel era un gesto de cariño.
-Me has dado un buen susto- repitió.
-Y yo...
"Pero a merecido la pena" pensó él. Aquella caricia de Ka había sido el alivio a todo lo que había pasado. Y Adrián se dio cuenta de que la quería, y que no tenía ni idea de cuanto.

5 comentarios:

  1. En cuanto pueda lo haré ^^ Gracias por leer <33

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  2. Increible!! ^^ Es una historia fantástica, aunk prefiero las de fantasía, esas k no te pueden ocurrir en la vida real xD Pásate por mi blog si kieres: http://lectorasnocturnas.blogspot.com/ Gracias por escribir n_n

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  3. Dioooooooooooos, es genial!
    Estoy super enganchada a tu novela, en uno de los capítulos incluso se me saltaron las lágrimas. Estoy deseando que escribas el 13 y saber que va a pasar.

    Besooooooooos! ;33

    http://simplementeinexplicable.blogspot.com/

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  4. Gracias chicas ^^
    Estoy escribiendo el 13, en poco tiempo lo subiré (quizás mañana)
    Gracias por vuestro apoyo, de verdad :$
    FOREVER YOUNG sois vosotros <33

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